El mal rato de Chivite en Leiza

Ayer tuvo lugar en Leiza el homenaje anual a Juan Carlos Beiro, el cabo de la Guardia Civil asesinado allí por ETA hace 17 años cuando retiraba una pancarta en la que se había colocado una bomba-trampa. Como en tantas localidades donde predomina la «libertad» nacionalista, la placa de homenaje hay que traerla para el homenaje y llevársela cuando acaba. Como ha denunciado María José Rama, la viuda de Beiro, a los 20 años prescribirá la pena por este delito cuyos autores no se conocen aún, ni por tanto han pagado tampoco por él aún. El de Leiza es uno de los cientos de crímenes de ETA todavía por resolver. Tal vez a los 21 años les hagan un homenaje a los autores y entonces la viuda se entere de quiénes eran.

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En el año 2015, en este mismo acto, se produjo un encontronazo entre Barcos y la viuda de Beiro. No resulta muy extraño por tanto que la sucesora de Barcos también lo haya tenido este año. Aunque Chivite acudió al acto, la viuda no quiso saludarla, expresando así su rechazo hacia los apoyos de este gobierno. Al acto acudió también Ana Ollo, una persistente figura siniestra -a la que Chivite ha dado continuidad- que suscita el rechazo casi unánime de las víctimas del terrorismo nacionalista pero que, por lo visto, son las víctimas las que tienen que mirárselo.

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Si nos retrotraemos al año 2015, no es difícil encontrar motivos para este rechazo. En septiembre, recién llegado al poder el “gobierno del cambio” presidido por Barcos, la policía detenía en Francia a la cúpula de ETA. La noticia no era recibida sin embargo con unánime alegría. El “gobierno del cambio”, por ejemplo, no se alegraba:

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Resulta muy difícil pedirle a una víctima del terrorismo de ETA que primero lea este titular y después vaya alborozada a abrazar a Ana Ollo o a Uxue Barcos, que no entendía que su posición pudiera ser criticada, claro que Uxue Barcos no ha entendido nunca que pudiera ser criticada  jamás en nada.

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Ni vencedores y vencidos… ni buenos y malos

¿Alguien deja de alegrarse cuando detienen a un violador, a un asesino en serie, a un tratante de blancas, a un narcotraficante o a un maltratador? ¿Se alegró algún nacionalista cuando detuvieron a los txabales de Alsasua? Obviamente hay un patrón en esta actitud y es que hay personas que sólo dejan de alegrarse por la detención de un delincuente cuando es un delincuente nacionalista. Esto es así por afinidad ideológica, por un odio común a las víctimas del delincuente y porque, por supuesto, el que no se alegra da por hecho que él muy difícilmente va a ser víctima de ese tipo de violentos, sino sólo sus rivales. Por supuesto esto da la medida del personaje que no se alegra por la detención de un terrorista nacionalista, o del que no se alegra de la detención de un terrorista islamista. El problema por tanto con la presencia de ciertas personas en ciertos actos no lo tienen las victimas de la violencia nacionalista, sino los nacionalistas y su vidriosa relación con la violencia nacionalista. Una vidriosidad que les lleva o a apoyar la violencia nacionalista o a no apoyar la violencia nacionalista ni que se combata la violencia nacionalista, que es un poco como estar a la vez contra la sífilis pero también contra la penicilina. ¿Qué esperan entonces de las víctimas? O te aplauden las familias de los verdugos, o te aplauden las familias de las víctima, no te pueden aplaudir las dos, ni a la vez, ni con el mismo entusiasmo.

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Impunidad, manipulación, olvido

Para Chivite, gobernar con quienes mantienen una posición vidriosa respecto a la violencia nacionalista y sus practicantes es sólo un asunto más, un punto de friccion que se pone en un plato de la balanza, pesando menos ese plato que el otro, donde se pone en cambio el sillón presidencial. Para las victimas, la relación vidriosa del nacionalismo con la violencia es el punto, el único que les importa. No lo contrapesan con otras cuestiones. Por tanto es lógico que sientan rechazo por Chivite porque les ha fallado en el único punto que les importa. Y Chivite tiene que apechugar porque es presidenta no solo para recibir aplausos, sino también para recibir críticas, como la de elegir a los socios y apoyos que ha elegido para llegar a la presidencia. Y naturalmente tiene la opción de no ir. Normalmente se le podría reprobar por no ir, pero si la victima no quiere que vaya habría poco que reprocharle si no va. Al contrario, la pregunta es si la presencia de alguien como Ollo con su efigie de cemento es imponible a las víctimas. Si mañana detuvieran a los asesinos de Beiro en Venezuela o Bélgica, ¿saldría Ollo a expresar su alegría a los medios? La que no se alegra de que detengan a los verdugos va seguramente a los homenajes por cimentar su relato, un relato en virtud del cual no hay, o lo que es peor no debe haber, ni vencedores, ni vencidos, ni por tanto buenos ni malos, y por el que a las mañana tiene que ir a los actos de reconocimiento a los verdugos y por las tardes a los homenajes a las víctimas, cosa que lógicamente no pueden aceptar con buena cara las víctimas.

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