La semana pasada les contábamos que el Tribunal Administrativo de Navarra había estimado un recurso presentado por UPN, confirmando que Asirón se saltó la ley al ceder el edificio Antzara de Mendillorri a un difuso conjunto de entidades afines al cuatripartito, para su utilización como gaztetxe.
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También les contábamos que el edificio había costado 315.000 euros, que no sirve más que como bajera de lujo para colectivos radicales o para guardar los gigantes hasta que lleguen las fiestas, y que fuera de estos colectivos el único que había tenido algún beneficio era el despacho de arquitectos del hermano de Barcos, que casualmente había realizado el proyecto.
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Una pequeña exploración por las redes sociales ayuda a visualizar cómo el edificio Antzara efectivamente se ha convertido en un club privado de radicales y que éste es el destino y uso de los 315.000 euros de los contribuyentes de Pamplona.
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Pese a la farsa de que se trata de locales populares y autogestionados, lo cierto es que si hay subvención no hay autogestión, que autogestión es pagarte tú el local y no que te lo ponga el ayuntamiento a costa del resto del personal, que popular es que se refleje la pluralidad de la sociedad en el uso del local, y que alternativo es todo lo contrario de recibir un local de regalo del gobierno para promover el discurso del gobierno. Por tanto ni autogestión, ni popular ni alternativo, sino expolio, amiguismo y pensamiento único. ¿Cómo llamar a que el dinero pase del bolsillo de todos al bolsillo de mis adeptos utilizando el poder para ello? Cada día estamos más convencidos de que ser revolucionario y alternativo, en la sociedad actual, consiste sobre todo en que alguien se pague las copas con su dinero.
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2 respuestas
Por las fotos, el edificio, que no tengo el gusto de conocer, me recuerda a una planta de tratamiento de residuos urbanos.
Pues sí, Urko Jon, importada de la China de Mao o de la Cuba castrista. No podría ser de otra forma.