En estos tiempos de desolación patria, la actuación de Javier Milei es refrescante. El presidente argentino no es un orador excelente, pero es que no le hace falta. Ha derrotado no ya a un gobierno sino a medio país sumido en la corrupción y la desidia. Ha conseguido levantar los ánimos del otro medio y su fórmula tal vez se resume en una sola cosa: llamar a las cosas por su nombre, lo cual significa devolver la realidad al discurso, que es lo contrario de lo que hacen los zurdos españoles.
Nuestro juego político siempre me ha recordado a una situación que viví en mi colegio los recreos de las tardes. Tenía yo nueve años. La clase se dividía en dos para jugar a fútbol: en un equipo estaban veinticinco jugadores, y en otro quince. Así que siempre perdíamos. Cómo se había llegado a esa situación es evidente: para aquellos veinticinco era placentero jugar en el equipo ganador, aunque el juego estuviera pervertido por la trampa. Y el resto, indignados pero inermes, seguíamos jugando, alimentando el ego del contrario.
La situación de España desde que Felipe González empezó controlando el poder judicial y los medios de comunicación tiene a mi ver una metáfora que ni pintiparada en aquellos partidos de fútbol. Aznar sólo fue un paréntesis de bonanza económica y en lo demás se quedó a las puertas. De Rajoy mejor no hablar. Feijoo se empeña en tratar a Sánchez como a un estadista respetable. Por cobardía, cálculo sociológico o falta de carácter, no sé por qué, pero continúa jugando en el equipo de 10 jugadores frente a 20, porque el equipo ganador engorda con el tiempo, y seguirá engordando hasta que cierren el campo por derribo.
Lo que Pedro Sánchez pretende conseguir es que haya una disociación entre política y realidad, es decir, que en el discurso la realidad no tenga ni lugar ni protagonismo: palabras, palabras y palabras, engoladas a veces, tintadas de quejumbre cuando pone cara de adolescente para salvarnos a todos; mentiras sin pudor que justifica en aras del progreso para ese grueso de adictos que le seguirá votando aunque el PSOE les embargue el piso de la playa. Todo mientras no sean los fachas los que nos devuelvan el piso.
Él presenta una tesis que es un panfleto remendado y no pasa nada. Niega la pandemia, se inventa expertos y no pasa nada. Declara dos encierros inconstitucionales, cierra el Congreso, y no pasa nada. Compran mascarillas de papel de estraza decuplicado su valor y no pasa nada. Pacta con Bildu y Podemos (“no dormiría tranquilo”) y no pasa nada. Indulta a los golpistas que un día dijo que perseguiría y no pasa nada. Redacta una ley para amnistiarlos cuando ayer aseguraba que jamás lo haría y no pasa nada. Quince diputados de su partido se van de orgía el día en que discuten una ley contra la prostitución y no pasa nada. Ley del sí es sí: no pasa nada. Empieza a hacer una carrera loca de concesiones a Marruecos al día siguiente de que le roben el móvil y no pasa nada. Matan a dos guardias civiles por falta de protección y no pasa nada. Deja entrar por miles a inmigrantes sin papel alguno y no pasa nada. La delincuencia crece exponencialmente y no pasa nada. Tenemos los peores datos económicos de Europa y no pasa nada. Convoca las elecciones en julio y no pasa nada. El termómetro ya se marcó cuando en la pandemia, mientras en España morían por falta de previsión gubernamental más que en cualquier país del mundo, el mismo gobierno que ocultaba los decesos consiguió sacarnos a aplaudir a los balcones. España es una extraña democracia, en la que Zapatero, el amigo de Maduro, se pasea por los medios para dar lecciones de democracia y la ministra Yolanda Díaz hace suya la consigna de Hamás desde el río hasta el mar.
Y ahora estamos con lo de Begoña, a ver si así cae de una vez, como si nada de lo ocurrido no fuera suficiente para que el partido socialista pasara a mejor vida. Yo no sé si Begoña Gómez será condenada o no, entre otras cosas porque en los últimos años hay una rara tendencia a que se produzcan fallos judiciales que archiven los casos: los millones robados por los ERE, la subdirectora de la guardia civil, Amargo y el joven de la sauna del suegro, etc. Sea delito o no, que Begoña Gómez, sin licenciatura alguna, dirija una cátedra y un máster no es más que otro signo de la corrupción moral de la izquierda, que se cree impune.
El problema es que la oposición, especialmente la del PP, no se da cuenta de que es igual el nuevo capítulo que venga: Koldo, Ábalos, el máster, las cartas de interés, el hermano millonario en Portugal, Aldama o el de la moto: nunca pasa nada. Mejor dicho, pasa que el nuevo capítulo borra los demás. Vox tiene toda la razón en denunciar siquiera tomarse un café con Sánchez. Pedro Sánchez ni se inmuta ante el mal. Hasta que llega un Milei y le suelta un fostión desde el púlpito tratándole como se merece: como a un cínico farsante.
Pedro Sánchez promete ser lo que Cristina Fernández Kirchner ha sido en Argentina y por eso tiene que venir un argentino a enseñarnos cómo se le coge la medida a los zurdos de mierda que arruinaron a su país. Acabará inyectándose bótox si no lo remediamos. Si los españoles tuviéramos lo que hay que tener, estaríamos con Frank de la Jungla pidiéndole a su majestad el Rey Felipe VI que disolviera ya este gobierno de corrupción y separatismo, diciendo de antemano que él jamás firmará una ley abiertamente inconstitucional. Milei ha lanzado un mensaje a los españoles: piensen como les dé la gana y no se corten de decirlo.
2 respuestas
Efectivamente, el problema de fondo es que a la «izquierda» les mueve la envidia y el rencor. Salvo que sea una catástrofe económica como en argentina, no parece que les afecte las mentiras y atrocidades de un tal sánchez. Lo del doctorado fue el punto de no retorno. Cruzó el rubicón, da igual ya lo que sea porqeu siempre dirán lo del doberman, que viene el pp, que viene la derecha y luego que viene la ultra derecha, que viene milei,… que viene el coco. DA igual porque es envidia de que no gobiernen los otros
Podria empezar por quitar la gestion de los seguros medicos a los sindicatos. Si, si, en Argentina los seguros medicos cotizados por los empresarios los gestionan, pasmaos, los sindicatos del metal, de transportistas, y similares. Pero no se atreve. Le gustaria ser la Thatcher y no llega a la muñeca Nancy.