> N. C. Si queremos más pruebas de la distancia que separa las intenciones del Gobierno de España de los propósitos de ETA y sus satélites, basta con leer un extracto de la entrevista que Arnaldo Otegui concedió a Euskadi el pasado cuatro de noviembre. A raíz del último comunicado de ETA, en el que la banda terrorista se reafirmaba en sus objetivos de siempre, Otegui señaló que “Hay que plantear recetas de futuro, que pasan por el cambio de estatus político y por que eso se dé de manera acordada”. A diferencia de lo que piensan los socialistas, que anteponen ingenuamente la paz a cualquier concesión política, el dirigente abertzale considera que “lo que estamos tratando no es de dar solución a una crisis de manera táctica para entrar en otra crisis dentro de tres meses. No vamos a salir del paso sin más, sino a poner el proceso en velocidad de crucero y sobre bases sólidas”. Detrás de esta jerga de corte marxista está la idea de que la paz no es relevante para ellos, sino que la clave está en un supuesto conflicto que los vascos mantienen con el Estado español, que impide que en Euskadi exista verdadera democracia y derecho a decidir. Lo malo es que todo este discurso está comenzando a dejar huella en algunos políticos, que se dejan llevar por la idea de que la paz no llegará mientras no se les “reconozcan” determinados derechos a los radicales. Por eso, se muestran proclives a debilitar los cimientos del Estado de Derecho y poner en marcha iniciativas, como la mesa de partidos, que por ahora no tienen ninguna legitimidad política para decidir nada. Parece que la paz tendrá que esperar.