¿Cómo pretenden Pedro Sánchez y Pablo Iglesias hacer frente al estropicio económico y el desbarajuste en las cuentas públicas que tienen delante? Desde luego no ajustando las cuentas ni recortando los gastos, sino trasladando el enorme boquete en las cuentas a la Unión Europea, mutualizando las pérdidas. En este empeño comparte objetivos, naturalmente, con el gobierno italiano.
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Frente a lo que pudiera pensarse, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias han obtenido cierto éxito en la negociación con Francia y Alemania, al punto que aceptan un presupuesto europeo con 750.000 millones destinados a ayudar a los países más afectados económicamente por el COVID-19. En el caso de España, recibiría de esa cantidad 140.000 millones. A su vez, de esos 140.000 millones, 77.000 millones serían transferencias directas a fondo perdido (una especie de regalo) y 63.000 millones en préstamos.
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Como es lógico estas ayudas representan un enorme balón de oxígeno para Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, aunque la llegada del dinero todavía debe salvar algunos escollos. En este caso los principales opositores a regalarnos el dinero por la cara son Holanda, Austria, Suecia y Dinamarca. Irónicamente, estos son los países a los que PSOE y Podemos dicen a veces que quieren parecerse. Estos países, por el contrario, parece que no quieren parecerse a la España que gobiernan PSOE, Podemos y Bildu. Es decir, estos países pueden tener un estado del bienestar potente, pero si lo tienen es por dos buenos motivos: primero porque a su vez tienen un sector privado potentísimo, que les permite financiar ese estado del bienestar, y segundo porque son países que tienen sus cuentas ajustadas y equilibradas. Gastar más de lo que se ingresa no es ni capitalismo ni socialdemocracia, sino gasticidio.
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Evidentemente los países que se esfuerzan en mantener sus cuentas equilibradas y que carecen de un complejo no superado de ser unos fascistas que les deben algo a Pedro Sánchez o Pablo Iglesias, se oponen frontalmente a quitarle el dinero a su gente, que trabaja duro para generarlo, para regalárselo a unos manirrotos que se niegan a recortar otros gastos y se disponen a repartirlo para crear una nueva casta de votantes subsidiados.
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La moraleja de regalarles una montaña de dinero a Pedro Sánchez y Pablo Iglesias resulta por otro lado perturbadora. En España todo el mundo podría extraer la conclusión de que a los gobiernos de derechas sólo se les ayuda a cambio de recortes y ajustes, mientras que a los gobiernos de izquierdas se les regala el dinero. Podría decirse que Macrón y Merkel les están diciendo a los españoles que no voten a la derecha ni a la gente seria que intenta cuadrar los presupuestos, y que serían bobos en el futuro su alguna vez tratan de ajustar los gastos a los ingresos.
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Otra moraleja perturbadora es que a lo mejor muchos europeos concluyen que Boris Jonshon tenía razón, o más exactamente que los partidarios del brexit tenían razón. En ese regalo de 750.000 millones los británicos, gracias a haber salido corriendo, se evitan ahora la parte alícuota de la factura que les tocaría pagar para rescatarnos, sin duda varias decenas de miles de millones de euros. No es descartable que otros muchos países europeos que se esfuerzan por mantener una disciplina fiscal lleguen a la conclusión de que la UE es un timo y que los británicos tenían razón. En toda esta maniobra de regalarnos el dinero sin exigirnos buena gestión puede haber un intento de evitar que en Italia o España cunda el euroescepticismo si no nos ayudan por la cara. Sin embargo, frenar el euroescepticismo en unos países a base de regalarles dinero puede generar euroescepticismo y con más razón entre los países que aportan ese dinero. De todos modos está por ver que la UE de los 27 acabe entregando el dinero a España sin condiciones, por no mencionar el problema mayor a largo plazo: nadie al que le regalas el dinero para tapar sus agujeros recibe el dinero y tapa los agujeros. Por el contrario, recibe el dinero y hace los agujeros más grandes porque no le cuesta nada el dinero que se le regala para taparlos. Nunca se puede acabar con un comportamiento que en el fondo, por otro lado, se está premiando.
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