Lo primero es tomar distancia para entender las noticias extravagantes de estos días que encabezan los periódicos, abren los telediarios. Aparecen tanto que ya las tomamos como si fuesen normales, pero realmente no lo son.

Cómo es posible que en nuestra democracia se vote a personas perseguidas por la justicia, por delitos graves. Por saltarse la ley que ellos deberían haber sido los primeros en respectar. Cómo es posible que pasen olímpicamente de la legalidad de la propia democracia ¿cómo y porqué ocurre estas cosas? ¿Cómo pueden acudir a las instancias europeas y proclamar a los cuatro vientos que en España no hay democracia o que ésta es muy débil? Pues si con un par, con un Puigdemont.

Cómo es posible que las encuestas le den ganador a un exjefe de gobierno que está condenado a 12 años de cárcel, por aceptar una mansión y un terreno. La condena por corrupción empuja a que los suyos solo piensen en presentarle a las elecciones para lavar su imagen y zafarse así de la cárcel. Caso del ex presidente Lula, en Brasil.

Existe una lejanía cada vez mayor entre representantes y representados. Cierto que se están produciendo en todos los países con democracias avanzadas de largo recorrido. Jamás como ahora había habido tanto distanciamiento y desafección entre representantes y representados. Los partidos han ido dejando de representar al sector social al que dicen representar, en todo el arco ideológico parlamentario. No han sabido recoger las preocupaciones de la gente normal.

Las cosas se han complicado, por que los que mandan ya no mandan tanto. Porque muchos temas están fuera de su control. Hoy todos los gobiernos dependen en determinados temas clave tanto de organismos supranacionales como de agencias, estos toman decisiones desde fuera que hay que cumplir. Nadie puede gobernar a su bola, en los temas calientes tienen que seguir los dictados del club del que se es miembro, los gobiernos están obligados a seguir los mismos pasos que los demás.

Los que antes monopolizaban la información y la formación hoy ya no lo consiguen: 1/ Antes se formaban a los jóvenes en las familias, en las escuelas, en las iglesias, 2/ Ahora en las familias, en las redes. Los medios de comunicación tradicionales apenas tienen incidencia en la formación de la opinión pública. 3/ Vivimos en una sociedad líquida como la definió Bauman, donde todo está cuestionado, nada se da por cierto todo es relativo y multicultural. Cualquier posicionamiento claro o firme se tilda inmediatamente de ultra.

La globalización y la fuerte crisis económica ha visibilizado la debilidad de nuestro sistema. El Estado del Bienestar apenas se puede mantener: la pirámide poblacional no garantiza la sostenibilidad de las pensiones con una natalidad bajo mínimos, cada día es mas claro que la soledad es la enfermedad del siglo XXI, las deudas países se agigantan y cada día son más impagables, la mano de obra apenas puede sostener unos salarios dignos y existe frustración en amplias capas de población, todas estas cosas han ayudado a la aparición de los nuevos populismos y del renacer de los nacionalismos.

El odio al otro, el enfrentamiento es lo que realmente nos mueve las tripas, ciertamente son los sentimientos los que impulsan el voto. En teoría para representar a los ciudadanos se necesitaría tener interiorizados unos valores, una estatura moral que guiase la actuación cotidiana de la acción política. Pero ojo al final lo que pesa es el “votar a los míos” aunque sea a “nuestros hijos de puta”. Esto es determinante para que podamos entender como se sigue apoyando a personajes como Puidemont, Lula o Maduro.

Los partidos sostenedores de las democracias están muy desgastados en todo Occidente. Porque no han sabido responder a las preocupaciones de la gente y las alternativas que han surgido y que se presentaron como nuevos partidos ajenos a los viejos vicios, en un espacio muy corto de tiempo están demostrando que pesa mucho la condición humana de sus miembros y pronto hemos visto como afloran los mismos o parecidos vicios, los mismos pesares que se dan en los viejos partidos.

No es nada fácil moldear la opinión pública en estas sociedades complejas y desestructuradas, muchos votantes ante el desconcierto vuelven a pacer en los mismos pagos. También muchos tienen interiorizado el “mantra” potenciado desde la clase política de que quién gana las elecciones consigue borrar todas sus malas actuaciones anteriores, aunque sean corruptas. Este pensamiento mágico suele olvidar que la justicia normalmente no entiende de ello cuando están abiertos procedimientos judiciales.