Como es sabido, se trata de Alfonso Arroyo, asesor de campaña de los socialistas y Director General de la consultora Imascé Comunicación, de quien les hablamos en una edición anterior de Navarra Confidencial. Está resultando muy llamativo que el señor Puras elija a un profesional de la comunicación para acompañarle en sus negociaciones, en vez de contar con otros compañeros del partido. De hecho, ya se ha comentado el malestar de algunos socialistas por esta decisión de Puras, puesto que da la impresión de que confía más en su asesor que en los dirigentes del PSN. Nadie discute el pequeño milagro que ha logrado con un candidato tan gris como Puras, pero no pocos consideran que los pactos son cosa del partido y no de los expertos. La iniciativa del presidenciable imita la costumbre de políticos de otros países, que contratan un jefe de campaña experto en marketing político para que le guíe cada minuto en la conquista del poder. En cierta medida, el caso es un ejemplo de modernidad en el juego político foral. Pero al mismo tiempo, es signo de que, de forma más descarada si cabe, se entiende la política como un ejercicio de pragmatismo, o si prefieren, de cinismo. Los jefes de campaña no dicen nunca, como en el juego, ni ‘sí’, ni ‘no’, ni ‘bien’, ni ‘mal’, ni ‘blanco’ ni ‘negro’. Los principios ideológicos se subordinan a las señales que se obtienen de las encuestas y de los mensajes lanzados desde los medios de comunicación, con el fin de difundir un discurso que conecte con la corriente mayoritaria del momento. Bajo esta filosofía, se explica muy bien la ambigüedad permanente por la que se mueve el PSN. Casi un mes después de las elecciones, todavía vivimos de sorpresa en sorpresa y dejamos abiertas todas las posibilidades de Gobierno. Lo malo es que a fuerza de regate corto se deterioran los pilares de la democracia. Y si no, piensen en la elección de la Presidencia del Parlamento de Navarra. La interesada se enteró apenas media hora antes de ser elegida.