Si alguien se autopercibe como muerto, ¿debería poder registrarse como fallecido?

La mayoría parlamentaria ha decidido que si un hombre se autopercibe mujer puede pueda inscribirse en los registros oficiales como mujer. Lo mismo si se trata de una mujer que se autopercibe hombre. Además puede cambiar de autopercepción y al tiempo volver a su registro inicial. A esta fantasía la mayoría parlamentaria la ha denominado como autodeterminación de género y no es además una ocurrencia original española, sino un discurso que se extiende hasta ir normalizándose poco a poco por todo el mundo occidental. Es más, no es que este discurso se vaya normalizando sino que puede acabar en la cárcel o severamente sancionado quien tenga la osadía de ponerlo en cuestión.

Si partimos de la base de llamar a algo el derecho a la autodeterminación de género, estamos haciendo algo más que poner un nombre pomposo a un fenómeno extravagante, estamos sentando la base de que lo que propone una parte es un derecho, y por tanto es indiscutible, y que lo que propone la otra parte es negar un derecho, por lo cual resulta perseguible. El lenguaje predetermina el resultado del debate. ¿Pero el lenguaje puede crear la propia realidad?

O sea, una cebra es una cebra. Si le pintas rayas blancas y negras a un burro no es una cebra, sino un burro con rayas. Si una cebra pudiera autopercibirse como un burro, seguiría siendo una cebra. Si ves una foto de una cebra, no hace falta preguntarle a la cebra lo que se siente para saber que es una foto de una cebra. O el lenguaje es un reflejo de la realidad, o el lenguaje es absurdo. Le puedes llamar perro a un pez, pero seguirá muriéndose si lo sacas del agua. Le puedes llamar gato a un cocodrilo, pero te arrancará el brazo cuando lo vayas a acariciar. ¿Cómo hemos llegado a aceptar entonces que se pueda ser hombre o mujer sólo por una declaración en vez de en base a la realidad? Lo que nos lleva al síndrome de Cotard.

Existe una cosa que se llama el síndrome de Cotard, el cual consiste en un delirio en virtud del cual quien lo padece se piensa que está muerto. Efectivamente es una cosa un poco rara, pero por eso es un delirio. ¿Quiénes somos nosotros por otro lado para decirle a alguien si está vivo o muerto y mucho menos para decirle que tiene un delirio y que debería recibir un tratamiento? ¿Es mucho más extraño pensar que uno vive dentro de un cadáver que pensar que es un hombre atrapado en el cuerpo de una mujer? El caso es que hay gente que afirma con toda convicción estar muerta. Se atuopercibe como muerta. Y esta gente se encuentra increíblemente discriminada porque a ella no se le reconoce el derecho a la autodeterminación de su estado vital. Ni siquiera esta gente puede autodeterminar si es una muerta o un muerto, por lo que puede sufrir una doble discriminación, al negársele primero el derecho a autodeterminar su estado vital y después el derecho a autodeterminar su género post mortem.

¿Es todo esto una absurdez? Pues depende de si antes hemos decidido que lo importante en derecho es la realidad o la autopercepción. O si hemos decidido que la realidad no existe por sí misma sino que es un reflejo de lo que decida una mayoría parlamentaria. Lo que no podemos negar es que hay gente que se se autopercibe como difunta, igual que hay gente que se autopercibe como atrapada en un cuerpo de otro género. ¿Por qué en unos casos hemos decidido que el criterio sea la autopercepción en vez de la realidad y en otros hemos decidido que prevalezca la realidad? Al menos del síndrome de Cotard todavía podemos discutir para plantear el predomino de la realidad sobre el de la autopercepción sin que sea tanatofobia. Todo se andará. A fin de cuentas en estas cuestiones siempre existe un efecto psicológico de contagio. Empecemos hablar del síndrome de Cotard, a llevar personas que se perciben como muertas a colegios, a preguntarles a los niños en clase si se sienten vivos o muertos, y empezará a haber muchos más casos de síndrome de Cotard.

Compartir este artículo

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

  • Navarra Confidencial no se responsabiliza ni comparte necesariamente las ideas o manifestaciones depositadas en las opiniones por sus lectores. Cada usuario es único responsable de sus comentarios
  • Los comentarios serán bienvenidos mientras no atenten contra el derecho al honor e intimidad de terceros, puedan resultar injuriosos o calumniadores ,infrinjan cualquier normativa o derecho de terceros , empresa, institución o colectivo, revelen información privada de los mismos, incluyan publicidad comercial o autopromoción y contengan contenidos de mal gusto.
  • Se procurará evitar en lo posible los comentarios no acordes a la temática publicada
  • Navarra Confidencial se reserva el derecho de eliminarlos

Información sobre protección de datos

  • Responsable: Navarra Confidencial
  • Fin del tratamiento: Controlar el spam, gestión de comentarios
  • Legitimación: Tu consentimiento
  • Comunicación de los datos: No se comunicarán los datos a terceros salvo por obligación legal.
  • Derechos: Acceso, rectificación, portabilidad, olvido.
  • Contacto: info@navarraconfidencial.com.

Suscríbete a nuestro boletín