Lo que se va a hacer en Pamplona con el Monumento a los Caídos no sólo es un churro, sino que además es un churro provisional. Para empezar se trata de algo que no convence más que a una minoría de la sociedad. Por un lado hay una media navarra partidaria de dejar la historia como está. No en Navarra o en España, sino en todas partes. Porque el pasado es el que es. Y si no, entonces lo retocamos y lo resignificamos todo, no sólo lo de unos.
Por otra parte hay media Navarra dividida por la mitad, porque de la media Navarra que gobierna la mitad no quiere resignificar el monumento sino volarlo como goma-2. O sea, que matemáticamente no debe haber más allá de un cuarto de la población a favor del churro que piensan hacer con el Monumento. Un churro que por otro lado nos va a costar un dinero, porque le quieren cambiar hasta la fisonomía exterior al edificio, ocultando la cúpula entre otros dislates. Es un churro. Encima va a salir caro. Y por si fuera poco es provisional.
Porque todos sabemos que es algo provisional. No se trata de resolver la cuestión, sino de alcanzar un acuerdo como sea para salvar la legislatura. Así que a nadie en el cuatripartito le importa tirar el dinero en un apaño que a nadie contenta, si sirve para sostener al gobierno y la alcaldía. El minuto después de acabar la reforma, la mitad del cuatripartito seguirá pidiendo la demolición. El problema a resolver no es la memoria, ni el Monumento, sino la gobernabilidad. Lo que por tanto determina que el proyecto no sea un churro es si sostiene el gobierno o no, no si resulta un mamotreto monstruoso para tapar la fisonomía del edificio actual. Caro por otro lado no es nada cuando se paga con el dinero de los demás.
La cuestión de fondo es una vez resignificar los muertos y la memoria del vecino. Un mínimo respeto a la convivencia aconseja sin embargo dejar en paz a los muertos del vecino. Son sus muertos. Uno no toca a los muertos del vecino para mejorar la convivencia o sanar heridas. Si uno quiere reabrir heridas y no dinamitar edificios sino la convivencia, lo primero o segundo que hace es empezar a tocar los muertos del otro.
Lo que la izquierda tendría que empezar a hacer es resignificar y revisar su propio pasado. Ese pasado golpista que le llevó a levantarse en armas contra la «amada» República en 1934, cuando a los “demócratas” de la izquierda, que en realidad defendían abiertamente la dictadura del proletariado y tenían como faro la Rusia de Stalin, no les gustaron los resultados de las elecciones del año 1933. Ese pasado sanguinario y borrado en virtud del cual decenas de miles de personas fueron asesinadas en la retaguardia republicana entre 1936 y 1939. Lo que hay que resignificar es la figura de Indalecio Prieto, la de Largo Caballero, la de Companys, la del PSOE, la del PCE de José Díaz.. A media España todavía le falta asumir su propio pasado, y hasta que no lo haga no dejará en paz a los muertos del otro. Por otra parte no somos ingenuos. Si el churro que quieren hacer con el edificio no tiene otro fin que llegar al final de la legislatura, remover a los muertos del pasado no tiene otro objeto que retener el poder en el presente, cavando un foso entre los españoles, un foso por el que no puedan pasar al otro lado los votos cuando los familiares imputados, los comisionistas y los ministros pasan por los juzgados.
