Ainhoa Aznárez se la juega y desafía a Laura Pérez

La Mesa del Parlamento de Navarra  votó ayer el cambio de nombre del grupo de Podemos. Tras el enfrentamiento entre Laura Pérez (que ni siquiera es ya miembro de Podemos) y su grupo mayoritario con el grupo minoritario pero que representa la línea oficial, el grupo de Laura Pérez había propuesto mantener la unidad del grupo cambiando la actual denominación por la de Podemos Ahal Dugu – Orain Bai. De este modo, el nombre del grupo parlamentario incluiría las siglas actuales de Podemos y las de Orain Bai, la formación que han creado Laura Pérez y sus partidarios.

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La cuestión, sin embargo, tenía que decidirla la Mesa y Junta de Portavoces del Parlamento de Navarra, en la cual se han abstenido los representantes de UPN, Geroa y Bildu. Por consiguiente, la decisión ha quedado totalmente en manos del voto de Ainhoa Aznárez, la cual ha decidido votar en contra, ha explicado después que por «cumplimiento del Consejo Ciudadano de Navarra» y  «las órdenes de mi partido».

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La cuestión pasará ahora a la Junta de Portavoces, que tendrá que dilucidar el recurso que previsiblemente presenten los diputados del grupo de Laura Pérez. Este grupo, por otro lado, tiene en su poder el botón nuclear de quitar de la presidencia a Ainhoa Aznárez, que puede ser depuesta por la mayoría que ostenta el grupo de Laura Pérez ya que una de las causas por las que decae la presidencia del Parlamento es la expulsión del propio grupo parlamentario. Paradójicamente, esta medida parece prevista para evitar justo el caso contrario al que se está dando, o sea evitar que una tránsfuga presida el Parlamento. La peculiaridad navarra del caso de Podemos es que los tránsfugas son mayoría lo que les permite tener un control del grupo parlamentario prácticamente absoluto. Es por ello que Ainhoa Aznárez se la juega confrontando desde la presidencia a un grupo de diputados que podría fulminarla y que, de hecho, ya no tiene mucho que perder si la fulmina.

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Por otro lado, para evitar la expulsión, la idea de que los diputados de Podemos y los tránsfugas de Podemos compartan el mismo grupo resulta bastante llamativa. Obviamente los tránsfugas se aprovechan de su mayoría para controlar un grupo del que ellos mismos reniegan, salvo para controlarlo, tener sometidos al resto de diputados del grupo y aprovecharse de los mecanismos, los medios y hasta la financiación que les proporciona la pertenencia al grupo.

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Cuando un diputado deja de sentirse conforme con la lista por la que obtuvo su escaño, lo ético y normal es que dimita y abandone el escaño, ya sea para volver a su vida o para, en las siguiente cita con las urnas, presentarse con otras siglas o unas siglas propias si lo desea. Esto es por ejemplo lo que hizo Fátima Andreo, la diputada que en 2016, sintiendo que el proyecto de Podemos por el que había sido elegida ya no la representaba o no lo veía reflejado en la dirección de Laura Pérez, dimitió y abandonó su escaño, una postura ética de la que por cierto ahora se aprovecha Fanny Carrillo, que la sucedió ya ahora se amarra a ese escaño.

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Alternativamente, un diputado puede abandonar el grupo al que pertenecía y por el que fue elegido y no obstante conservar su escaño. Esto le convierte en un tránsfuga, sigue en un parlamento para estar en el cual no le ha votado nadie, pero está fuera del grupo del que se ha marchado y por el que le eligieron.

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La situación del grupo de Laura Pérez es bastante más inusitada porque, al ser más los tránsfugas que los leales a las siglas del partido, lo que han hecho es algo así como abandonar los hábitos pero adueñarse del convento. La fórmula que se propuso ayer fue un cambio de nombre para llamar al edificio Bar-Convento. A lo mejor es lo contrario y estamos ante un bar en el que las camareras se han hecho monjas, aunque aquí parece que hay pocas monjas, en cualquier caso parece evidente que una cosa es un bar y otra un convento.

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Evidente también parece que a Geroa, I-E y Bildu esto del transfuguismo no les parece un escandalazo y un fraude al electorado y que, por el contrario, están dispuestos a pasar de puntillas y a hacer la vista gorda siempre que los comportamientos antidemocráticos y antiéticos de los tránsfugas no afecten a su estabilidad de gobierno.

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Carlos Couso, el portavoz podemita enclavado en el grupo de los tránsfugas, sabedor de este estigma ha argumentado que «el 50% del partido que ha sido expulsado también concurrió a las elecciones de 2015 con un programa y ese programa y esa gente tienen que seguir teniendo representación en el Parlamento».

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Pues no.

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Si Podemos ha sido o no fiel al programa, eso lo tendrán que decidir los votantes de Podemos las próximas elecciones.

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Si algún diputado de Podemos está desencantado de Podemos y cree que no se estaba siendo fiel al programa, puede ofrecer una alternativa a los electores presentándose bajo otras siglas con la fidelidad a ese programa original como bandera.

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Si de lo que se trata no es de que Podemos esté siendo infiel al programa sino de que las relaciones con el grupo que ganó las primarias son insostenibles, y así parece puesto que los diputados lauristas y aznaristas votan siempre juntos con todo el cuatripartito, que no se apele al programa y su defensa porque no está ahí el problema y los diputados que sustituyeran a los lauristas si abandonaran su escaño seguirían votando en bloque al cuatripartito.

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Por lo demás, es obvio que Laura Pérez y los suyos no representan al 50% de los votantes porque los votantes votaron unas siglas, las de Podemos, no a Carlos Couso, a Laura Pérez o a Ainhoa Aznárez, y por tanto no hay un número distinto de votos tras el escaño de Laura Pérez que tras el de Ainhoa Aznárez, como lo habría en un sistema de listas abiertas. Si Couso realmente cree que Laura Pérez y su grupo representan al 50% de los votantes de Podemos, que se presenten a las próximas elecciones como Orain Bai y a ver si es verdad que les vota el 50%. O el 90%. Lo que es seguro es que nadie votó en 2015 ni a Orain Bai ni a Laura Pérez ni a Carlos Couso personalmente, se votó a una sigla llamada Podemos y, después, el grupo que inicialmente mandaba perdió unas primarias y no aceptó el resultado.

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Todo lo anterior no quiere decir que los mecanismos de poder y participación en Podemos no sean absolutamente vidriosos, o que Aznárez y su grupo no administraran su victoria de manera despótica y persecutoria. Seguramente todas las acusaciones que se lanza un bando al otro son absolutamente ciertas, pero tampoco puede uno apuntarse a un partido cuyo líder tiene como referentes a Lenin, Chávez y Castro y quejarse luego de que en ese partido hay purgas y despotismo. Tampoco el grupito de Laura Pérez ame tanto la libertad y la democracia interna (de hecho tiene a los mismos referentes ideológicos más Otegui), sino que no se resigna a no ser ya él quien, como hasta hace unos meses, ejercía el poder de manera despótica.

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