En el capítulo diario de cosas escandalosas que deberían hacer caer a cualquier gobierno y que la población de un país normal mínimamente informada no podría tolerar, se cuenta la condonación de la deuda autonómica anunciada por Pedro Sánchez tras su reunión con los presidentes de comunidades autónomas el pasado viernes en Santander.
A primera vista, algunas personas podrían pensar que está muy bien esto de que a las comunidades autónomas se les perdonen las deudas. Cada uno vivimos en una comunidad autónoma así que dónde se puede ver un problema. ¿No es un beneficio para todos dejar a las comunidades autonómas con menos deuda?
El problema con el perdón general que anuncia Pedro Sánchez es que nos encontramos simplemente ante un acuerdo pactado con los golpistas catalanes para comprar sus votos. De lo que se trata por tanto es de perdonar unos 16.000 millones de euros a Cataluña como parte del precio de la investidura de Sánchez. Lo esencial por consiguiente de la condonación es el cumplimiento de este punto y lo accesorio del asunto la forma de vestir el anuncio, de manera que no parezca una condonación particular y exclusiva a Cataluña para no generar en la población del resto de comunidades un sentimiento de agravio.
Así y todo, alguien podría seguir pensando que se trata de algo pactado por Sánchez con los nacionalistas catalanes para comprar sus votos pero positivo para el resto a pesar de todo si lo generalizamos al resto de comunidades. El hecho es que no, y ello por varios motivos. Para empezar, lo que se contempla perdonar es en principio la deuda del FLA, el Fondo de Líquidez Autonómica, una especie de fondo de rescate autonómico al que han ido acudiendo a endudarse las comunidades peor gestionadas y más gastadoras. De hecho comunidades como Madrid, Navarra o País Vasco no han acudido al FLA. Por consiguiente, un perdón parcial en la deuda de este fondo sería totalmente injusto y desigual. Primero porque beneficia más a unos que a otros, porque no todos se han endeudado en la misma proporción, y segundo porque es una medida que premia a los que han gestionado peor y se han endeudado más.
Hay que tener en cuenta, por otro lado, que perdonar deuda autonómica no significa que la deuda se evapore, lo que sucede es que esa deuda autonómica simplemente se convierte en deuda estatal. O sea, que no es que ya no haya que pagarla, sino que cambia el sujeto que la tiene que pagar. Y esto sí que si significa para todos, menos para Cataluña, un reparto por completo injusto y desigual. Es decir, la situación sería parecida a una cena entre 17 amigos en la que se decide antes de comer que cada uno pagará lo que ha consumido, pero después de la cena se cambia el acuerdo para repartir la factura entre los 17. El problema es que mientras unos han pedido verdura, un filete y cerveza, hay uno que ha pedido caviar, centollos y champán francés. Al repartir a partes iguales, el gran beneficiado es el de los centollos, el caviar y el champán, que casualmente es al que Pedro Sánchez le ha comprado los votos para vivir con Begoña en Moncloa.
Resulta evidente que quien aplaude esto o es el del champán y los centollos o es que no comprende el sistema. Existe no obstante una cierta astucia en la forma de Sánchez de vender este asunto, a través de los presidentes autonómicos. Si a fin de cuentas a cada autonomía se le quita algo de deuda, aunque después de la factura común se tenga que hacer cargo el estado, egoístamente cada presidente autonómico puede contemplar la quita como un alivio particular para su gobierno, aunque no para sus ciudadanos. Tenemos por tanto por un lado la injusticia de que el estado se hace cargo de la factura de la cena y que esto no beneficia a todos por igual, porque no todos han pedido lo mismo, pero tenemos por otra lado también la injusticia de que la factura hay que pagarla y que para pagarla el estado va a reclamar después a cada comunidad de forma desigual. O sea, que tenemos una injusticia a la hora de perdonar la deuda y otra injusticia después a la hora de redistribuirla. Para colmo, el mayor beneficiado es el que ha pedido los platos más caros y el más rico de la mesa. Todo muy progresista. Todo muy solidario y social.