La “Euskalkutxa”.
Independientemente de su sentido económico, la fusión de las cajas vascas es un anhelo permanente del nacionalismo vasco, anhelo que por fin parecía viable tras la formación del último gobierno en Alava y la designación del socialista Gregorio Rojo, hermano del presidente del Senado, como presidente de la Caja Vital. Si la fusión obedece o no a causas políticas, lo incuestionable es que sí lo hace su paralización, demostrando que estamos ante un escenario incomprensible desde un punto de vista meramente político. Bien conocidas son las declaraciones del Secretario General del PSE Patxi López, reclamando a raíz de la convocatoria de Ibarretxe “un clima de estabilidad” como condición previa a la negociación de la fusión, denunciando la actitud del lehendakari obcecado en generar “todo el conflicto del mundo”.
Quien controla el legislativo, controla las cajas.
Por su carácter semipúblico, y en virtud de sus estatutos, el control indirecto de las cajas depende por completo del poder político. Así es en el caso de las cajas vascas, pero también en el de Caja Navarra, cuyo Consejo General y Consejo de Administración depende de la composición del legislativo y el ejecutivo que emana de éste. La fallida autoproclamación como candidato de Maiorga Ramírez para ocupar un puesto en el Consejo General de la CAN, en nombre de Nafarroa Bai, hubiera podido ser algo más que una anécdota en caso de que el actual gobierno, como pudo haber sucedido en el verano de 2007, hubiera sido conformado por una coalición nacional-socialista. Tal hubiera sido la consecuencia de la estrecha dependencia estatutaria entre la CAN y el mapa político navarro. En el caso de las cajas vascas, ante la dificultad de cerrar una operación a tres bandas y en espera de una coyuntura más favorable, el nacionalismo podría haber estudiado la posibilidad de cerrar una fusión por etapas empezando por la BBK y Kutxa, las cajas que controla. O al menos en tal sentido se ha vuelto a especular en los últimos días.