Alsasua la vuelve a liar con sus no-fiestas

Otra vez Alsasua. Fiestas, botellones, líos, violencia. Primero la policía tiene que desarticular un macrobotellón con carpa, altavoces y grupo electrógeno, con ocasión de las no-fiestas de Alsasua. En Alsasua hasta la normas sanitarias se violan a lo bestia. Poco después un numeroso grupo de «txabales», se habla de hasta 300, se enfrentaron a la policía tirando botellas y piedras y quemando contenedores. Hasta cierto punto rutina. Rutina para ser Alsasua, claro. Entremedio el Diario de Navarra publicaba una entrevista al alcalde de Alsasua, Javier Ollo (Geroa) quejándose de la criminalización y la mala imagen de Alsasua.

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En cualquier pueblo le pueden pegar a un negro, pero si le pegan en un pueblo en el que se celebra el dia sin negros, la cosa adquiere otros matices. Para el alcalde la culpa no es de los que celebran el día del pueblo sin negros, sino de los negros y de los medios que hablan de ello, dando mala imagen del pueblo. El alcalde de Alsasua forma parte del problema ya sea por cobardía o porque realmente se cree lo que dice. Eso sí, al alcalde de Alsasua le va muy bien electoralmente en Alsasua con su discurso. O sea, razones electorales para cambiarlo no tiene. Pero eso también es parte del problema.

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Por lo demás, si realmente la txabalería y sus defensores se creen que hay unas figuras en la sombra tratando de criminalizar Alsasua, el hecho es que ellos hacen todo lo posible para darles material para esa campaña. Como si o no se creyeran su propio discurso o no fueran muy listos. En una ciudad de 150.000 habitantes que varias decenas de jóvenes se enfrenten a la policía al hacer un botellón puede ser normal, pero centenares en un pueblo de  7 mil… Naturalmente todo esto a los pocos días de celebrar el día del pueblo sin policías. En cualquier otro sitio se llama irresponsables a los jóvenes por organizar una fiesta multitudinaria, en Alsasua se los defiende por organizar una fiesta multitudinaria, quemar contenedores y lanzar piedras y botellas a la polícia. En Alsasua no suman la violencia en masa a la irresponsabilidad, sino que se alega que se está atacando al pueblo y la imagen de los alsasuarras. No la atacan los que organizan el Ospa Eguna. No la atacan los que graban videoguías mostrando cómo hay que acudir en grupo a sacar a palos a los policías cuando entran a un bar. No la atacan los que apalizan a los policías. No la atacan los que presionan a las familias de las víctimas hasta conseguir echarlas del pueblo. No la atacan los partidos que se niegan a condenar las agresiones y el clima de odio del que brotan las agresiones. Las atacan las víctimas, la Justicia y los medios que lo denuncian. Estos que  hablan así se autocalifican de «moderados», los alejados de los extremos. Ni con los bomberos ni con los pirómanos. Ni con el cáncer ni con los médicos.

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Comenzábamos diciendo que ninguna agresión en Alsasua a un negro puede ser igual a una agresión a un negro en otra parte. Porque en cualquier lado puede pasar que le peguen a un negro, pero en Alsasua se celebra antes el día sin negros y se graban vídeos con instrucciones para echar violentamente a los negros, lo que constituye un matiz diferencial esencial. Ya sólo celebrar el día sin negros sería algo absolutamente lamentable que claro que mancharía la imagen de Alsasua, pero no la mancharían quienes lo contaran y denunciaran, sino quienes celebraran el día sin negros. Tras tanto tiempo celebrando el odio contra los negros la cosa, como era previsible, un día pasó a mayores. La relación entre el clima de odio creado y las agresiones es evidente, tan evidente como que la mala imagen de Alsasua la crean quienes mantienen ese clima de odio y no quienes lo sufren. Si esto no lo ve el alcalde, el periodismo nacionalista o los políticos nacionalistas, es obvio que todavía viven en un estadio predemocrático. El problema es que mantener comportamientos fascistas sólo es castigado cuando el electorado es minoritariamente fascista. Cuando los métodos fascistas utilizados por el nacionalismo son aprobados por un importante segmento de la sociedad, puedes poner de candidata a la madre de un agresor, sólo por ser la madre de un agresor, y conseguir hasta que salga de diputada. Lo único que esto quiere decir es que el problema que tenemos aún con la violencia nacionalista no es meramente grave sino gravísimo. Como venimos de que nos maten parece que estamos mejor, y efectivamente lo estamos, pero una cosa es mejor y otra normal, o siquiera aceptable. Lo que sucede en Alsasua no es ni aceptable ni medianamente normal. Ni la defensa de ciertas formaciones de esa anormalidad, a la que por otra parte la defensa de esas formaciones tiende a perpetuar.

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