La vía judicial del caso Davalor ha quedado en nada. La Audiencia de Navarra ha archivado definitivamente el caso porque la causa quedó olvidada en un cajón, por desidia, por exceso de trabajo de los juzgados o por lo que sea, hasta que acabaron pasando los plazos legales prescritos. De este modo, Ayerdi sale limpio de polvo y paja tan sólo por haber prescrito los plazos de su caso, sin que se le haya investigado y sin determinarse judicialmente si era totalmente inocente o culpable de algo.
Inmediatamente han brotado los partidos y terminales gubernamentales hablando de la máquina del fango y del lawfare del que habría sido víctima Ayerdi. Como si no fuera más bien todo lo contrario. Es una forma muy rara de ser perseguido por un juez que el juez deje morir el caso en un cajón. Que no tengamos nunca ningún problema con la Justicia, pero que si alguna vez nos persigue un juez que nos persiga como a Ayerdi.
De haber en todo esto alguna víctima, es evidente que es el contribuyente navarro. Por más que la Justicia haya archivado el caso o que Comptos no haya observado nada contrario a la normatividad, fue el propio Ayerdi el que reconoció que apostó el dinero de los navarros de una forma atípica y acelerada, por un asunto de clarividencia personal. El punto es que cuando todo el mundo te estaba advirtiendo que un curso de Llados era una inversión más segura que la fraseología disruptiva de Davalor, si tú te empeñas personalmente en arriesgar el dinero del contribuyente ahí nos encontramos como como poco con una responsabilidad política frente al desastre posterior. O sea, cuando todo el mundo piensa una cosa y Pepito otra, o Pepito es un genio o Pepito es bobo. Lamentablemente para nuestros bolsillos los hechos demostraron que no era el resto del mundo en vez de Ayerdi el que estaba equivocado.
Sólo falta por tanto que ahora además nos lo vendan como un mártir, cuando su obtuso empecinamiento nos ha costado casi 3 millones de euros. Desde luego si el caso ha caducado en un cajón sin que ni se haya podido juzgar a Ayerdi el que ahora se pueda quejar no será encima Ayerdi, sino el ciudadano común. No es un mártir y puede que no sea un delincuente, pero los hechos han demostrado que fue un auténtico inútil como inversor del dinero ajeno. Faltaría más que, en vez de pedir perdón él por las pérdidas, le tuviera que pedir perdón a él la sociedad por la responsabilidad política que se negó a asumir. Porque esa es otra. Dimitió al convertirse en víctima de una ley de progreso que el cuatripartito aprobó pensando que sería genial sólo para forzar las dimisiones de los demás, encontrándose de pronto con que era a uno de los suyos al que obligaba a dimitir tras llegar al poder. Tampoco en esto fueron demasiado aguilillas, y tampoco por esto pretenderán que tengamos que pedir perdón los demás.