UPN+Geroa: el kesito Frankenstein

No todo en el parón vacacional ha sido previsible, o al menos totalmente previsible. En UPN por ejemplo le ha estallado a Esparza una brecha debajo del asiento. Por un lado el propio Esparza ha anunciado su renuncia a seguir encabezando la lista de UPN, pero por otro ha reaparecido Miguel Sanz para afearle sus resultados y su fracaso estratégico. Sanz no tiene reparos en confirmar la división interna de UPN, por si a estas alturas todavía se pudiera dudar. Lo cierto es que Esparza renuncia a su candidatura a la par que presume de los fantásticos resultados a todos los niveles que UPN habría obtenido bajo su batuta. Pues menos mal.

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O sea, escuchando decir a Esparza lo bien que ha ido todo lógico sería esperar el anuncio de que sigue, no el de que se va. Por otro lado anuncia que lo que deja es la candidatura a la presidencia del gobierno, no estando tan claro si la presidencia de UPN también la quiere dejar. No es que los resultados hayan sido un desastre, no es que UPN haya perdido el monopolio de la derecha, no es que no haya sumado un diputado más desde 2015, no es que en las generales se haya convertido en la cuarta fuerza navarra, no es que romper Navarra Suma haya sido un error, no es que la apuesta por volver a gobernar de la mano del PSN se haya revelado un fracaso, sino que Esparza se va porque dice que su vida se encuentra en un cambio de ciclo. Menos mal que ese cambio de ciclo para regresar a la docencia se produce después de unos maravillosos resultados electorales que le relegan otros cuatro años a la oposición y no después de unos detestables resultados que le hubieran catapultado al gobierno, o tendríamos que buscarnos a toda prisa un sustituto para encabezar la presidencia del gobierno. Los cambios de ciclo por lo visto sólo llegan con los fracasos electorales. Hablar al mismo tiempo de éxito y de cambio de ciclo no tiene sentido. Y además si hace falta sale Sanz a decirlo.

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Más allá de la calamitosa gestión de UPN por parte de Esparza lo realmente preocupante es la falta de proyecto de la formación regionalista. Es decir, la alternativa que apunta Sanz a la vista del rechazo del PSN es buscar una mayoría alternativa de la mano de… ¡Geroa Bai! Y para colmo Esparza suscribe la ocurrencia evidenciando que en UPN puede haber ahora mismo división en la defensa de los valores fundamentales pero unidad en torno a los errores de rumbo más garrafales. Por cierto, UPN y Geroa sólo suman 23.

UPN lleva naufragando desde el momento en que dejó de ser un proyecto político para convertirse en un proyecto aritmético. Las ideas dejaron paso a los números. Para sumar ya no se trataba de atraer al electorado sino a tal o cual o cual partido. Que convenzan otros. Como si para sumar a la larga no hubiera que convencer. Como si la crisis política del centro derecha a escala foral y nacional no fuera precisamente esa, el abandono de la batalla ideológica durante décadas. Como si en una democracia las mayorías aritméticas fueran por un lado y las mayorías sociales por otro. Como si entre las mayorías políticas y las mayorías mediáticas no hubiera tampoco ninguna correspondencia.

El otro camino seguro para el naufragio es pasar a abrazar la ideología del contrario. Obviamente si tu proyecto político se queda en minoría cabe acariciar la tentación de volver a convertirse en mayoritario abrazando la ideología mayoritaria, el problema es que para hacer del otro siempre es mejor el otro, y que si para ser mayoritario te pasas al proyecto político del otro lo que consigues no es imponer tu proyecto, sino hacer más fuerte el proyecto del otro. ¿O no tienes proyecto propio? Pues por eso te vence el otro.

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Dicho lo anterior, es verdad que cuando la izquierda cacarea la existencia de una mayoría “progresista” omite el dato de que ni Junts ni el PNV son partidos progresistas. O sea, con el PNV o con Junts el centro-derecha podría encontrar puntos de acuerdo en múltiples cuestiones, desde fiscalidad a los conciertos educativos o sanitarios. Pero entre la independencia y el resto de creencias, incluyendo la religión, el separatismo vasco y el catalán ya tomaron una decisión en 1936 que siguen sosteniendo hasta hoy. De hecho el problema del PNV es que si se trata de competir por ver quién es más progresista y más independentista Bildu se lo puede comer. Pero el PNV, como Junts, está preso del marco en el que hace mucho tiempo decidió que debía jugar. No caben muchas esperanzas de que el PNV o Junts vayan a aparcar su agenda independentista para pactar una agenda de mera gestión. Por eso mismo Sanz al explicar el quesito afirmaba que intentar meter la cuchara en ese lado del espectro no sólo era difícil sino “peligroso”, aunque ahora la nostalgia del poder parezca haberle hecho cambiar de opinión, y por eso mismo la salida de UPN a su crisis electoral no puede ser pasar de intentar el quesito con “qu” a intentar el kesito con “k”.

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