Conviene recordar de vez en cuando lo mal que les fue a los apóstoles predicando el mensaje cristiano, al menos si lo medimos en términos humanos. Es decir, prácticamente todos ellos pagaron primero con la persecución y segundo con su vida el difundir el mensaje de Jesús. A poco que lo pensemos, esto es muy raro si creían que todo lo que estaban contando era un cuento.
Cabe subrayar que con las cosas que predicaban los discípulos de Jesús era imposible hacer carrera en aquellos tiempos y aquellas tierras, ya en vida del propio Jesús, no digamos después de crucificado. Es decir, si aquello era en un cuento, era uno que tenía cero posibilidades de servir para hacer ricos y poderosos a quienes lo inventaban. Por el contrario, era una garantía de enfrentarse al poder y ver evaporarse ninguna posibilidad de enriquecerse. Alternativamente, para ganar el favor del poder y obtener dinero y posición, estaba muy claro el discurso que había abrazar. Era muy fácil. A nadie se le hubiera ocurrido inventarse el cristianismo y enfrentarse a las autoridades romanas y judías para ascender en la vida.
Tampoco la gente que escuchaba a los apóstoles y veía cómo eran perseguidos les seguía por interés propio. Todo lo contrario, seguir a esa gente era poco menos que suicida. Si algo no tenía sentido, era pensar que hacerse cristiano era un modo de prosperar en la vida; nadie se hacía cristiano pensando eso, y por tanto si el cristianismo hubiera sido un cuento inventado para hacer ricos y poderosos a sus inventores, o para prometer riqueza y poder a sus seguidores, hubiera sido un cuento absolutamente distinto. Todo empieza cuando debería haber acabado. Lo increíble, o si quieren lo milagroso, es que al final la gente se acercara al cristianismo pese a la persecución a la que estaban sometidos los apóstoles de Jesús y sus seguidores.
De lo que no cabe duda, a este respecto, es de que los apóstoles de Jesús estaban convencidos de lo que decían. Si precisamente algo no eran, era cuentistas. No se explica de otra manera esta forma de predicar un mensaje en contra de su interés propio y de su seguridad personal. No te dejas crucificar bocabajo, como San Pedro, por un cuento que te has inventado. No te juegas todo lo que tienes en esta vida por otra vida en la que no crees. No te inventas un relato en el que quedas como un cobarde por negar tres veces a Jesús. Por tanto hay que decir en defensa de la Navidad que sea lo que sea no es cuento. Eso en que se basa la Navidad nos ha llegado a través de testigos y no de cuentistas. La diferencia entre unos y otros es que los segundos se pueden inventar lo que sea para prosperar, mientras que los primeros están dispuestos a soportar el castigo que sea porque saben que su testimonio se basa en la verdad, que rima con Navidad.
