Cuando alguien convoca una manifestación, el éxito o el fracaso del convocante depende del número de manifestantes. A partir de ahí, es lógico que se produzca una auténtica guerra a la hora de determinar el número exacto de los participantes. Esta batalla, significativamente, no se produjo antes de la llegada al gobierno del Partido Socialista, precedida de importantes movilizaciones bajo lemas como “Nunca Mais” o “No a la Guerra”. Por el contrario, ha sido a partir del ascenso al poder de Rodríguez Zapatero cuando los manifestantes contra las políticas del gobierno han llegado al extremo de ser contados uno por uno.
Del “manifestómetro” al ojo de “lynce”.
Entre las estimaciones brutalmente dispares según el observador, una primera aproximación científica a la hora de determinar las cifras de asistentes a las manifestaciones fue la que popularizó “el manifestómetro”. Estableciendo a través de las imágenes la superficie aproximada ocupada por los manifestantes, resultaba viable determinar unos límites lógicos a la cifra posible de asistentes. Estos límites venían dados por la imposibilidad física de juntar en un metro cuadrado más de un cierto número de personas. Los cálculos del manifestómetro empezaron a sugerir que, en general, era habitual que los cálculos de asistencia a las manifestaciones resultaran groseramente sobrestimados en casi todos los casos.
Cuando decíamos que con este gobierno se ha empezado a contar a los desafectos uno a uno, no exagerábamos. La última movilización en Madrid contra el aborto, el pasado 18 de octubre, fue testigo de la utilización de un novedoso sistema de procesamiento de imágenes para contar manifestantes uno a uno. Este sofisticado sistema, implementado por la empresa Lynce, ofreció en aquella ocasión un cómputo de 55.361 personas. La mayoría de observadores tachó el cálculo como ridículo.
No hubo mesas libres en El Bulli.
Faltaba sin embargo, para desligar el sistema de posibles connotaciones ideológicas, aplicarlo en algún tipo de concentración favorable al gobierno. En este caso, la empresa Lynce reaparece para contabilizar el número de asistentes a la manifestación convocada el pasado sábado por los sindicatos. Según los datos procesados sólo hubo 32.921 manifestantes en el acto. Un dato más bien modesto cuando los sindicatos se arrogan la representación del 80% de los trabajadores y frecuentemente se barajan cifras de 200.000 efectivos sólo entre los liberados.
Todo ello, en todo caso, permite cuestionarse si alguna vez fueron reales aquellas cifras, tan usuales hasta hace poco, de millones y millones de manifestantes arrojadas en los últimos años. Desde este punto de vista, asumiendo que el sistema de recuento pueda ser válido, puede entonces que sacar a la calle a 55.361 personas –que pagaron de su bolsillo la comida y sus gastos de desplazamiento- haya que considerarlo un enorme éxito. Desgraciadamente, parece que el sistema utilizado por Lynce no puede aplicarse a otras manifestaciones retrospectivamente.
En cualquier caso, respecto a la manifestación sindical del sábado, cabe destacar la calurosa respuesta del gobierno que, sensible al cariño de los manifestantes, aseguró por boca de José Blanco que «no va a pasar desapercibida para el Gobierno». Muy distinta de aquella cuando, siendo bastantes más los manifestantes, lo hacían para reclamar el derecho a la vida frente al aborto. “Ni un paso atrás” ante la voz de la calle, dijo entonces Blanco.