No estábamos ya lo bastante divididos los españoles que nos teníamos también que diferenciar entre pro-rusos y anti-rusos. Naturalmente esto es una simplificación a la que nos quieren abocar. No tiene mucho sentido ser anti-ruso o anti-portugués o anti-uruguayo en general. Se puede ser además anti-Puti y pro-Dostoievski, o pro-Chaikovski. Para ser anti-ruso, como para ser anti-español, habría que especificar más.

En este sentido, llama la atención lo curiosa que es nuestra posición internacional, o la del gobierno, o la de parte de este gobierno, porque también en esto hay que afinar y especificar. Se supone que el gobierno de España es anti-Putin. Pedro Sánchez es el campeón del antiputinismo. Putin y Trump básicamente tienen un problema en su vida, que es Pedro Sánchez. Lo que pasa es que Pedro Sánchez tiene una forma muy rara de enfrentarse a Putin, que consiste en comprarle todo el gas que produce.

Como todo lo que tiene que ver con lo que decide la UE, la lucha contra Putin oscila entre lo hipócrita y lo esperpéntico. ¿Cómo nos puede sorprender que a la economía rusa no le esté afectando el peso de la guerra si estamos comprando gas a Putin como si no hubiera un mañana? Al mismo tiempo, un particular que se compre un reloj chino de Aliexpress de 150 euros se pude encontrar con que se lo paran en la aduana hasta que demuestre que no contiene acero proveniente de Rusia. Esto aplicado a todo y multiplicado es básicamente la UE y así nos luce el pelo en el mundo. Eso sí, nuestros euroburócratas se premian a si mismos por su labor (y a nuestra costa) con salarios de ensueño. En pocos casos la relación entre salario y eficacia en la gestión va a encontrarse más próxima a cero. A fin de cuentas no se paga la eficacia, se paga la sumisión. Seguramente por eso abunda tanto en la política la gente incapaz de pensar por sí misma. No pensar, por si cobrar mucho no basta, favorece sobremanera la sumisión.

Dicho lo anterior, no puede ser que vayamos a gastar cientos de miles de millones en armamento para enfrentarnos a Putin mientras al mismo tiempo le pagamos cientos de miles de millones a Putin para que se los gaste en armamento. Le estamos pagando a Putin las armas frente a las que vamos a tener que gastar una fortuna en rearmarnos. Le estamos pagando más dinero a Putin para financiar la guerra contra Ucrania que el dinero que le estamos dando a Ucrania para defenderse de Putin. No hace falta ser Elon Musk para ver que algo está fallando en la geopolítica de la Unión Europea, no digamos en la de España. Pedro Sánchez no es el campeón de la lucha contra Putín, es el campeón de la compra de gas natural de Putin, lo que por cierto nos debe llevar de una vez a la política energética de la UE, que es en definitiva el fondo de todo este asunto.

¿Por qué atacó Putin Ucrania? ¿Cómo tuvo esa osadía? Por un lado porque pensó que la iba a ocupar en 10 días, pero por otro porque se dio cuenta de que la UE estaba por completo indefensa. Aparte de no tener una política de defensa común ni operativa, ¿cómo iba la UE a enfrentarse a Rusia y a depender del gas ruso al mismo tiempo? ¿Se hubiera atrevido Putin a invadir Ucrania si la UE gozara de independencia energética? ¿Podría financiar Putin la guerra de Ucrania si la UE tuviera independencia energética? ¿Puede pintar algo la UE en el mundo sin independencia energética?

Los globalistas de la Agenda 2030 han dejado a Europa totalmente vendida. La dependencia energética no sólo nos deja totalmente entregados en el plano estratégico y militar, sino que en el terreno económico nos aboca a la ruina. La política energética de la UE no sólo es ruinosa y estratégicamente calamitosa, sino que además tampoco tiene sentido en términos ecológicos. El punto débil de las energías renovables es que en realidad deberíamos llamarlas energías intermitentes. Necesitamos energía todo el rato, no sólo cuando hay viento o es de día. En las frías, oscuras y anticiclónicas tardes de invierno sin luz ni viento, no es cuando menos energía necesitamos sino cuando más la demandamos. Por eso la sostenibilidad de las renovables, aparte de cara, es un cuento. Cuando deja de soplar el viento o se hace de noche, necesitamos una forma alternativa de producir energía y, como hemos renunciado porque si a la nuclear, dependemos totalmente del gas ruso o argelino. El campeón de la lucha contra Putin y Trump, además, nos ha puesto en conflicto en este momento precisamente con los argelinos y con los rusos, menos mal que es el puto amo. Como por otro lado es un hipócrita, cubrimos a Putin de millones al seguir comprando gas ruso. ¿Cuándo se puede ver forzado Putin a negociar la paz en una mesa sin que eso signifique humillar a Ucrania? Cuando le dejemos de comprar gas.

Desgraciadamente con la pandemia y el inicio de la guerra hemos perdido dos grandes ocasiones de poner en valor la independencia energética. Si hubiéramos revisado ya entonces nuestro rechazo a la energía nuclear, a estas alturas estaríamos ampliando y construyendo nuevos reactores que nos proporcionaran energía barata, energía suficiente e independencia energética. No sólo es que dependamos del gas de Putin, es que el precio de la energía nos asfixia conómicamente. Económicamente, es imposible crecer si se dispone de menos energía de la que se demanda, y ya sin la IA (consumidora voraz de energía) estamos muchas veces en España al límite de la demanda. Sumemos a todo ello que el gas al que recurrimos cuando no hay luz ni viento emite CO2, o sea que tampoco es ecológico ni anticalentamiento. Es todo estúpido. Es todo un timo. Pero no nos pueden sacar de esta los mismos que nos han traído hasta aquí sin reconocer no sólo que estaban equivocados, sino que nos han engañado y se han dedicado a perseguir a todo el que se dedicaba a denunciar el engaño. Naturalmente también ha habido en todo este engaño de la transición energética una pequeña cohorte de negociadores y comisionistas que se han estado forrando. Perdón por hablar en pasado.