Alemania: ser un ultra ya no es lo que era

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Los resultados de las elecciones en Alemania necesariamente nos inspiran algunas lecturas desde España. Para empezar la tardanza de los alemanes en ofrecer resultados oficiales de las elecciones, siquiera parciales, hasta casi el amanecer del día siguiente. Puede que no sepamos diseñar motores como los alemanes, pero contando votos a los españoles no nos gana casi nadie. En cuanto a los resultados en sí, la principal novedad es la entrada de la “ultraderecha” en el parlamento alemán, encarnada en Alternativa Por Alemania, con entre un 12% y un 13% de los votos. Es la primera vez que la “ultraderecha” entra en el parlamento alemán desde la Segunda Guerra Mundial.

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¿Qué es ser ultra? ¿Quién es más ultra?

Más allá de citas personales anecdóticas, que se podrían buscar entre los dislates de los líderes de cualquier partido para descalificarlo, la forma que tiene el diario El País de mostrar el perfil de esta formación política es decir de ella que defiende “Una nación cerrada, fuera de la UE y sin derecho al aborto”. Aunque todo ello fuera cierto, nada de ello convertiría a Alternativa Por Alemania en una formación nazi, ni siquiera “ultra”. En los últimos tiempos venimos asistiendo a un claro intento por parte de los grandes medios y los grandes partidos, de los que formaciones como Podemos no son alternativa sino expresión más pura y radical, de imponer un pensamiento único en virtud del cual todo aquel que se aparta un milímetro del pensamiento políticamente correcto es un ultra, un nazi, un franquista, un cunetero, un homófobo, un racista, un genocida, un torturador… Hay que analizar detenidamente por tanto si cuando a alguien se le llama ultra es un ultra, que se ha dedicado al terrorismo de moqueta y al secuestro, que defiende a sujetos que van con artefactos explosivos en la mochila, o que defiende regímenes totalitarios como el cubano, el soviético y el bolivariano, o simplemente alguien que piensa que los hombres tienen pene, que tan bárbaro es sacar a un niño del vientre de su madre y matarlo como matarlo y sacarlo del vientre de su madre, que hay un límite entre ser solidario e incentivar el parasitismo, que no hay prosperidad ni bienestar sin esfuerzo o que no es vergonzoso sentirse orgulloso de tu país, aunque no seas separatista.

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Euroescepticismo, inmigración

En cuanto a la Unión Europea y la inmigración, es obvio que determinada visión de la UE puede conducir al euroescepticismo justificado, si la UE se convierte en una burocracia lejana, cara, abstrusa, endogámica, centralista e impositiva, que dirige a los nacionales de los distintos países como una especie de politburó en vez de ser los nacionales de los diversos países los que la dirigen a ella. Desde otro punto de vista, los de Alternativa por Alemania lo mismo no son más antieuropeos que la presidenta del Parlamento de Navarra. La UE tampoco se puede convertir en un club en el que unos, por sus virtudes, son castigados con el papel de rescatadores, y otros por sus vicios son premiados con el papel de rescatados, más allá de una cierta solidaridad o incluso un cierto interés propio. Respecto a la inmigración, no se puede tildar de xenófobo o racista a cualquiera que simplemente defiende que existan unos mínimos controles para la entrada de personas en el país, tanto por seguridad, como por sostenibilidad, como por defender los salarios (la entrada masiva de inmigrantes o se traduce en marginales sin empleo o en demandantes de empleo que tiran hacia abajo de los salarios), o incluso como escudo frente a la disolución cultural (si alguien quiere convertir el país de acogida en el país de huida, sus costumbres y su modo de vida, se podía haber ahorrado el viaje). Defender la propia seguridad no es odiar a todos los que viven al otro lado de la frontera o pensar que los extranjeros pertenecen a razas inferiores. En realidad, todos los que abogan por eliminar las fronteras luego tienen una cerradura en la puerta de su casa, cuando la lógica es exactamente la misma.

