Hay quienes dicen que la destrucción de la sociedad natural orgánica de la que estamos siendo testigos, en estos momentos, en algún que otro país es un mero fruto de la apuesta por la libertad y el orden espontáneo.
Se llega a decir, en algunos casos, que el acceso a una mayor cantidad de información, bienes y servicios es la máxima culpable. Incluso sostienen que el capitalismo, a diferencia del comunismo, corrompe almas y mentes.
Lo último es cierto. Hay quien piensa que aún algunas sociedades comunistas están menos corrompidas moralmente que algunas sociedades occidentales donde hay niveles mayores de libertad económica (por ejemplo, en Europa).
Pero nada de lo que sostienen es cierto, salvo que se tiene mucha fobia hacia algo tan espontáneo, natural y moralmente lícito como la libertad de mercado y el derecho a la propiedad privada. De hecho, algunos acontecimientos recientes nos dan la razón.
El comunismo cubano abraza la ideología de género
La Asamblea Nacional de Cuba, un órgano parlamentario «de mentira», que es una expresión más del partido único comunista cubano, ha apostado por aprobar unas disposiciones legales que cumplen con las reivindicaciones del homosexualismo, de lo que también es totalitarismo de género.
El Estado cubano dejará de reconocer el matrimonio como algo que en exclusiva sea, conforme a naturaleza, la unión entre un hombre y una mujer. Del mismo modo, estipula que «cualquier cosa puede ser familia», ya que las parejas del mismo sexo también podrán adoptar niños.
También se legalizarán los vientres de alquiler. En teoría, sin «posibilidad de ánimo de lucro», pero en la práctica, sin dejar de ser una estrategia de cosificación del niño y de explotación de la persona gestante, disociando cualquier vínculo de maternidad.
Destruir la familia es un objetivo del comunismo
Abrazar la agenda LGTB no convierte a ningún régimen comunista en algo más tolerante y respetuoso con las libertades concretas. De hecho, recuerden que hay que distinguir entre libertad negativa y libertad positiva, entre libertad natural y libertinaje.
La persona cubana no heterosexual gozará de la misma represión que la persona heterosexual. Seguirá sin poder prosperar, sin poder expresarse libremente, sin poder disentir, sin poder circular con ausencia de cortapisas… Nada de nada.
Lo que ha ocurrido es que ha habido un esfuerzo mayor por parte del régimen comunista cubano (un acelerón, en otras palabras) para sincronizarse con las fases del proceso revolucionario, evitando así romper con los propósitos marcados por Antonio Gramsci.
Debilitar la familia natural por medio de una sistemática del todo vale y de la ingeniería social cumple con un objetivo comunista que también expusieron La Pasionaria, Engels y Lenin. De igual modo, fue lo que se puso de manifiesto por parte de los revolucionarios sesentaiochistas.
Si las parejas homosexuales tienden a ser más inestables y si las «familias LGTB» suelen tener problemas que perjudican a los niños -como postula el Informe Rekers, entonces el comunismo estará muy de acuerdo. Ya saben que los hijos, según ellos, no son nuestros, sino del Estado.
Pueden decir que todo esto no agrada a algunos comunistas, en referencia a los «nazbols». Pero es que esos «nazbols» no han roto con la base marxista e ilustrada. Básicamente les disgustan algunos de sus frutos, pero son muy cercanos a algo igual de materialista, pagano y liberticida como es el nacional-socialismo.
Con lo cual, no se equivocan si se atreven a decir que en Cuba siguen los nuevos proyectos de la agenda comunista. La Revolución nunca ha roto con su base, que es desamparar y desarraigar al individuo para esclavizarlo. Y que haya tontos útiles de la misma tampoco ha de confundirnos.