Repensar España o romper España

Las crisis son una oportunidad. Alguien puede estar señalando durante mucho tiempo un problema sin que nadie le haga caso, hasta que se desata una crisis. Si no hemos sido capaces de afrontar un problema y tratar de arreglarlo hasta la llegada de la crisis, la crisis puede ser el momento de hacerlo. Parece que la llegada de una crisis obliga quiérase o no a resolver el problema, pero esto no es del todo cierto. Incluso en una crisis se pueden cerrar temporalmente los ojos ante la evidencia, o se pueden plantear varias formas de resolver el problema. El hecho es que ahora mismo está claro, por si alguna vez hubo alguna duda, que tenemos un problema con el encaje de los nacionalistas en España. La pregunta es, ¿hay modo de que encajen? ¿Hemos dejado todavía de intentar alguna cosa por la vía del apaciguamiento? ¿Sería el momento de intentar otra cosa? ¿O seguimos mirando al tendido?

X

En este momento, por ejemplo, podría parecer evidente que un partido que da un golpe de estado tiene que ser ilegalizado, porque si no acabas pactando la impunidad con ese partido y pagándole encima 500.000 millones de euros. Si a un partido que da un golpe de estado lo dejas dentro del circuito las siguientes elecciones te encuentras con que sus votos resultan determinantes. ¿Y cómo enfrentas ese problema? ¿Qué haces entonces?

x

Si no los has ilegalizado, y sus votos se convierten en determinantes, las alternativas son hacerles un cordón sanitario, lo que implica el entendimiento entre los grandes partidos, o claudicar ante ellos. Claudicar ante ellos significa que los nacionalistas pueden estar dentro o fuera de la ley a voluntad, porque o bien se estira o se encoge la ley para volver a meterlos dentro cuando se salen de la ley, o bien directamente se les indulta o amnistía. El estado de derecho deja de existir por tanto de hecho para el separatismo. Hay unas normas para los nacionalistas y otras para los demás. En realidad hay unas normas para los demás y para los nacionalistas sencillamente no hay normas. La impunidad de las separatistas comprende desde la malversación a la sedición. Pero de hecho es total. Los únicos delitos de los que no se les está liberando es de los que no han cometido.

X

No cabe duda de que la ilegalización de un partido o una serie de partidos es una medida extrema, pero estamos en una situación extrema. ¿O no queremos ver dónde estamos? Las medidas extraordinarias existen para este tipo de situaciones como la que estamos atravesando. La pregunta es hacia qué lado de lo extraordinario queremos adentrarnos.

X

La crisis en la que nos encontramos es en definitiva el resultado de un experimento que ha durado décadas, un experimento cuya apuesta principal ha sido el apaciguamiento. A los nacionalistas se les proporcionó una cuota de autogobierno de tal magnitud que era prácticamente la independencia menos un paso. Si a los nacionalistas catalanes no se les adjudicó un cupo como el vasco fue, contado por los propios nacionalistas vascos, porque los nacionalistas catalanes en la Transición no lo quisieron. Pensaron que la gestión de los impuestos era una cuestión impopular de la que mejor si se encargaba el estado central. No pensaron que los impuestos también podían bajarse o que, incluso como ahora, subir los impuestos podía llegar a convertirse entre muchos ciudadanos en algo popular. El punto es que se les concedió un autogobierno casi pleno bajo la premisa de que concediéndoles todo menos la independencia se rebajarían las ansias de los separatistas, o por lo menos el apoyo popular a los separatistas. A la vista está que el plan fracasó.

X

Irónicamente, en la vecina Francia tenemos como elemento de comparación los resultados de la apuesta por un estado fuertemente centralizado. Da la impresión de que su apuesta ha funcionado bastante mejor que la nuestra. Desde luego podría alegarse que nuestra estructura territorial refleja mejor que Francia la idiosincracia y la realidad cultural del país, pero a este respecto cabría acaso replicar que si la estructura de un país no refleja su idiosincracia, al final puede que sea su idiosincracia la que se convierta en un reflejo de su estructura. A fin de cuentas es lo que están haciendo los nacionalistas en los territorios que controlan. Por otro lado una estructura territorial que refleja la idiosincracia del país puede ser una buena idea si se gestiona con lealtad pero un arma letal si se deja en manos de los enemigos de la nación, lo que nos devuelve a la cuestión principal.

