El candidato socialista a presidir la Generalidad de Cataluña, Salvador Illa, se ha pasado toda la campaña electoral prometiendo que no pactaría con los independentistas para llegar al gobierno. Obviamente con este discurso pretendía, con cierto éxito, captar de regreso el voto desencantado de Ciudadanos que cierto día acaso llegó del propio PSC a la formación de Arrimadas. El hecho en cualquier caso, y ahí está la hemeroteca para el que no le llegue la memoria, que el principal y más repetido mensaje de Illa a lo largo de la campaña es que no pactaría con el separatismo.
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Pues bien, ayer mismo el PSN, analizando los resultados electorales en Cataluña, le aconsejaba a Illa por boca de Ramón Alzórriz que «hay que dejar de hablar de bloques, de independentistas y no independentistas, y poner encima de la mesa políticas que mejoren la vida de la gente». O sea, que pacte con los independentistas. Más allá de la conveniencia para el país y para la gente de buscar o no el apoyo de los separatistas, lo que desde luego llama la atención es la desenvoltura de Alzórriz, de todo el PSN, para asumir que los socialistas han mentido durante toda la campaña y que al día siguiente hay que empezar a hacer exactamente lo contrario de todo lo prometido. Para esta gente la mentira es un auténtico estilo de hacer política. Tal vez deberíamos estar acostumbrados a la mentira, incluso cuando es tan flagrante, ¿pero qué clase de sociedad será esta el día en que mentir de esta manera tan escandalosa se encuentre totalmente normalizado? ¿Y este es el partido que quiere que quiere crear un órgano para perseguir las mentiras en las redes sociales? Pero si la mentira es su instrumento de trabajo y su forma de entender la política.
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Ojalá pudiéramos pensar que las palabras de Alzórriz son una forma personal de Alzórriz de entender la política. Un caso aislado y no una pandemia. En absoluto. El PSN no ha desmentido a Alzórriz. De hecho el propio Salvador Illa ya ha anunciado que va a iniciar contactos con todos los partidos, menos con VOX, para intentar llegar a la presidencia. Prácticamente nos confirma a gritos que es un mentiroso.
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Irónicamente, todos los partidos separatistas firmaron un acuerdo antes de las elecciones comprometiéndose a no alcanzar un pacto de gobierno con Illa. O sea, ningún partido separatista se creía a Illa cuando decía que no pactaría con ellos, al punto que fueron ellos los que decidieron comprometerse a no pactar con Illa. ¿Serán ahora sin embargo menos mentirosos que Illa?
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Podría pensarse que esto de mentir en campaña electoral es una cosa normal, que tampoco hay que sacar las cosas de quicio, ¿pero realmente la mentira en política es un asunto menor? Es decir, si un partido se presenta con un compromiso a las elecciones y al día siguiente lo quiebra, ¿cuál es su legitimidad democrática? ¿Qué legitimidad tiene el resultado electoral? ¿Acaso la democracia no se basa en que la gente escuche el discurso de los diversos candidatos y elija al que más le convence? Que lo dicho para captar el voto de la gente sea mentira pervierte completamente la esencia de la democracia. Si pensamos que mentir en campaña es normal en realidad tenemos una idea muy extraña de la democracia, la democracia se basa en que el discurso de los candidatos es real. En otro caso lo mismo da votar A que votar B o votar C, o no votar, o votar a C queriendo votar a A. Nada tiene sentido si todo es mentira. ¿Va a devolver Illa el voto a todos aquellos que apenas hace 24 horas le votaron no porque les gustara el PSC, sino porque escuchando el compromiso de Illa consideraron que era el voto útil para hacer de dique de contención frente a los partidos separatistas? ¿No deberían ser ahora nulos todos sus votos?
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En alguna ocasión ya hemos desarrollado la idea de que la influencia de un ciudadano sobre el gobierno en una dictadura es cero. En una democracia su influencia sobre el gobierno no es 0, como en una dictadura, pero casi, concretamente 0,00000003, o el resultado de dividir su voto por el censo total. Sólo falta que encima aceptemos que nos mientan ese único día entre 1.460 días en el que nos permiten ejercer nuestro insignificante 0,00000003 de influencia. ¿Nos puede llamar mucho la atención si la gente se acaba cansando de votar? ¿Nos tenemos que creer que vivimos en un sistema en el que la gente controla al gobierno y no a la inversa porque cada 1.460 días podemos ejercer un 0,00000003 de influencia basado en una mentira que nos ha contado el candidato por el que votamos? Por si alguien piensa lo contrario, esta no es una reflexión en contra de la libertad, como si nos gustara más el 0 que el 0,00000003, sino todo lo contrario. No estamos pidiendo menos libertad sino mucha más. Queremos más libertad. Queremos controlar más al gobierno. Queremos que el gobierno nos controle menos a nosotros. Queremos equilibrar el tablero. Y por supuesto queremos y exigimos sinceridad.
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La palabras de Alzórriz, por lo demás, tan sólo vienen a confirmar que del PSN nos podemos esperar cualquier mentira. Todo les vale para alcanzar el poder. ¿Será cierto que la clase política es sólo un reflejo de la sociedad? Un político se puede equivocar, pero no puede mentir. Aparte de la cuestión moral, una democracia se basa en la verdad, en poder votar a los candidatos con una esperanza razonable de que lo que dicen coincide con lo que piensan hacer. De otro modo, ¿qué sentido tiene votar?
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Pregunto: si la entrevista es a @sanchezcastejon y se la hace #Pepa ¿eso es offtherecord or ontherecord ?
Escuchen y comparen con lo hecho. pic.twitter.com/QDCF83vmGz— Cerrodelascanteras (@luanco56) June 4, 2020
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