Hace algunos meses, explicábamos que las recesiones pueden ser abruptas, etiquetándose entonces como recesiones en forma de “V”, y caracterizadas por una recuperación tan rápida como la caída. O podían también mostrar forma de “W”, en caso de que la formación de un suelo sobre el que cimentar la recuperación exigiera algo más de tiempo. Un escenario más vidrioso, pero raro en las últimas décadas, era la recesión en forma de “U”, en la que la formación de un suelo a partir de que la economía pudiera empezar a recuperarse era aún más lento y progresivo. Este tipo de recesiones ya merecen el calificativo de severas. Lo que pocos se atrevían a pronosticar era el escenario de una recesión en forma de “L”. Es decir, una caída tras la que la situación de deterioro se prolonga a lo largo de un período de tiempo muy amplio, con terribles consecuencias para todos los sectores de la economía. Hablaríamos ya de una depresión y no de una recesión. Algo nunca visto, y para muchos impensable, desde 1929. El cuento del rabino. Lo cierto es que los desplomes de los mercados no obedecen a un pánico gratuito. Quizá exagerado, pero ni mucho menos gratuito. Puede que no nos encontremos en la antesala de una depresión como la de 1929, pero si alguna vez hemos estado cerca de repetir algo parecido, sin duda es en estos momentos. Si alguien se pregunta si puede volver a suceder algo similar a lo que sucedió entonces, la respuesta es que sí. Si alguien se pregunta si algo como lo que sucedió entonces todavía es evitable, la respuesta probablemente también es que sí. Lo cual recuerda la historia del viejo rabino al que un discípulo le expone su punto de vista sobre un asunto, acerca del cual el rabino le da la razón. Sólo que entonces, al marcharse el discípulo, otro discípulo que había escuchado al primero le explica al rabino por qué él cree que el punto de vista del otro discípulo estaba equivocado. Tras escuchar este nuevo razonamiento, el rabino le reconoce a su segundo discípulo que tiene razón. Tras marcharse éste satisfecho, un tercer discípulo interviene acercándose al rabino, afirmando que no es posible que haya podido dar la razón a ambos discípulos cuando ambos decían lo contrario. El sabio rabino, ya con una cierta retranca, decidió que también este tercer discípulo tenía razón. Pues bien, parece que sólo este rabino podría ofrecernos ahora alguna luz sobre lo que nos espera. Cintruénigo, tenemos un problema. Como decíamos al principio, algo pasa en Cintruénigo mientras el G-20 mira hacia otro lado. Algo se quiebra a nuestro lado mientras los líderes mundiales refundan el capitalismo. Y es que, mientras miraban a los bancos, nosotros hemos decidido echar un vistazo a nuestros ayuntamientos. Y lo que hemos encontrado, se lo vamos a empezar a contar a partir de mañana. Les advertimos que se vayan preparando, porque a la vista de las cuentas de nuestra administración local –ustedes van a verlo- la administración pública va a tener que hacer algo más que refundar el capitalismo.