En Navarra pasan cosas, la mayoría de ellas no muy buenas, tanto que hasta cierto punto se han vuelto tan rutinarias que ya no son noticia sino paisaje. A estas alturas por ejemplo ya no es muy noticiable que Sunsundegui agote sus últimos plazos en el rumbo a su desaparición. Inexplicablemente ni meter un ex etarra en el consejo de la empresa ha servido para atraer capital inversor.
Tampoco es noticia que en Pamplona, donde el calentamiento global se niega a comparecer en marzo, haya familias enteras durmiendo en la calle. Eso también es ya paisaje con este Ayuntamiento de progreso y eso que como medida estrella facilita autobuses a los sin hogar para buscarse la vida por otros lares lejanos.
Una pelea entre magrebíes en Cintruénigo tampoco es llamativa en estos tiempos de foralidad multicultural e inclusiva, ni siquiera cuando uno de ellos siembra el terror paseando por las calles con un arma aunque finalmente parece que de fogueo. Ni es llamativa la violencia importada en sí, ni que el protagonista fuera magrebí, ni que este hecho se oculte en muchos medios, ni queel detenido contara ya con diversos antecedentes aunque siga causando problemas por aquí.
Más novedosas, por lo desacostumbradas, pueden resultar las imágenes de una operación antidroga en la Chantrea publicadas por la policía. Junto a todas las imágenes más habituales, tenemos en esta operación grabaciones tomadas con drones, aparentemente además algunas de ellas por medio de cámaras térmicas capaces de ver en la oscuridad.
El problema con estas nuevas capacidades policiales es que no parecen tener un gran impacto sobre la seguridad general. Es decir, la teconología ofrece a los cuerpos policiales y los gobiernos cada vez más sofisticados medios y algoritmos de control, pero este control acaba ejerciéndose más sobre el honrado ciudadano común que sobre el delincuente habitual, reincidente, nacional o importado, constante generador de inseguridad y experimentador de un gozoso sentimiento de total y permanente impunidad. No se observa una correlación entre el aumento de los medios tecnológicos del gobierno para vigilarnos y el descenso de la inseguridad. No es que la policía no haga su trabajo, es que la mayoría de los legisladores y los jueces viven otra realidad: ni persiguen como corresponde al delincuente habitual, ni protegen adecuadamente de los excesos del gobierno ni de los maleantes al ciudadano común.
Un comentario
Muy acertado incluir también a los jueces
entre los profesionales que actúan de forma incompetente contra la delincuencia, aún con el riesgo que se corre con toda generalización. No sé si son todo corazón o se les han derretido las neuronas. Que alguien explique cómo un juezo o una jueza ve suficiente peligrosidad en un delincuente, como para encerrarlo, tras cometer un tercer apuñalamiento y no la aprecia tras dos apuñalamientos anteriores, como sucedió hace pocos días en Pamplona.