Bildu te vigila: la vigilancia del gobierno sólo era mala cuando perjudicaba la kale borroka

El Ayuntamiento de Pamplona, entregado por el PSOE a Bildu, ha aprobado la instalación de 22 sensores detectores de móviles en la ciudad. Con la excusa de impulsar el comercio local, estos sensores seguirán a través de los móviles de la gente sus movimientos, para poder monitorizar los flujos de personas, observar patrones de comportamiento y crear perfiles para enviar mensajes comerciales, convirtiendo a los ciudadanos en objetivos publicitarios.

Se nos dice que el sistema tiene como fin último atraer personas a las zonas comerciales y mejorar las ventas en dichos espacios. El importe del contrato para implementar el sistema asciende a 267.397 euros, financiados por la Unión Europea a través de los fondos Next Generation, dentro del marco del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia.

A nadie se le escapa, o quizá sí, que Bildu está convirtiendo Pamplona (en realidad todo aquello sobre lo que consigue el control político) en un capítulo de tecnoterror de Black Mirror, uno en el que somos constantemente vigilados por diversos sistemas sin que seamos conscientes y hasta en nuestros más mínimos e íntimos movimientos. Se nos vigila visualmente, a través de la multitud de cámaras de seguridad y de tráfico (más de 100 según la propia web del Ayuntamiento) colocadas por todas partes (decir por todas partes es exagerar muy poco). Se nos vigila a la hora de tirar la basura, a través de las tarjetas personalizadas colocadas en los contenedores. Y además ahora se nos va a empezar a vigilar digitalmente, a través de los dispositivos móviles que ya tiene todo el mundo, hasta los niños. El resultado (¿indeseado?) es que el gobierno podrá saberlo absolutamente todo sobre nosotros.

Naturalmente las justificaciones para toda esta vigilancia exhaustiva son la seguridad en unos casos o el anonimato en otros. El problema es que lo único que garantiza el anonimato de los datos es que no existan los datos. Una vez que los datos están ahí, es imposible asegurar o que no pueden ser “hackeados” por un tercero o utilizados por el propio gobierno. ¿Quién en definitva sino el gobierno legisla sobre la utilización de los datos por parte del gobierno? Si alguien cree que el gobierno es un depositario seguro de nuestros datos íntimos sin duda es un ingenuo. O bien se piensa que el gobierno es una institución benéfica, o bien se piensa que quienes se encuentran al frente del gobierno, seguramente los suyos, son seres de luz o no va a haber nunca una cambio de gobierno.

Respecto a la seguridad, es absurdo llenar las calles de cámaras cuando por otro lado no se hace nada contra la delincuencia importada, o cuando los delincuentes acumulan decenas de antecedentes sin que les pase nada. Suele ocurrir que, cuando se detiene a un delincuente gracias a una cámara, se trata de una persona bien conocida ya de la policía y de la justicia. Es probable que tampoco le vuelva a pasar nada tras ser detenido gracias a la cámara. De lo que se trata por tanto el 99% de las veces no es de garantizar la seguridad ciudadana. En vez de colocar cámaras y sensores para vigilarnos a todos, que se resuelva antes el descontrol migratorio, la impunidad o la reincidencia. Puede que entonces no hicera falta tanta cámara de seguridad, si es que de lo que se trata es de poner las cámaras por seguridad.

Gracias a las búsquedas en los dispositivos informáticos, el rastreo de los móviles, las tarjetas de los contenedores, las cámaras de vigilancia, la eliminación del dinero en efectivo y toda la información íntima sobre nosotros que o tiene el gobierno o que puede llegar a tenerla, lo que sucede es que se acumula una bolsa ingente de datos sobre cada uno de nosotros. La cantidad de información sobre cada persona es tan abrumadora que puede parecer a primera vista que precisamente esa es nuestra mejor defensa. El gobierno no puede vigilar a tanta gente a la vez exhaustivamente, aunque puede que la IA le vaya ayudando mucho en el futuro en ese sentido. El punto, sin embargo, es que cuando alguien se convierta por lo que sea en una persona de interés para el gobierno, porque por ejemplo es un “influencer” crítico con el gobierno, lo que el gobierno sí puede llegar a hacer es acceder a toda esa enorme cantidad de información que tiene sobre esa persona concreta, para buscar cualquiera cosa que pueda perjudicarla. El gobierno no puede controlar el 100% de la información sobre el 100% de la población, pero puede controlar seguramente el 100% de la información sobre el 1% de la población que le resulta molesta.

Obviamente llama la atención el entusiasmo con que la izquierda abertzale se apunta a este juego, la misma izquierda abertzale que ponía el grito en el cielo con las primeras cámaras de videovigilancia en tiempos de la kale borroka. Ahora en cambio que no hay kale borroka resulta que a la izquierda abertzale totalitaria le encantan las cámaras. La confirmación de si lo que le preocupaba era proteger la intimidad de la gente o la kale borroka parece ahora bastante obvia.

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