Tenemos un gobierno que no sólo gobierna por decreto, sino que tiene una forma muy llamativa de aprobar los decretos, esos decretos a los que ya conocemos como “omnibus”. O sea, decretos que son un cajón de sastre en los que no se trata de aprobar o no aprobar una cosa, sino toda una batería de cosas. ¿Cómo funcionan estos decretos y por qué le interesan tanto al gobierno?
Cuando el gobierno necesita aprobar alguna medida, teniendo en cuenta que por sí mismo no tiene mayoría para hacerlo, necesita comprar los votos, literalmente. Estamos lejos de un escenario idílico en el que los votos se consiguen convenciendo a los demás de la bondad o al menos la necesidad de tal o cual medida. En el escenario actual no se razona ni se convence, se comercia. Para ser tan anticapitalista el sanchismo, la verdad es que el sanchismo aparece como un auténtico devoto y maestro del comercio. En una primera fase, en los despachos del Congreso, en Waterloo o donde sea, lo que se intenta es formalizar algún tipo de intercambio. Tú me das tus votos y yo te vuelvo a meter dentro de la ley, o te concedo la amnistía, querido socio delincuente. Tú me votas los Presupuestos y yo voy propiciando el acercamiento y la salida a la calle de los presos de ETA. Tú me apoyas aquí y allá y yo te perdona la deuda autonómica. Todo esto ocurre además sin luz ni taquígrafos, lejos de la tribuna del Congreso, al margen del debate en las cámaras de respresentación popular, incluso fuera de España. Existe sólo una democracia formal, pero ni siquiera demasiado formal a estas alturas.
En una segunda fase, puede ocurrir que no se ha llegado a un acuerdo satisfactorio, entonces es cuando entran en juego herramientas como los decretos ómnibus, que tienen algo de lo anterior pero con una dosis interesante de chantaje en su núcleo corazón. Las palabras de Bolaños son un claro ejemplo de esta situación: o apoyan ustedes el decreto, o los afectados por la riada de Valencia se quedan si ayudas. O nos aprueban estas otras medidas, o los pensionistas se quedan sin que se revalorice su pensión.
Que el mecanismo es un puro chantaje resulta evidente. Si lo que se buscara fuera sólo aprobar las ayudas a los afectados por la riada, se votarían estas ayudas por separado y como una única cuestión. Previsiblemente, además, todo el mundo votaría a favor. Cuando el gobierno mezcla la concesión de estas ayudas, para lo que habría un consenso, con otras medidas para las que no tiene mayoría, lo que está planteando es un chantaje puro y duro. Muchas veces, además, estas medidas que necesita aprobar son pagos a cambio de sus votos a otros socios, pero que no tiene mayoría para concederlos sin este tipo de artimañas.
La apoteosis de este tipo de chantajes, no descartable dada la trayectoria que llevamos, seria que un día el PSOE apareciera con un decreto “ómnibus” en el que se votara al mismo tiempo y como un pack inseparable la amnistía de Begoña y las ayudas a la DANA. O el indulto al hermano del presidente y la subida de las pensiones. Esta es la España sanchista del año 2025 pero al menos no gobiernan los hitlerianos, que como todo el mundo sabe son todos aquellos que osan poner en cuestión cualquier discurso emanado de Moncloa. La llegada de una dictadura puede ser como clavar un clavo, de golpe, o como apretar un tornillo. Cada noche que Sánchez pasa en Moncloa da una vuelta más el tornillo.
