Hace aproximadamente un año, nos sorprendíamos con unas declaraciones recogidas por Diario de Noticias (versión alavesa) en la que el fiscal general del Estado, Cándido Conde-Pumpido, se mostraba convencido de que el anuncio de alto el fuego permanente realizado por ETA “no es, en absoluto, una tregua trampa” .
Conde-Pumpido basaba su afirmación en los tres años transcurridos sin atentados mortales y en que “si ese grupo, además, declara un alto el fuego, y no utiliza la expresión tregua, que es algo provisional o temporal, en la terminología de ETA significa el fin de las actuaciones. Si, además, le añade la expresión permanente, podemos tener la convicción de que esto es definitivo”.
En esas mismas fechas el portavoz de EA en el Parlamento vasco, Unai Ziarreta, apostaba por lanzarse de cabeza al proceso y atribuía al escépticos respecto a las buenas intenciones de ETA un oscuro y oculto deseo de que se siguieran produciendo asesinatos, al declarar que "parece que la tregua le sienta mal".
Interrogado Conde Pumpido sobre si iba a dar instrucciones a los fiscales ante el nuevo escenario político generado por el proceso de paz, éste pronunció aquellas famosas declaraciones en las que afirmaba la elasticidad y coyunturalidad del ordenamiento jurídico: “la Justicia no funciona en el vacío. Funciona en unas determinadas coordenadas temporales y políticas”. A lo que añadía: “por tanto, son los propios órganos jurisdiccionales a los que la ley obliga a tener en cuenta la realidad social del momento en que se aplican las normas”.
Interpretar lo que sucedía hace un año, a la luz de los acontecimientos sucedidos a lo largo de todo ese año y que ahora conocemos, sin duda resulta más sencillo y deja a cada cual en su lugar, según reza el viejo axioma.