Navarra tiene un problema de inmigración… y otro de emigración. Solemos pensar que Navarra es un lugar al que sólo viene gente, quizá demasiada, más de la que podemos integrar culturalmente sin guetos, ni conflictos, ni marginalidad, ni inseguridad. Más de la que podemos absorber en nuestro mercado laboral. Más que aquella a la que, sólo por llegar y sin cotizar, debemos ofrecer gratis educación, vivienda y sanidad. Y efectivamente tenemos un problema al respecto, una de cuyas vertientes no menores es el aumento de la inseguridad. Decir que la inmigración es mala, sin embargo, es como decir que la lluvia es mala. Pero decir que la inmigración es buena es como decir que unas lluvias torrenciales con inundaciones y desbordamientos son benéficas y deseables. Que la lluvia sea buena o mala, como la inmigración, todo depende de la dosis y de la capacidad de los pantanos y los cauces. Pero también tenemos un problema de emigración.
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Mientras nos concentramos en la inmigración y sus problemas, la última publicación de Institución Futuro pone el dedo sobre la llaga de otro grave problema, y es de la fuga de jóvenes talentos de Navarra. Según los publicados por el Instituto de Estadística de Navarra (Nastat), en Navarra hay 38.060 personas registradas en el padrón exterior (lo que equivale al 5,6% de la población). Esta cifra ha ido aumentando desde 2014 cuando eran sólo 25.862. Hablamos por tanto de un crecimiento de casi el 50% de la población navarra residente en el extranjero.
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Cabría matizar que una parte relevante de estos navarros son sin embargo navarros nacidos fuera de Navarra, ya sea en otra comunidad o fuera de España. Así y todo, ciñéndonos a los navarros nacidos en Navarra que se han ido de Navarra, seguiríamos hablando de un aumento del 25% en la diáspora foral.
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El dato resulta llamativo porque en otros tiempos, antes del gobierno del cambio, cuando la diáspora foral era mucho menor, esto se interpretaba como una evidencia de que Navarra había dejado de ser una tierra de oportunidades y de que las políticas del Gobierno de Navarra eran tan catastróficas que miles de jóvenes navarros, muchos de ellos los más talentosos, tenían que marcharse de Navarra en busca de una oportunidad. ¿Qué tenemos que pensar entonces ahora que la diáspora foral es mucho mayor?
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Señalábamos al principio que mientras por un lado tenemos una gran entrada de inmigrantes, por otro tenemos una gran salida de navarros. De algún modo el segundo fenómeno multiplica los efectos del primero. No sólo eso, otro de los datos aportados por Institución Futuro es que de todos los nacidos en Navarra que emigran fuera de España más de la mitad posee formación superior (según datos de COTEC), lo que constituye una fuga de talento muy relevante. ¿Cúal es sin embargo la cualificación de la inmigración masiva que nos está llegando? Se suele citar a favor de la inmigración masiva el caso de éxito de tal o cual país, pero para que la inmigración sea una bendición y no una maldición, como la lluvia, interesa tener en cuenta detalles como la intensidad, la capacidad de absorción o la cualificación de esos inmigrantes que llegan en oleadas. Salvo que pensemos que los salarios y la prosperidad crecen al margen de la cualificación y la productividad.
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Un comentario
Entiendo que este es un problema bastante generalizado en determinadas autonomías (País Vasco, Navarra o Cataluña, en Galicia lo desconozco), producto, en mi opinión, de una ingeniería social, dramática en las zonas rurales, convirtiendo a las sociedades en un colectivo amedrantado socialmente por la imposición del nacionalismo excluyente, restando libertad a la sociedad y en concreto incomodando a los jóvenes que no comparte este ideario, incluida la imposición de la lengua.