La cosa es sencilla, los nacionalistas están atacados porque se les está discutiendo según ellos la mayor, piensan que se han atrevido los convocantes a romper el sagrado velo del templo nacionalista, el euskera que para ellos es el instrumento elegido para aberchalizar en el largo plazo a toda la población, porque ellos desde el minuto uno han utilizado y utilizan el euskera como arma política esencial para la construcción nacional vasca.

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Siempre confunden la parte con el todo. Pero la realidad es que los convocantes dicen que no es una movilización contra el vascuence, sino contra la política discriminatoria que hace el Gobierno Barcos con los que no conocen el vascuence. Cuestión bien distinta, y que ahora venga Koldo Martínez a aleccionarnos en quién es buen navarro y quién no, es de “aurora boreal” ellos que sin ninguna vergüenza pretenden la desaparición de Navarra en esa entelequia que llaman Euskadi, Euskalerria o la madre que le pario.

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Atreverse a decir cosas obvias como que la mayoría de la población navarra (85%) que es castellanoparlante está discriminada por este Gobierno, al utilizar el euskera como instrumento discriminatorio para el acceso a la función pública,  se les cercena derechos fundamentales a los castellanoparlantes, y esa denuncia  no es estar contra el euskera. El euskera siempre lo hemos considerado una cosa nuestra, forma parte de nuestra cultura, pero ellos la están convirtiendo en una cosa solo de ellos.

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Al utilizar la lengua de manera torticera intentan recrear una ficción en su imaginario nacionalista, recrean un “eusko matrix” donde parece que tanto toda Navarra como especialmente Pamplona es una ciudad muy vasca, con todos los carteles, señas de identidad, banderas, etc., en euskera en primer lugar en todas las indicaciones, cuando tan sólo una minoría escuálida lo usa y lo conoce.

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Soportamos con paciencia franciscana cuando nos vienen en procesión como si van a la Meca o a Jerusalén todos los nacionalistas vascos propios como sobre todo los vecinos a celebrar (Aberris Egunas, y demás)  lo que según ellos es la capital de su estado imaginario. Piensan sin ningún rigor histórico que antes Navarra era una Arcadia feliz, donde en toda ella se hablaba euskera, y que lo malos muy malos siempre hicieron todo lo posible para menoscabar que dicha lengua se desarrollase.

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Pero la realidad es que llevan tres años en el Gobierno, tiempo suficiente para enseñar la patita, de su actuación sectaria y de no respetar los derechos de la inmensa mayoría castellanoparlante que en el ejercicio de su libertad no ha aprendido euskera, y no quiere ser discriminados en la posibilidad de acceso a la función pública.

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Ellos son los que no cumplen con la legislación que fija que el acceso a la función pública que establece el cumpliendo de tres principios rectores, la igualdad, el mérito y la capacidad, sin discriminación por ninguna circunstancia personal o social.

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En Navarra, el Gobierno interpreta que no discriminar a euskaldunes equivale a discriminar a los castellanoparlantes, vulnerando la esencia de la norma europea fijada en «la Carta Europea de las Lenguas Regionales o Minoritarias” que busca evitar la discriminación por razón de lengua y marca tres vías para las lenguas minoritarias: 1/ traducción, 2/ formación y 3/ traslados a lugares donde se hable.

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La traducción implica oferta de plazas en la administración para traducir en caso de necesidad, no para valorar el idioma en todas las ocasiones. La formación implica un derecho para todos igual, lo que tampoco se hace. La preferencia en un traslado es para ir desde donde no se habla el euskera hacia donde se habla, pero nunca al revés. Pretenden colocar a personas “adictas” en toda la estructura funcionarial de Navarra cambiando la política de traslados. 

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Si no existiese esta clara discriminación no contaría la manifestación con el numeroso apoyo de distintos sindicatos a la movilización del dosjota, cuestión que desmonta la pretensión del Gobierno de Barcos de decidir que es una sin razón y que ellos no han roto ningún plato. ¡Menos lobos¡