En las últimas horas, tras la toma de posesión de Giorgia Meloni como nueva Presidente del Consejo de Ministros de la República Italiana, estamos asistiendo a lo que ha sido la gran derrota en las negociaciones por parte de Silvio Berlusconi, lo que comporta que no vaya a obtener finalmente la cartera que tanto ansiaba como era la de Justicia para, así, poder librarse de las múltiples acusaciones de corrupción en que sus Gobiernos incurrieron.
Pese a todo ello, Berlusconi hoy forma parte del pasado más que del presente político del país mediterráneo, pues con 85 años poco puede esperarse de alguien que siempre prometió llevar a cabo una Revolución Liberal en el país y que nunca cumplió con lo prometido.
Para demostrarlo, a los hechos nos remitimos de que, por poner una serie de ejemplos, la presión fiscal nunca bajó en sus años de mandato del 39,7%, en el período previo a 2006, ni del 41% en el período previo a 2011, el año de su caída, siendo que en los años 80, el país transalpino tenía una presión fiscal de, a penas, el 30%. No sólo hemos de atender a este indicador, pues el gasto público en relación con el PIB siempre estuvo por encima del 45% en sus años de mandato, mientras que, en la misma época, la España de José María Aznar era ejemplo a seguir para todas las economías occidentales por sus bajadas masivas de impuestos y por su fuerte austeridad en el gasto público, pues sólo gastaba un 35% del PIB, además de liberalizar mercados y privatizar empresas públicas, lo que redundó en una disminución de la deuda y a que, en 2002, el bono español estuviese en mejores condiciones que el alemán.
Incapaz de reducir la deuda pública de su país, pues en su último año de mandato pasó ni más ni menos que del 106,5% al 119%, siempre fue un abanderado del desorden en las cuentas públicas y del alto endeudamiento del Estado, lo que siempre se traduce en una pérdida grande de soberanía por parte de las naciones, pues los países endeudados se ven obligados a recurrir al mercado de la deuda, a cambio de adoptar toda una serie de políticas ideológicas que redundan en la degeneración woke que hoy padecen nuestras democracias occidentales.
Incompetente para plantear la batalla ideológica y cultural, para Silvio Berlusconi la política ha sido siempre un negocio con el que satisfacer sus necesidades personales y nunca la de cumplir con sus compromisos electorales. Y, ahora, nos encontramos ante una de las encrucijadas más importantes para él, pues su amistad conocida con el autócrata ruso Vladimir Putin puede hacer descabalgar, a largo plazo, el Gobierno de Meloni, el cual, de momento, parece que ha empezado con buen pie.
En sus años de mandato, Forza Italia fue incapaz de dar al país una salida económica decente ni, tampoco, dio la batalla ideológica, pues mantuvo la Ley 194 del aborto sin aplicar las medidas de prevención necesarias, además de que se retractó de considerar la inmigración ilegal como delito en el año 2010.
Y es que no podemos olvidar que Forza Italia pertenece a la familia política del Partido Popular Europeo, la familia del centrismo maricomplejines que ha sido incapaz de dar la batalla ideológica y cultural contra la izquierda y que, solamente, se ha limitado a gestionar la economía un poco mejor que la izquierda, pero sin romper definitivamente, tampoco, con el estatismo aberrante que ésta impone, pues ahí están todos los datos de gasto público desmesurado, muy lejos de la Revolución Liberal que siempre prometió y que nunca cumplió.
Con todo ello, tiene una gran oportunidad de contribuir al buen gobierno del país si deja de un lado sus posturas más chocantes y se aviene a una buena coalición gubernamental con Hermanos de Italia y con la Liga de Salvini.