Las pancartas de las peñas o que viva el gobierno

Hablar de las pancartas de la Federación de Peñas es una oda a la monotonía. Todos los años lo mismo y todas las pancartas, cada año, iguales entre sí. O casi. Para ser totalmente justos no negaremos la existencia de algún pequeño matiz. A lo que desde luego no se puede aspirar es a la sorpresa. La sumisión al cuatripartito alcanza cada año proporciones abyectas. Ni la más mínima crítica al poder. Las pancartas de la Federación de Peñas se dibujan, volveremos sobre ello, a toque de corneta. ¿Dirán este año algo de la tala de árboles? Pues claro que no. ¿De las manifestaciones del sector primario y su represión? ¿De la inseguridad? ¿De las listas de espera? A lo que nos podemos quedar esperando sentados es a que la Federación de Peñas practique otra cosa que el sectarismo más radical. El 100% de la crítica a un lado y el 0% de la crítica al otro. Eso no es sumisión, es casi ya devoción.

Naturalmente esto no significa que en las pancartas de la Federación de Peñas Gubernamentales no haya crítica política, pero es una crítica a la oposición. Hace ya 9 años que el centro-derecha no nacionalista está fuera del Gobierno de Navarra. Asirón vuelve a ser alcalde de Pamplona. Pero la crítica no se realiza al poder cuando gobierna el cuatripartito. No es que la crítica sea desigual, como decíamos, sino que a un lado la crítica sencillamente no existe, es cero. Esto resulta tan llamativo como insano porque incluso cuando los tuyos están en el poder resulta saludable mantener un cierto nivel de crítica respecto al gobierno. Alguien que no puede criticar a cierto gobierno no es persona, es rebaño, salvo que esté comprado en cuyo caso es vendido. Criticar al otro no es tener espíritu crítico, eso lo hace cualquiera. El espíritu crítico es la capacidad de juzgar también a los gobernantes que calificamos como propios. Eso si tenemos la falta de espíritu crítico de calificar a algún gobernante como propio. Hay que ver el nivel de gubernamentalismo y sumisión al poder de los indomables galos de la aldea irreductible, cuando el que gobierna no es César sino Abraracúrcix.

No sólo eso. Hasta la crítica a la oposición parece orquestada. Sólo hay crítica política a Cristina Ibarrola, la nueva líder de UPN y ex alcaldesa de Pamplona. Pero es que además la crítica se centra en ponerle una fregona a Ibarrola por la frase de “Prefiero fregar escaleras antes que ser alcaldesa con los votos de EH Bildu”, una frase que por otro lado sólo significa que fregar escaleras es un trabajo duro, y que mejor un trabajo duro fuera de la política que llegar a la alcaldía o a la presidencia de mano de Bildu. ¿Cómo se convierte esa frase en una sentencia clasista? Pues porque no les vamos a explicar cómo crear un bulo, o generar fango, a los que tienen todo el rato las palabras bulo y fango en la boca . Lo significativo, con todo, es que el centro de las críticas sea Ibarrola y el único argumento la fregona, como si hubiera una consigna. En el mundillo de la izquierda abertzale hasta para criticar a los rivales todo tiene que estar guionizado. ¿O es casualidad que casi todas las pancartas se hayan fijado en esto y no en otra cosa? Si no puede ser casualidad, ¿quién es el guionista? ¿Quién supervisa lo que puede salir y lo que no o cómo tiene que salir en las pancartas? Este año toca fregona. Por lo visto también existe un equipo olímpico de opinión sincronizada entre los dibujantes de pancartas.

Desde luego hay cosas peores y más feas que la descarada y permanente sumisión acrítica a una cierta ideología, como es el apoyo a la causa de la excarcelación de los presos etarras, explícito un año más en muchas peñas y un año más denunciado por las asociaciones de víctimas. Si de los tuyos tragas hasta el crimen, y a los otros aceptas hasta que los maten, difícilmente puedes esperar que por debajo de eso haya algo de los tuyos criticable o algo del contrario apreciable.

Dicen que el humor empieza por la capacidad de reírse de uno mismo. Ser capaz de reírse sólo de los demás puede pasar de ser humor a ser bullying. No ser capaz de reírse de nada es ser un cartapacio. No ser capaz de reírse del gobierno es ser un borrego. Dónde encaja la Federación de Peñas con sus pancartas en todo esto, que será donde todos los años, decídalo cada uno.