En un día como hoy resulta incómodo y oportuno recuperar un titular como este, del año 2008, en el cual los científicos determinaban solemnemente con la verdad científica y los hechos objetivos de su lado, frente al negacionismo y al oscurantismo de ciertas capas despreciables de la sociedad, que en el año 2.018 en España sería imposible ver nieve por debajo de los 2.000 metros, por culpa del calentamiento global.
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No se crean ustedes que esto fue cosa de un titular periodístico sin más, sino que la nunca suficientemente bien ponderada Justicia española, concretamente el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León, vetó la construcción de la estación de esquí de San Glorio, proyectada en parte sobre un parque natural entre Palencia, León y Cantabria, utilizando entre sus argumentos que no resultaría viable como consecuencia del calentamiento global.
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Si alguno de ustedes tiene la curiosidad de consultar el parte de nieve de la estación de Candanchú, podrá comprobar que los espesores de nieve rondan entre un mínimo de 80 centímetros en Pista Grande y un máximo de 2,5 metros en la Tuca Blanca. Eso más lo que se añada a la capa hoy.
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Imposible resistir la tentación de recordar el compromiso alcanzado en la Cumbre de París de 2015 para que el mundo dedique anualmente 100.000 millones de dólares a la lucha contra el calentamiento global. No se puede negar, a la vista del frío que hace, que está siendo un dinero bien empleado y que los resultados están a la vista. Vamos, que no estamos ante una lucha imaginaria contra una amenaza inexistente en la que una serie de empresas y personajes se reparten anualmente 100.000 millones de dólares, avalados por informes y agencias que acaso también participen en el reparto.
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Que no es que neguemos el calentamiento global. Pero resulta muy evidente que hay un próspero negocio a prueba de crisis en la lucha contra el calentamiento global, que el clima jamás en la historia, con o sin el hombre, ha sido lineal, que se ha repartido dinero o se han paralizado proyectos en virtud de predicciones que ahora dan risa, que se ha instaurado una auténtica inquisición contra el disidente y que, como mínimo, exigimos el derecho a reclamar más datos y dudar. No ya negar, sino siquiera dudar.
3 respuestas
Yo no necesito que el estado me diga lo que tengo que enseñar a mis hijos, ni el idioma en el que tengo que hacerlo. No. No lo necesito. No hay que ser muy listo para saberlo.
Sin embargo, necesito que el estado -porque esto no lo puedo hacer yo- me limpie las carreteras, me abra el aeropuerto y me mantenga operativas las vías del tren. Para todo esto hacen falta medios que yo no tengo. El estado si.
Sin embargo, permitimos alegremente que nos hagan lo primero. Y aceptamos con paciencia que no nos hagan lo segundo. Y no pasa nada.
Cuando se trata de nieves, no pillarán trabajando a estos cafres. Cuando se trata de educación… ¡obsesión!
Ya veo al Gurú mañana diciendo: «La nieve será mi obsesión». Cuatro copos y todo colapsado. Un gobierno que da-valor.
Buenos y blancos días Sres.: el ecologismo, y la “industria” montada a su alrededor, es uno más de los anclajes que los “sumos sacerdotes” del pensamiento de izquierdas adoptaron (junto con, entre otros, la igualdad, el pleno empleo, la redistribución de la riqueza o la ideología de género) una vez que sus anteriores cimientos, basados en la lucha de clases, se vinieron abajo arrastrados por el colapso de la URSS y la caída del Muro de Berlín. Entiendo que al verse desposeídos de dichos principios ideológicos y “colgados de la brocha”, tuvieron que hacer valer otros argumentos que, aunque carezcan de la solidez que otorga la veracidad argumental, al menos fueran lo suficientemente simples, atractivos, inmensurables, etéreos e inalcanzables para que perduren en el tiempo sin tener que dar cuenta de resultados o tener que afrontar la falsedad de dichas ideas y sus consecuencias.
Mientras tanto, hoy las organizaciones «ecologetas» se reparten 100.000.000.000 de dólares, y mañana las asociaciones feministoides se embolsarán 400.000.000 de los presupuestos del Estado para sus labores de género y génera. Y el que proteste, es un facha ¡amén!..
Puff. Es que esto de pensar resulta tan cansado que prefiero que lo hagan por mí los grandes intelectuales del cutrepartito. Además ellos están mucho más preparados que yo. Sin embargo cualquiera puede coger una pala y limpiar las calles. Vamos, digo yo…