El Gobierno de Navarra anuncia una macro-OPE para 2.137 plazas de funcionario, 1.141 en el ámbito de la Educación, 424 en vascuence, el 37%.
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Hablamos, como por otra parte resulta evidente, de una OPE de enorme magnitud, habida cuenta que la plantilla de la administración foral ronda los 25.000 empleados; es decir, la OPE representa un 8,5% del tamaño de esa plantilla, lo que nos invita a albergar los peores temores.
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Podría pensarse que si la administración foral convoca 2.137 plazas es una estupenda noticia, pero no lo es, o no automáticamente. De entrada, tener 2.137 funcionarios más implica pagarlos. ¿Y quién va a pagar eso? Pues es una nueva carga que se añade al coste de mantener la administración, que por tanto recaer en el conjunto de los contribuyentes que no cobran del Presupuesto. ¿Y cuál es la cuantía de esa carga?
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Los gastos de personal en los Presupuestos de 2018 ascienden a 1.248 millones de euros. Teniendo en cuenta que la plantilla pública alcanza los casi 27.000 empleados, la media de lo que cuesta cada empleado público ronda los 46.000 euros. Si multiplicamos los 46.000 euros que cuesta cada empleado público por las 2.137 plazas de funcionario que se convocan, el resultado es que los gastos de personal en los Presupuestos Generales de Navarra van a incrementarse con esta OPE en casi 100 millones de euros anuales.
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Frente a esto, alguien podría decir que en realidad no va a aumentar el número de empleados públicos, sino que se va a convertir en funcionarios a trabajadores que ahora son empleados temporales. Sin embargo, en conjunto cabe temer que no estamos exactamente ante este escenario.
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En primer lugar los empleados temporales seguramente nos costarían menos que los funcionarios, en términos de salario, absentismo, etc.
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En segundo lugar es necesaria y conveniente una cierta tasa de temporalidad en la administración porque la demanda de servicios no es constante, sino que tiene picos y valles.
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En tercer lugar, nos tememos que convertir en funcionarios a trabajadores temporales no agota la explicación del gigantismo imparable de la administración. Este verano se nos informaba de que la plantilla de la administración foral había pasado en un año de 23.000 a 26.000 empleados, aunque el incremento se explicaba porque ahora se incluía a los empleados con contratos de menos de 180 días (lo inexplicable es que no se les contabilizara antes). No obstante, incluso dando por buenos los 23.000, si retrocedemos hasta 2009 nos encontramos con una plantilla de 20.632 empleados. Y si repasamos los Presupuestos forales de 2008, los gastos de personal fueron 1.080 millones, frente a los 1.248 antes citados para este año.
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¿Qué haremos cuando la economía vuelva a cambiar de ciclo?
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Cuando vuelva a aumentar el paro y las empresas vuelvan a entrar en pérdidas, ¿quién va a mantener esa plantilla creciente (casi todos fijos) con un coste de casi 100 millones más por cada 2.000 empleados adicionales?
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Una vez más nos quedamos con la impresión de que el problema es siempre el mismo. Que casi toda la clase política, por origen y formación, pertenece al sector de la población que cobra del presupuesto, no siendo consciente de los problemas, los sacrificios y los esfuerzos del atribulado sector de la población que tiene que financiar ese presupuesto.
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Un comentario
Desde los gloriosos tiempos de Imperator caminamos hacia una sociedad socialista. Así de triste.
Si en Navarra quitamos a todos los trabajadores de lo público, lo para-público, los paniaguados, los vividores de la mamandurria… Nos quedamos 3.
A ver si «tapón» de esta tierra no va a ser el Monumento a los Muertos…
A ver cuánto tarda algún político en acoger este argumento… ¡Ay, los votos!