Hace unos días el Diario de Navarra publicaba una carta al director bajo el significativo título: “Triste tarde en el Sadar”. Efectivamente, se trató de una tarde triste y fea en el campo del Osasuna. Por un lado porque Osasuna perdió el partido 1-2 frente al Betis, y por otro porque una vez más también se perdieron las maneras y las formas.
Refería el remitente de la carta, aficionado osasunista, su incomprensión y su tristeza ante la cantidad de asistentes al Sadar gritando “Chimy muérete” o “Chimy eres un HP”, además de otros muchos insultos a los sevillanos, al Betis o al árbitro. El autor de la carta, aparte de lamentar la previsible multa a Osasuna, se preguntaba “qué sociedad tenemos”, señalando que todos estos insultos provenían por supuesto de “los de siempre”, pero no sólo de los de siempre, sino de muchos otros aficionados por todo el estadio.
Efectivamente las multas a Osasuna por los insultos han llegado, o por lo menos han llegado ya las denuncias. Parece que esto es ya un gasto corriente más del club. A nadie le importa. Nadie hace nada y se asume todo con absoluta naturalidad. Las multas carecen por otro lado de carácter disuasorio, como evidencia su reiteración.
El problema de no acabar con ciertas prácticas es que o acabas con ellas o las normalizas. Normal por consiguiente que ya medio estadio se haya habituado a ellas e incluso participe de ellas. El raro empieza a ser el que no insulta o al que le produce tristeza esta proliferación de odio y mala educación en el deporte.
Ni siquiera es que el fin justifique los medios, porque al final el Betis ganó 1-2 al Osasuna. Es más, el gol de la victoria del Betis lo marcó el Chimy. ¿De que sirven entonces tantos insultos? ¿Cuál es el fruto de tanto odio? Porque la presencia de ciertos personajes y su impunidad se justifica por todo lo que se supone que apoyan y sirven al equipo. El fin justifica los medios pero ni con estos medios gana el equipo. ¿Ganaría menos partidos Osasuna aparcando a ciertos grupos o conductas poco civilizadas? A este paso nunca lo sabremos, porque nunca lo probaremos.
