¿Alguien sabe cómo no votar a von der Leyen?

Las elecciones europeas son muy importantes pero a la vez son una gran impostura. En virtud de esa impostura podemos tener al frente de la UE a Ursula von der Leyen durante un nuevo mandato. Más dudoso que el hecho de que von der Leyen seguirá presidiendo la Comisión Europea, si los europeos no despertamos, es el hecho de con qué apoyos va a conseguirlo. O sea, que podemos votar lo que queramos, que ya se las apañará doña Ursula para ser reelegida. Doña Ursula ya ha dado pistas de que para seguir al frente de la Comisión lo mismo le da pactar con Meloni que con los verdes y socialistas. Y después que si hay que ver lo bien que se entiende con Sánchez y que a veces parecen almas gemelas.

Conviene subrayar cuestiones como esta, porque doña Ursula von der Leyen se puede convertir otra vez en presidenta de la Comisión Europea sin un sólo voto popular. Es decir, doña Ursula no es candidata de ningún partido. El domingo no hay ninguna papeleta en el colegio electoral para que los españoles podamos elegir a doña Ursula. Doña Ursula no va a ser por tanto presidenta, caso de ser reelegida, con el voto directo de un sólo español. Pero tampoco con el voto de ningún francés o alemán.

Solemos pensar que la UE es una especie de entidad luminosa que encarna los más altos valores democráticos. Por ello y como si se tratara de una deidad bondadosa, cuando tenemos un problema en nuestro país solemos esperar que la solución nos llueva del cielo por un gesto gracioso de la varita mágica de von der Leyen. Pero nada más lejos de la realidad. Si hay algo poco ejemplar desde el punto de vista demócratico es el funcionamiento de la UE. Doña Ursula puede acabar siendo presidenta sin presentarse como candidata este domingo en ningún país. Sin tener por tanto ni un voto popular. Sin habernos presentado a los europeos un programa y sin explicarnos cómo o con quién o cambio de qué va a pactar su reelección.

Con estos antecedentes podría pensarse que es absurdo votar el domingo pero en realidad no es esta la solución. No se trata tanto de desentenderse de Europa como de cambiar el enfoque que tenemos respecto a Europa. De entrada no podemos desentendernos porque nuestras políticas se van a decidir en gran medida en Bruselas. Desentendernos no evitará que Brsuelas decida sobre nuestras vidas sino que lo haga sin siquiera un amago de resistencia. Lo que tenemos que modificar es el enfoque en el sentido de que no es Europa la que va a venir a salvarnos de nada, más bien al contrario, sino que somos nosotros los que tenemos que ir a Europa a cambiar las cosas. Malamente va a salvar la UE a la democracia española de los sanchistas cuando primero habría que democratizar a la UE para salvarla.

Si von der Leyen no aparece en ninguna papeleta ni nadie la vota, ¿cómo se convierte entonces en presidenta de la Comisión Europea? Pues porque la propone como candidata el Consejo Europeo. Concretamente, el nombramiento de von der Leyen fue un conejo que se sacó de la chistera Macrón cuando la citada era ministra de defensa de Angela Merkel. O sea, que quienes deciden no son los ciudadanos sino los 27 prebostes del Consejo Europeo, para lo que pueden elegir a cualquier candidato se haya presentado o no a ninguna elección.

Naturalmente el candidato es después avalado por el Parlamento Europeo, pero el candidato no elegido como tal por el pueblo, que tampoco tiene ningún programa elegido por la gente, no hace más que pasar el trámite de una votación que a su vez no es sino fruto de los despacheos y trapicheos de los 27 presidentes nacionales, de los que a su vez los que pinchan y cortan algo son en definitiva el presidente francés y el alemán.

Como puede apreciarse, la naturaleza democrática de la UE deja bastante que desear. En buena medida lo que hacen Macron, Scholz o Sánchez es ponerse a sí mismos unos títeres por encima de sus cabezas, como von der Leyen, para que parezca que el dinero no se lo dan a sí mismos. Por lo demás, el Parlamento Europeo queda secuestrado por la conformación de unas mayorías que se deciden mucho más en oscuros despachos sin publicidad alguna que en las urnas. Como decíamos, vamos a votar sin poder elegir la papeleta de la persona que presida la Comisión Europea, sin saber su programa, y sin saber en quién se va a apoyar para formar mayoría en el Parlamento. Es por eso que seguramente no tiene sentido otro voto el domingo que no sea un voto disruptivo. Un voto que cuestione el propio mecanismo. Un voto que sacuda y renueve los cimientos de una casta política europea cuya única ideología es la permanencia en el poder y la conservación y perpetuación de la propia casta. Con el agravante de que, para no enfrentarse a los grandes poderes globalistas de la que es hija, el programa que ha abrazado esa casta como propio, indiscutible y obligatorio, es la Agenda 2030. Cuidado por tanto porque sobre la mesa el domingo va a haber muchas papeletas distintas, pero en realidad casi todas esas papeletas representan y defienden lo mismo.

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