Bienaventurados los que tienen su dinero en un paraíso fiscal

Noten que no hemos titulado esta reflexión como bienaventurados los defraudadores de Hacienda, sino bienaventurados los que tienen su dinero en un paraíso fiscal, o por lo menos en un lugar seguro del extranjero. A veces se mezcla todo pero obviamente no es lo mismo ni por asomo. Tener el dinerito a buen recaudo en el extranjero puede no sólo no ser rechazable sino fuertemente aconsejable.

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Para empezar, tener dinero o bienes en el extranjero, incluso en un paraíso fiscal, no tiene por qué ser ilegal. Uno de los problemas con las informaciones que se están publicando estos días es que se están ofreciendo datos en bruto sin ningún tipo de distinción. Cualquiera que lea estas líneas, sin embargo, podría tener una cuenta en Suiza, en Andorra o en Luxemburgo de forma totalmente transparente y legal. Ni siquiera es demasiado complicado y problemático en estos tiempos. El mayor problema no es tener la cuenta, es tener el dinero. Desde luego es probable que mucha de la gente que tiene una cuenta en un paraíso fiscal la tenga para ocultar ingresos y bienes al fisco, pero eso es lo obvio y por tanto lo menos interesante del asunto.

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Todo el mundo sabe que es un principio de prudencia elemental convertido en sabiduría popular el consejo de no meter todos los huevos en la misma cesta, no sea que se te caiga al suelo la cesta y se te rompan todos los huevos. En el plano de la inversión se suele desaconsejar tener todos los ahorros en bolsa, menos aún en acciones de sólo una compañía, o sólo en inmuebles, o sólo en deuda pública, o sólo en oro, o sólo en euros, o sólo en una obra de arte. Sin embargo, somos mucho menos conscientes del riesgo de tener invertido todo en un sólo país y dependiendo de un sólo gobierno. El riesgo de tener todo en un mismo país no sólo es por ejemplo el de padecer un corralito, para lo que también interesa tener geográficamente diversificado el patrimonio, sino que el riesgo sea el propio gobierno. Es decir, ¿cómo nos cubrimos del riesgo de un gobierno que en un momento dado quisiera confiscar todo nuestro dinero?

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Podría pensarse que esta hipótesis resulta sumamente improbable, más aún en España y en el seno de la UE. No obstante, hemos visto cosas parecidas no ya en Venezuela, sino en Argentina. Cosas como que el gobierno se quede con los fondos de inversión privados para pagar las pensiones públicas. Si en un momento dado quiebra el estado o el sistema de pensiones, ¿qué medidas podría tomar el gobierno contra los particulares para sacar dinero a la desesperada de donde pudiera? Y por supuesto por más que seamos España o estemos en la UE hay que ser consciente del tipo de gobierno que tenemos en este momento. Un gobierno en el que se compite por ver quién es el más comunista, el más enemigo de las empresas, el más enemigo de la propiedad privada, el más enemigo de la libertad. Puede que aún estemos lejos del tipo de gobierno que podría expropiarse de nuestro dinero en la cuenta corriente, pero más cerca que con cualquier otro gobierno de nuestra historia reciente o que con cualquier gobierno de nuestro entorno. Por si acaso, para poder hacerlo, el gobierno ya se va dotando a sí mismo de instrumentos como la Ley de Seguridad Nacional.

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Frente al creciente radicalismo comunistoide del actual gobierno no sólo es que se puede sacar legal y transparentemente dinero de España, sino que a lo mejor resulta hasta recomendable, o envidiable respecto al que pueda hacerlo. Anatema no es poner a seguro nuestro dinero donde podamos, anatema es un gobierno que nos robe el dinero, no ya mediante unos impuestos del 50%, o del 55%, o del 65%, a lo que ya casi nos vamos acostumbrando, sino mediante un acto extraordinario, ilegal o legal sólo mediante el establecimiento de una legalidad habilitante o directamente revolucionaria.

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Interesa en una reflexión como esta hablar del patriotismo fiscal. Es frecuente, de hecho, que políticos que odian a España o la venden por fascículos apelen sin embargo a menudo al “patriotismo fiscal”. Patriotismo -dicen- es pagar las escuelas y los hospitales (públicos), no ponerse una banderita en la solapa, aunque lo uno no quite lo otro y aunque muchos odiadores de España ni paguen impuestos, o escasísimamente, ni se pongan jamás la bandera de España. Por otro lado, si el patriotismo se midiera según la aportación a las arcas fiscales, el mayor patriota de España sería Amancio Ortega, que sin embargo es una de las personas más odiadas por la izquierda. En realidad resulta un tanto paradójico que la izquierda considere como el más elevado gesto de patriotismo aportar dinero a las arcas públicas y sin embargo odie con todas sus fuerzas precisamente a quienes más aportan a ellas. Naturalmente todo esto parte de un gran equívoco que consiste en identificar la patria con el estado, o incluso con el gobierno. No sólo es que el gobierno y la patria puedan ser cosas distintas, sino que a veces el gobierno se puede convertir hasta en un enemigo de la patria, o en un gobierno vendido a los enemigos de la patria. Alguien que se llevara todo su dinero al extranjero, no pagara impuestos en España, pero después realizara donaciones privadas en España por importe igual al que le hubieran costado los impuestos, sólo que eligiendo su destino, ¿sería acaso peor o menos patriota? ¿El mejor alemán era el que más impuestos pagaba en la Alemania de Hitler? El dinero que no dedicamos a pagar impuestos, ¿no genera actividad y crea riqueza en España igual o más o de manera tan esencial para el mantenimiento del país como el dinero de los impuestos? ¿No se pagan los colegios y los hospitales al final con esa actividad y riqueza? ¿No podría haber escuelas y hospitales en un país sin gobierno o en el que las escuelas y los hospitales no fueran del gobierno?

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El patriotismo fiscal es un concepto bastante escurridizo, fácilmente manipulable y a menudo un camelo. El gobierno es un riesgo para nuestro patrimonio como cualquier otro, seguramente no el menor, en algunos momentos concretos y con algunos gobiernos concretos el mayor de todos los riesgos. Un gobierno que no asegura la propiedad privada tiene bastante menos legitimidad moral para condenar la evasión fiscal o la fuga legal de capitales que uno que garantice la seguridad jurídica y la propiedad. Patrotismo es convertir tu país en un lugar al que la gente quiere traer su dinero para generar empleo y prosperidad, no generar terror para que la gente empiece a pensar en huir y llevarse fuera su dinero antes de que se lo expropie el gobierno, haciendo que se empiece a considerar bienaventurados a los que tienen su dinero en el extranjero.

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