Datos políticamente correctos y políticamente incorrectos del paro

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Ayer se hicieron público los datos de la EPA del último trimestre del año pasado.

Por lo que respecta a Navarra, estos son los datos más significativos y los más debatidos:

1)      El número de parados baja en Navarra entre 2012 y 2013 en 2.500 personas

2)      El número de ocupados también baja en 6.500 personas

Salta a la vista que los datos proporcionan munición al gobierno y a la oposición.

Al gobierno, que puede presumir de que hay menos personas en paro.

A la oposición, que puede decir que aunque hay menos parados también hay menos parados trabajando.

¿Cómo se explica esta aparente paradoja?

Diario de Noticias trataba ayer de explicarlo mediante un artículo estelar de Jorge Nagore, titulado “En picado”, en el que se aseguraba que si hay menos parados y menos ocupados es por todas esas personas que “han desistido de buscar trabajo y por tanto no cuentan como parados, sino como inactivos”. Según el articulista del Noticias, “a los que ni trabajan ni buscan la EPA les llama inactivos”.

Pues bien, lo cierto es que si ese argumento no se puede usar en algún caso es precisamente en el de la EPA, que se basa en una encuesta estándar en todos los países europeos e incluye a todas esas personas que excluye el llamado “paro registrado”, medición que seguramente Nagore confunde con la EPA. Obviamente la credibilidad de todo el artículo se resiente bastante de semejante confusión inicial.

Por otro lado, no hace falta retroceder más que hasta el segundo trimestre del 2012 para verificar que en aquel momento había más parados que en el cuarto trimestre y también menos ocupados. Es decir, que objetivamente algo hemos mejorado.

Así pues, para satisfacción del Gobierno de Navarra, es posible mostrar ahora mismo este gráfico, mejorando los datos nacionales y algunos forales pasados:

No obstante, sí es verdad que hay un análisis por hacer ante el hecho de que, pese a bajar el paro, haya menos ocupados. Además, de momento no habíamos empezado a ser políticamente incorrectos.

Al margen del Diario de Noticias, los análisis de progreso de las últimas horas incluyen como novedad introducir el concepto de la inmigración en la ecuación entre ocupados y parados. Es decir, la idea de que si hay menos parados pero también menos ocupados es porque no se han creado puestos de trabajo, sino que muchas personas en paro han emigrado. Tanto españoles que han salido a buscar fortuna al extranjero como inmigrantes que han regresado a sus países de origen o han buscado otros prados.

Esto sí es cierto que está pasando.

En todo caso se trata de una novedad muy importante porque acaso por primera vez el pensamiento de progreso reconoce que la inmigración y la emigración juegan un papel importante en nuestros niveles de paro.

Lo que pasa es que esto presupone la existencia de un reverso tenebroso que hasta ahora el pensamiento de progreso siempre había negado.

Si ahora nos dicen que el paro baja porque se han ido muchos extranjeros, ¿por qué cuando venían no nos advertían de que subía?

Tal vez porque, cuando crecíamos, el paro bajaba aunque subiera la inmigración. ¿Pero por qué a la izquierda no le llamaba la atención que, incluso cuando crecíamos, nuestra tasa de paro era el doble que la de nuestros vecinos y tenía dos dígitos? Que tuviéramos que asimilar en unos pocos años las tasas de inmigración que otros países más ricos habían absorbido en décadas, obviamente tenía consecuencias. Y más que iba a tener cuando el ciclo económico se diera la vuelta.

Entonces, ¿el dato de paro es bueno o malo? El dato es bueno, porque con menos ocupados hemos tenido más paro y porque si decimos que es malo que el paro baje cuando sube la emigración, tendríamos que decir que es bueno que suba el paro cuando sube la inmigración, lo cual es bastante absurdo.

El mundo nacionalista, por ejemplo, a menudo presume de que la tasa de paro en la CAV es la más baja de España, aunque sea apenas un 1% menor que en Navarra, una diferencia insignificante cuando aquí, desde su punto de vista, se supone que existe el peor gobierno posible de la Galaxia. No lo haremos entonces tan mal, nos espetan, aunque el argumento puede ser de ida y vuelta. El hecho, sin embargo, es que también existe una diferencia bastante significativa en cuanto a la inmigración respecto a la CAV y Navarra o el resto de España.

En concreto, el porcentaje de extranjeros en Navarra es del 10,5% frente al 6,7% de la CAV. O lo que es lo mismo: si en Navarra hubiera la misma proporción de extranjeros que en la CAV, habría casi 25.000 inmigrantes menos, para muchos de los cuales hay que crear un puesto de trabajo, o bien ocupan un puesto de trabajo que podría ocupar un español, enviándolo al paro. La ecuación es sencilla: si donde hay 100.000 trabajadores y 90.000 puestos de trabajo llegan 10.000 trabajadores más, la tasa de paro se duplica. Es decir, que si en Navarra hubiera el mismo porcentaje de extranjeros que en la CAV, con toda probabilidad nuestra tasa de para sería menor que la suya y esto explica en buena medida el «milagro» vasco.

El siguiente cuadro refleja todo lo anterior y aporta en general bastante información sobre la llegada masiva de inmigrantes a España en los últimos años, con todo lo bueno que puede tener… pero también con lo malo.

Alguien podría decir que los trabajos que venían a hacer los inmigrantes eran los que no querían hacer los españoles, aunque eso resulta algo dudoso en un país en el que la tasa de paro en los últimos 30 años  no ha bajado de dos dígitos (excepto 2005 -9.2- 2006 -8.5- 2007 -8.3-) en  En realidad, si había trabajos que los españoles no querían hacer, la alternativa a importar mano de obra barata hubiera sido subir los sueldos hasta que los españoles quisieran hacerlos. La misma izquierda que ahora se da cuenta de que los movimientos migratorios influyen en el paro nos decía entonces que, por el contrario, importar mano de obra barata era algo mucho más progresista y conveniente que subir los salarios, aunque seguramente nunca entendió este corolario. Ahora esa izquierda se queja del paro, de la falta de recursos para financiar el universal estado del bienestar y del nivel de los sueldos.

Digamos de todos modos para terminar que los inmigrantes no tienen culpa de nada y que, si en algún momento vinieron más de los que podíamos absorber, la culpa es de algunos beatíficos e insustanciales eslóganes de progreso.