Las declaraciones del Gobierno de Navarra indicando que todo está bajo control, que no hay peligro de colapso, que todo está preparado para lo que pueda suceder, chocan bastante con las noticias que se van sucediendo a diario. Ayer, por ejemplo, Mariano Pascal, responsable de participación y comunicación de la Casa de Misericordia de Pamplona, señalaba en Navarra Televisión la difícil situación de 71 ancianos con síntomas de poder estar infectados por el coronavirus tras 1 positivo confirmado en la residencia. Tras el positivo de un residente, otros 71 ancianos con síntomas compatibles con la enfermedad fueron confinados en sus habitaciones para evitar propagar más aún el contagio. Desde el jueves que se hizo el último test y hasta ayer martes los ancianos llevan esperando que se les haga un test en una situación que a la posible enfermedad añade la incoveniencia de las condiciones de confinamiento. Es decir, se encuentran bien atendidos en sus dormitorios, viendo la televisión, pero sin poder acceder a las zonas comunes, sin relacionarse con los demás y confinados en los estrechos márgenes de la habitación, en la que tienen poco espacio para moverse. A los ancianos, como es bien sabido, les conviene extraordinariamente para su salud el poder hacer algo de ejercicio y disponer de una cierta movilidad.
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El portavoz de la Casa de Misericordia expresó la urgencia de atender a estas personas que pertenecen al colectivo más vulnerable y que parte de ellos puede ni siquiera estar infectado, pero no hay forma de saberlo hasta que se les realicen los test, unos test que no llegan porque el Gobierno de Navarra no envía personal a realizarles las pruebas. La situación parece ser similar también en la residencia El Vergel o en otras de la Comunidad Foral.
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Como elemento tranquilizador, en las últimas 24 horas no han aparecido nuevas personas con síntomas y los residentes permanecen tranquilos y bien atendidos en sus habitaciones, más allá del indeseable y perjudicial confinamiento en el exiguo espacio de los dormitorios. Además la UME ha llevado a cabo labores de desinfección y se ha ampliado la zona de enfermería, que cuenta incluso con equipos de respiración. Hasta el jueves se habían realizado test en la residencia a diversas personas con aparentes síntomas, todas las cuales habían dado negativo hasta la confirmación de un resultado positivo el pasado viernes. Desde entonces, sin embargo, las peticiones de nuevos test se acumulan sin que el Gobierno de Navarra envíe a nadie a la residencia. Los ancianos confinados con síntomas y sus familias, lógicamente, esperan mientras tanto con la comprensible angustia que les produce la incertidumbre.
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La noticia, además de para urgir al Gobierno de Navarra para que actúe, evidencia la casi heroica labor social que se lleva a cabo en las residencias privadas, primera línea del frente en esta batalla contra el coronavirus. Todo el personal que trabaja en estos centros, normalmente más allá del deber y con un carácter vocacional, merece no menos reconocimiento popular que el que reciben con todo merecimiento otro tipo de colectivos. Obviamente algunas residencias de ancianos padecen en este momento la falta de previsión y las carencias materiales que sufre en general el conjunto del país y con especial virulencia los sectores más vulnerables ante la progresión del coronavirus. La entrega y la dedicación del personal y la dirección de estos centros es la norma general de cara a intentar suplir estas carencias, cualquier otro comportamiento es excepcional y no puede ensombrecer la labor del personal de estos centros en estos momentos. Un personal, por cierto, muy mayoritarimente femenino.
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