El Camino de Santiago como punto de inflexión espiritual

Personalmente, cinco años después de embarcarme en el Camino de Santiago por primera vez, puedo afirmar que es una de las principales experiencias que ha permitido incrementar mi fe en Cristo. Previo a ello, yo era un mero creyente más, que, pese a que es cierto que en mi familia siempre habían estado presentes los valores católicos, tampoco había tenido la oportunidad de involucrarme en una situación espiritual. En el presente artículo me gustaría recoger algunas reflexiones personales, sobre todo acerca de mis vivencias en las rutas jacobeas.

Inicialmente veo conveniente aportar algunos datos históricos sobre el origen del Camino de Santiago para entrar en materia. Actualmente, el Camino Primitivo se corresponde con el inicial trazado realizado en la Edad Media. Concretamente, se considera que el rey Alfonso II de Asturias fue el primer peregrino en visitar la tumba del Apóstol, cuando partió de Oviedo rumbo a Compostela, avisado por el ermitaño Pelayo de la presencia allí de luces celestiales. Posteriormente y a lo largo de los siglos, el Camino Primitivo se vio desplazado sobre todo por los actuales Caminos Francés y del Norte, de donde procedían numerosos peregrinos desde el corazón del viejo continente.

En mi caso, corría el verano de 2019 cuando recibí la propuesta de realizar por primera vez el Camino de Santiago, y precisamente el Primitivo desde la capital ovetense. Yo por aquel entonces no era ningún aficionado al senderismo ni al deporte en general, pero decidí aceptar por dos razones. La primera, evidentemente, porque no perdía nada al intentarlo, y la segunda porque pocos meses antes me había confirmado, y pensé que podría ser buena idea realizar el Camino seguidamente a ese sacramento. En ese momento, nunca me hubiera imaginado que esa experiencia lograría acercarme tanto a Cristo, ni que entraría en la Plaza del Obradoiro con los ojos llenos de lágrimas de alegría y emoción.

El Camino Primitivo tiene el apodo de rompepiernas y honestamente lo corroboro, pues la gran mayoría de sus etapas presentan importantes desniveles, por lo que un buen entrenamiento es imprescindible. De este Camino, sobre todo me impresionaron la variante de Hospitales y el embalse de Grandas de Salime, pese a que en general goza de preciosos detalles paisajísticos todos los días, y lo recomiendo absolutamente. En cuanto al factor espiritual, me marcaron ciertos ejemplos que voy a proceder a detallar, y que, en definitiva, me convencieron de que todavía hay seres humanos que siguen el camino de Dios en el mundo.

Vivimos actualmente en un mundo materialista, donde el autoplacer tiende a ser concebido como uno de los principales objetivos a alcanzar. Por suerte, durante el Camino Primitivo pude experimentar que todavía existen personas con humildad, humanidad y vocación de entrega al prójimo. Concretamente, esto lo manifiesto ya que me encontré falto de agua en dos etapas complejas, precisamente al final de la montañosa variante de Hospitales, y ya entrando a la ciudad de Lugo en una larga jornada. Allí aparecieron dos de mis ángeles, dos personas bondadosas que se apiadaron de mí, interrumpiendo sus quehaceres en sus hogares, y no dudaron en absoluto para llenarme la cantimplora. Gracias de corazón y que Dios os bendiga.


Otra situación que me chocó bastante, y que posiblemente antes del Camino Primitivo nunca la habría analizado desde ese punto de vista, es la espectacular hermandad que hicimos entre compañeros peregrinos. Todos nosotros éramos personas de distinta procedencia, con diferentes valores e ideología, incluso de distinta condición socioeconómica, pero a todos nos unía algo. Ese algo era la llamada que nos había motivado a viajar hasta la tumba del patrono de España, y ello nos vinculó profundamente. Nunca se me olvidarán momentos como cuando jugamos todos a las cartas en el albergue de San Romao da Retorta, o cuando un peregrino norteamericano llegó a llamarme “su hermano español” en Fonsagrada, simplemente porque le había ayudado con una lesión sufrida bajando el Puerto del Acebo.


Dos años más tarde, pandemia de por medio, procedí a responder a una nueva llamada de peregrinación en 2021. En esta ocasión comencé el Camino Francés desde la localidad francesa de Saint Jean Pied de Port, si bien para completarlo entero requerí partirlo en tres tramos, finalizando en agosto de 2023. Aquí pude volver a comprobar gran parte de mis vivencias del Camino Primitivo, por ejemplo, la generosidad de un señor que se encontraba en pleno monte durante la etapa que finaliza en San Juan de Ortega. Se dedicaba a ofrecer gratuitamente sandía al peregrino que llegaba arriba, por mera caridad, demostrando la grandeza de su corazón.


No obstante, el Camino Francés me permitió también actualizar mis experiencias. Ejemplo de ello es mediante el numeroso patrimonio cultural que contiene esta ruta desde el propio país galo, donde me gustaría destacar algunas misas del peregrino que especialmente me marcaron. La primera de ellas es la de Roncesvalles, población donde acaba la etapa inaugural pirenaica. Fue una celebración muy emotiva porque supuso la primera bendición que recibimos los peregrinos. Tampoco puedo olvidarme del Santuario de O Cebreiro, un lugar místico donde el sacerdote, después de la misa nos reunió en un círculo y nos hizo entrega de una piedrecita con una flecha. Por último, debo mencionar tuve la ocasión de ser partícipe al leer durante la misa de la Iglesia de San Tirso, en Palas de Rey.


Mi más reciente experiencia jacobea es un tanto indirecta, porque recientemente finalicé el Camino del Salvador, que conecta León con Oviedo. Se trata de una ruta montañera y exigente, de la que he sacado una conclusión fundamental. Si bien es cierto que durante el Camino Francés pude entablar amistad con bastantes peregrinos, considero que el mayor grado de hermandad y de cercanía lo he establecido tanto en el Salvador como en el Primitivo. El motivo es que al ser rutas menos masificadas, y al haber un menor número de peregrinos, es más factible lograr hacer “piña” entre los pocos que se encuentran caminando. No se me borrarán de mis recuerdos la cena comunitaria del Albergue Cascoxu, en Llanos de Somerón, o los buenos momentos compartidos con los peregrinos en localidades como Poladura de la Tercia o el propio Oviedo.


Precisamente sobre esta reflexión me parece oportuno citar unas palabras de San Juan Pablo II: «La peregrinación a Santiago fue uno de los fuertes elementos que favorecieron la comprensión mutua de pueblos europeos tan diferentes, como los latinos, los germanos, celtas, anglosajones y eslavos. La peregrinación acercaba, relacionaba y unía entre sí a aquellas gentes que, siglo tras siglo, convencidas por la predicación de los testigos de Cristo, abrazaban el Evangelio y contemporáneamente, se puede afirmar, surgían como pueblos y naciones


En conclusión, el Camino de Santiago es una experiencia que ha supuesto importantes cambio en mi vida. Ha permitido que crea más en las enseñanzas de Jesucristo, que tenga fe en que aún existen reductos de humanidad entre las personas que poblamos el mundo, y también me ha aportado conocer personas increíbles. Personalmente, recomiendo totalmente animarse a hacerlo, pues estoy seguro que supondrá un punto de inflexión espiritual a recordar para siempre.


Buen Camino y Ultreia.

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