El Departamento de Salud del Gobierno de Navarra en la Calle Amaya número 2 de Pamplona, fue testigo a las 14 horas de ayer de la entrega de las 7.846 firmas contra el abortorio de Ansoáin que en poco más de dos semanas ha recogido Alerta Navarra.
En cuanto se conoció la noticia de la próxima apertura en Ansoáin de una clínica abortista, un grupo de jóvenes puso en marcha la recogida de firmas para mostrar el rechazo que la apertura de este negocio suscita entre miles de navarros indignados.
Aunque los provida navarros intentaron concertar cita directamente con la Consejera María Kutz llamando repetidas veces por teléfono a su Departamento, les fue imposible por encontrarse su agenda completa. O al menos ésa fue la explicación que les dieron. A pesar de ello y siguiendo los consejos de su amable secretaria, trataron de localizarle in situ, intento que a su vez resultó fallido. Eso sí, dejaron las firmas en el Departamento debidamente registradas. Aunque no ha sido el más publicitado, ha sido en Navarra el más numeroso movimiento de indignados. Y además, los indignados saben perfectamente en este caso contra qué están indignados.
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16 respuestas
No os engañéis.
Nadie disfrutó matando a todos aquellos millones de judíos.
Hubo que hacerlo, sí, pero sin disfrutar.
Si se hubiera impedido que todos esos judíos entraran en Alemania, no hubiera hecho falta llegar al desagradable extremo de tener que matarlos.
Pero ahí estaban los integristas de siempre impidiendo que se tomaran medidas preventivas a tiempo.
Por otro lado, fueron muchos los expertos que determinaron que los judíos no eran propiamente humanos, sino más bien «untermensh» (subhumanos), con lo que su eliminación no era propiamente equivalente a la de los seres humanos. Por ello tampoco hacía falta enterrarles como humanos ni la eliminación de un judío podía estar penada como la de un humano.
Todo esto, naturalmente, avalado por un legislación democrática aprobada en el Parlamento, que dividía a los alemanes entre los «ciudadanos del Reich» y meramente «nacionales» (los judíos), según las Leyes de Nuremberg de 1935. Es decir, que lo suyo es decir que quien no aceptara esto de hecho era un antidemócrata.
Concluyo diciendo que en principio ninguna ley alemana obligaba a matar a ningún judío. Si alguien no quería matar judíos no tenía porqué hacerlo. Simplemente tenía que respetar la libertad de otros para hacerlo.