Si nadie vio nada raro antes, es porque el entorno de Podemos y Sumar era como una película de Torbe

Todo lo que ya se ha revelado del caso Errejón debería dar lugar a la dimisión en bloque de todos los líderes de Podemos y Sumar. Deberían todos abandonar la política, disolverse como organización, reconocer cuán equivocadas estaban todas sus ideas, pedir perdón e ingresar en un monasterio o un convento, para empezar a llevar una vida de penitencia y oración. Eso sería lo ético y moral. No sólo lo ético y moral, lo coherente con lo que han estado predicando todos estos años. O sea, que harán cualquier cosa menos esto.

No pueden no dimitir. No pueden decir que no dieron credibilidad a las denuncias públicas y comentarios que llevaban ya más de un año circulando. No pueden no asumir esa responsabilidad. Es que en el mundo de Podemos y Sumar, en lo tocante a todo lo que tiene que ver con acusaciones de violencia sexual por parte de mujeres, no cabe pensar que algo son sólo rumores, maledicencias, calumnias o habladurías, porque no se puede cuestionar lo que dice una mujer, al menos si lo dice de cualquier hombre que no sea un jerifalte de Sumemos.

No pueden establecer unos criterios y ahora inventarse otros criterios, o presentar como remedio a la crisis unos futuros criterios como si no fueran los mismos criterios no aplicados del pasado. Lo que pasa es que el criterio que establecieron no fueron capaces de mantenerlo. Si es que fallaron los criterios, porque no era asumible en el mundo real dar credibilidad a todo y dejar sin efecto en absoluto la presunción de inocencia, entonces toca cambiar los criterios. Y si lo que fallaron no fueron los criterios, entonces a los que hay que cambiar es a ellos. Lo que no pueden es no cmabiar nada. No es además la primera vez que desoyen una denuncia y tapan un escándalo de este tipo. Su credibilidad es igual a cero. Todos sabían pero han callado mientras la instrucción del partido era callar. Ni uno de ellos ha dicho una palabra que pusiera en riesgo su cargo y su sueldo hasta que el partido ha tenido que reconocer l a realidad. Ahora se acusan entre ellos pero Arenillas sólo canta ahora que la intentan convertir en la chiva expiatoria. Hasta ahora callaba y encubría porque la mantenían en el puesto. O sea, en el sueldo. Todos se acusan unos a otros y por lo visto todos tienen razón en todas las acusaciones que se cruzan.

Para poder ser implacables con los demás, como ellos lo son, hay que empezar por ser implacables con ellos mismos. Para ni uno de ellos es posible por tanto la salvación. Pero que no dimitan, que no se vayan, que no hagan nada, si electoramente para los que estamos al otro lado de su muro eso es seguramente lo mejor.

Imaginemos no obstante que el gobierno y sus socios pudieran controlar las redes sociales, como pretenden hacer, de modo que para enterarnos de lo que nos hemos enterado hubiéramos tenido que esperar a que nos lo contara Broncano.

Chupame la minga, Dominga, os dejo el despacho para que os desahoguéis, para miradas lujuriosas las que tú desatas por donde pasas, azotes sangrientos, me refresco en el baño… Ese era el ambientillo en todo ese mundo desde el principio. No puedes estar en una película de Torbe y pensar que estás en Marcelino pan y vino. No cabe no ver. ¿Cuando empezó esto? En el minuto uno. ¿Tenemos que creernos que Errejón era un salido extraño en un grupo de franciscanos? ¿Cómo es que no se dieron cuenta de que Errejón era un cerdo? El único sitio donde el comportamiento de un cerdo no llama la atención es en una pocilga. Son un estercolero ideológico y moral según las normas y valores generales, pero no digamos según las claves que ellos mismos han predicado. La cuerda que ahora rodea su cuello se la han colocado ellos mismos con fanático entusiasmo.

