Las izquierdas navarras ha montado su gorigori descalificando a la Consejera de Educación por subir el ratio de 25 a 28 alumnos por clase (permitido por la actual legislación) en algunos colegios concertados con fuerte demanda, la medida la califican de auténtico desastre para la educación de los niños y como una medida pro enseñanza concertada. Detrás de la posición de la izquierda se ve que ella convive malamente con la enseñanza concertada, la ve como una presa a batir dentro de su hoja de ruta en la que pretende conseguir que la enseñanza sea pública al 100%. La izquierda no cree en la libertad de los padres en la elección de centro para la ecuación de sus hijos. Para adoctrinar a la sociedad necesitan de lo público para llegar a imponer lo que ellos consideran como lo “políticamente correcto” y así combatir a “las visiones trasnochadas del mundo” que dicen que tienen, tanto la Iglesia como la derecha en general.
Ellos ya impulsaron la Logse que ha conseguido que el sistema educativo actual sea poco eficiente, cargándose la ética del esfuerzo. Ni los profesores se esfuerzan demasiado por enseñar ni los alumnos por aprender, se trata de no esforzarse demasiado para no frustrar ni impedir la felicidad inmediata del niño. Se ridiculizó la memoria y el esfuerzo. Antes en la escuela se transmitían valores de esfuerzo, se estimulaba a los alumnos a superarse. Mucho profesorado abandono la vocación por enseñar, se olvidó que la calidad nace del rigor y de la exigencia, la escuela debe forjar en los alumnos hábitos de estudio y de lectura. La promoción automática es un claro freno para la calidad. Practican un igualitarismo en la educación para posibilitar una supuesta infancia feliz, olvidando que más tarde en la vida real les espera la dura realidad donde se elige a los mejores para los trabajos, se practica el elitismo en la creación artística, en los deportes, etc.
No es el camino correcto reforzar la autoestima de los alumnos peores a costa de los mejores. Habría que tratar problemas distintos con soluciones diferentes. Muchos no tuvimos problemas en clases de 40 alumnos, donde había disciplina y respeto al maestro, donde había límites y se fijaban normas de obligado cumplimiento. Antes se era poco proclive a dar explicaciones, ahora hemos pasado a la excesiva permisividad ¡del todo vale! Lo hemos visto en las relaciones entre padres e hijos, y entre estos, con sus maestros. Son muchas las causas sociales, políticas e incluso económicas que explican esta evolución (desde la incorporación de la mujer al trabajo remunerado, hasta padres que apenas tienen tiempo para estar, y mucho menos para educar, a sus hijos).
Sabemos que hay que estimar a los maestros, pero si los padres no les respetan lo hijos tampoco lo harán y un maestro sin autoridad no puede educar. La autoridad se la debe ganar él y le debe ayudar la familia y la sociedad con el reconocimiento social con apoyo moral y material. Los niños deben aprender a asumir el fracaso: es básico para todo aprendizaje de crecimiento personal. Un NO hay que saber asumirlo sin dramas, tendrán que oír muchos en su vida.
La evaluación actual de muchos padres y maestros, es que la experiencia aperturista, no ha sido positiva. A los adolescentes les cuesta mucho reconocer la autoridad moral de padres y maestros; los problemas de convivencia afloran en muchas familias; y son bastantes los jóvenes que se comportan ignorando los más elementales principios de solidaridad y de respeto a los demás. Cierto que muchas familias si se preocupan por la educación de sus hijos y en casa se aplican normas y se valora el esfuerzo por lo que muchos alumnos llegan con buenas prácticas a la escuela. Cuando exigen los progres que haya menos alumnos por clase, es porque hay problemas de muchos profesores que no cuentan con el respeto de los alumnos, que hay poca disciplina, que las familias no respetan a los maestros, que los maestros son flojitos y necesitan como el comer una jornada continua.