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El ascenso de formaciones a las que, con o sin razón, se denomina constantemente como “ultras”, nos lleva asimismo a la conclusión de que el abuso y la trivialización de la palabra “ultra”, como el abuso y maluso de los antibióticos, empieza a dejar el uso de esta palabra sin efecto. Para grandes masas de votantes este calificativo ya no es un freno a la hora de votar.

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Hace tiempo que se viene advirtiendo, por otro lado, que la inmigración sin control por la que aboga la extrema izquierda, el “welcome refugees” sin matices y el papeles (y dinero) para todos acabaría produciendo un auge de la extrema derecha. El motivo del auge de la extrema derecha es la extrema izquierda. ¿Quiere la extrema izquierda mitigar el crecimiento de la extrema derecha? Una buena fórmula puede ser suavizar y matizar su propio discurso, ya sea en materia de inmigración, de seguridad o incluso el aborto. Si las personas para las que estas cosas son importantes no tienen alternativa salvo votar a la extrema derecha, votarán a la extrema derecha. Paradójicamente, la reacción de la extrema izquierda cuando ve crecer a la extrema derecha suele ser radicalizar su discurso, lo que realimenta el fenómeno.

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El socialismo alemán y las tesis de Pedro Sánchez

Los socialistas alemanes del SPD han interpretado su mal resultado electoral como un voto de castigo por su apoyo a Merkel durante la última legislatura. A la vista de este hecho, Pedro Sánchez podría pensar que se confirma su teoría de que no puede apoyar en nada al PP y tiene que apoyarse en Podemos. Esta conclusión sin embargo puede resultar demasiado apresurada.

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Si comparamos los resultados de 2017 con los de 2013, es cierto que los socialistas han bajado 5,2 puntos (resultados sin finalizar aún totalmente el recuento), pero es que el partido de la propia Merkel ha bajado 8,6. El castigo a los cristianodemócratas ha sido mayor que el de los socialistas. Por otro lado, la formación a la izquierda de los socialsitas (Die Linke, La Izquierda) sólo ha subido 0,5 puntos, más otro medio punto que han subido Los Verdes. Los votantes socialistas no se han ido a la extrema izquierda sino, aparentemente, al Partido Liberal (FDP), que sube 5,9 puntos o incluso la extrema derecha de Alternativa Por Alemania, que crece 7,9. En cualquier caso se observa que no hay apenas trasvase de votos hacia la izquierda sino hacia la derecha, por no mencionar que las formaciones que se sitúan a la derecha de los socialistas suman el 56,2%. En realidad, si no hubiera problema en reflejar la auténtica realidad social del país, a Angela Merkel le resultaría fácil formar gobierno.  A los socialistas les ha ido mal con la gran alianza, pero a la extrema izquierda alternativa también, en realidad es probable que a los socialistas les hubiera ido mal en cualquier escenario, incluso que les haya ido menos mal tras haber apoyado a Merkel y que estemos asistiendo a otros movimientos más de fondo para explicar el resultado. Convierte un barrio obrero en un gueto de inmigrantes y probablemente los trabajadores votarán a la extrema derecha. Obviamente las combinaciones para formar gobierno, si los socialistas no pactan con Merkel, complican gravemente la gobernabilidad de Alemania, forzando a la canciller a pactar un difícil equilibrio a tres con los verdes y liberales, tentando a la extrema derecha o convocando nuevas elecciones. Inestabilidad en Alemania no son por supuesto las tres palabras que más necesitan Europa y los mercados en este momento.

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La doble vara de medir de todos los días

Cabe mencionar también que en este momento va a resultar curioso observar una vez más el doble discurso que rige para la extrema derecha y para las fuerzas extremistas de izquierda. Cuando se produce el auge de un partido de extrema derecha (o tildado como tal) hay que hacerle el vacío, combatirlo como un virus, impedir cualquier posibilidad de pacto. Por el contrario, cuando lo que se produce es el auge de un partido de extrema izquierda se nos dice que no se puede ignorar a toda esa parte de la sociedad que también vota, que representa a un segmento importante de la población, y que ha depositado su voto por una formación legal que se ha presentado a unas elecciones para proponer democráticamente su discurso.

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