Todo es tan turbio en este entorno de sumemos si podemos que los acusadores no parecen mucho menos cuestionables que los acusados. Naturalmente no se puede cuestionar a las acusadoras desde su órbita ideológica, pero los demás no estamos ciegos ni somos prisioneros de su discurso. ¿Acaso no cabe sospechar que todo esto es una operación política destinada a provocar la desaparición de Sumar? Esto no quiere decir que Sumar no merezca desaparecer, por supuesto. Pero si todo es una operación política, ¿cuánto hay de cierto en las acusaciones y cuánto de lo necesario para reventar a Yolanda Díaz? Tampoco esto quiere decir que las acusaciones sean falsas, no es incompatible que estén teledirigidas a un fin en un momento concreto con que puedan ser ciertas. ¿Viene bien esto además para convertir en best-seller un libro más del montón subvencionado con un pastón? Pues mucho mejor. Esto tampoco implica que todo sea una mera conspiración. O mejor dicho, que todo forme parte de un plan no implica que el arma principal del plan de ataque sean acusaciones falsas. Afortunadamente no somos como ellos y en este lado de su muro creemos en la presunción de inocencia, en el principio acusatorio y en que es quien afirma el que debe probar su afirmación.

Resulta por lo demás llamativo que las mujeres pudieran esperar de Errejón algo así como amor romántico. ¿No se han enterado acaso de que el amor romántico ha sido abolido por el feminismo? ¿Qué se puede esperar entonces cuando te quedas encerrada en una habitación de hotel con Errejón o en un baño con Iglesias? Los líderes de Sumemos están siendo víctimas de su propio discurso, pero también las mujeres que aparentemente han sido sus víctimas son a su vez víctimas del discurso que ellas también han abrazado, a menudo con el mismo fervor que les ha llevado a los brazos de los líderes de Sumemos.

¿A dónde nos conduce la liquidación de la moral tradicional? El caso de Errejón no puede ser un caso aislado ni inédito porque, por el contrario, parece más bien la consecuencia lógica del discurso en el que se mueve Errejón. De hecho, esta hipocresía y esta doble moral no es una peculiaridad ni española ni errejoniana. En toda la galaxia izquierdista a la que se adscriben Podemos y Sumar se observa el mismo patrón, ya sea en Bolivia, Chile o Argentina.

La izquierda no cree en el amor romántico pero tampoco en la amistad. Es decir, ¿es que no tenía ningún amigo en su partido Errejón? Entre todos esos y esas que revoloteaban a su alrededor y le hacían la pelota, ¿es que nadie da la cara por él? ¿Nadie se atreve a cuestionar a las denunciantes que a los tres años de un polvo de mierda de repente, acaso sabiamente asesoradas, se preguntan si en realidad no las estaban cosificando y si eso no sería una agresión sexual ahora que se lo explican? ¿No tenía Errejón un sólo amigo en el partido que ahora defienda nada más que su presunción de inocencia que es un derecho fundamental?

Otra derivada no despreciable en toda historia de mentiras e hipocresía es el asunto de las drogas. Porque aparte de sus actividades sexuales se le acusa a Errejón de tener un problema con las drogas y se refiere el uso de drogas también durante las actividades sexuales denunciadas. ¿Será este Errejón que esnifaba cosas raras el mismo que dejaba caer sospechas sobre los posibles vicios de Albert Rivera y se burlaba de ellos con sus coleguillas mediáticos?

Más allá de lo entretenido que resulta todo esto, lo fundamental es recordar una vez más que nos vendían la imposición de todo su ideario político como la solución a todo problema de abuso, desigualdad y violencia machista. Las agresiones sexuales eran consecuencia del ideario del vecino. En su ambiente, con su ideario, no eran posibles estas cosas, por eso nos decían que había que imponer su ideario. Ahora es hasta poético ver cómo se les cae encima todo su tinglado totalitario. Sólo falta, para que no quede ni un atisbo de su recetario, que ahora Errejón para intentar escapar de los cargos se declare mujer y se cambie de sexo.

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