X

Algo tiene que cambiar. Si estamos al borde de un precipicio tenemos que pensar que el camino que hemos recorrido a lo mejor estaba equivocado y que los pasos a dar en este momento deben ser hacia un lado o incluso hacia atrás. ¿Qué podemos cambiar? Podemos cambiar el modelo territorial, podemos cambiar el sistema electoral, o podemos ilegalizar a los partidos que cuestionen la nación, no digamos que ya han dado un golpe de estado, que presumen del mismo y que anuncian su repetición. Podemos confiar en un acuerdo que nunca llega entre los grandes partidos nacionales para dejar en la irrelevancia a los nacionalistas, y que por otro lado tampoco resulta del todo deseable porque limita la alternancia y la democracia, o podemos dejar todo como está. Pero entonces habrá que asumir las consecuencias de no tocar nada.

X

Como mínimo es un momento para pararse a reflexionar. Para ver si no hemos equivocado y en qué. Si el tratamiento prescrito hace décadas está curando la enfermedad o por el contrario la está agravando. Y si por tanto no hay que cambiar lo que estamos haciendo. ¿Y cúanto hay que cambiar? Pues tanto como sea necesario para solucionar el problema. A fin de cuentas lo que nos jugamos es la existencia y la integridad de la nación, España como sujeto histórico, sujeto político y sujeto de derecho. Solemos despreciar bastante la idea de nación, por lo menos cuando se trata de España, pero cuando decimos que lo que nos preocupa son los hospitales o los colegios o las pensiones hay que tener en cuenta que pertenecen en definitiva a un sistema nacional de salud,  a un sistema nacional educativo o a un sistema nacional de pensiones. No podemos entrar sin más en un colegio o en un hospital francés o andorrano. A este paso tampoco en uno catalán.

X

Reventar la nación es como quitar la mesa esperando que se sostengan en el aire todas las cosas que están encima de la mesa. En este sentido cuando la otra parte no es que se haya planteado la independencia unilateral, sino que ya la ha puesto en práctica aunque le haya salido mal, tenemos que plantearnos una respuesta adecuada a la nueva situación. La opinión pública española tiene que espabilar. Hay que pedirle al señor Overton una ventana más grande. Ante ataques que nos parecían imposibles hace algún tiempo ahora hay que plantearse defensas que antes nos podían parecer excesivas o innecesarias. O alternativamente podemos dar por perdida la partida y empezar a pensar de dónde sacamos 500.000 millones de euros. Dar por perdida la partida, de todos modos, tampoco resolvería el problema. Una Cataluña independiente reclamaría después la Comunidad Valenciana y las Baleares, por ejemplo. En vez de acabarse el conflicto sólo habría empezado.

X

Rechazar por drástico un giro ahora puede suponer la necesidad de un giro todavía más drástico en el futuro. ¿Podemos extrañarnos del poder que han alcanzado los nacionalistas y el apoyo popular que concitan tras haber dejado por completo en sus manos el dinero, la educación, la cultura y los medios durante décadas? El diálogo con los nacionalistas siempre deriva en más nacionalismo. Un diálogo es un tomaydaca, un diálogo en el que sólo avanza una parte y la otro siempre retrocede a lo mejor es otra cosa que un diálogo. Todas las reformas han ido siempre en la línea de dar más poder al nacionalismo. Y así hemos llegado al punto en que estamos. Cuanto más desleales son los nacionalistas más recompensas obtienen. Hemos diseñado un sistema de incentivos perversos. Por lo menos pensemos de nuevo la estructura de todo el sistema. No nos prohibamos a nosotros mismos la posibilidad de pensar siquiera en hacer cambios en un sentido contrario a todos los cambios que se han ido haciendo y que no han funcionado.  Hagamos algo antes de chocar contra el muro que no sea esperar que se aparte el muro.

X

 

Compartir este artículo

2 respuestas

  1. Hemos dejado pasar tanto tiempo sin hacer nada, que ahora las soluciones son muy traumáticas. Además de todo lo comentado en el artículo, muy bien enfocado, hay que añadir el coste desmesurado que supone para España el sistema de gobierno actual (Más de 100.000 millones anuales que un sistema tipo Francia). ¿Quién se atreverá? 1) A ilegalizar partidos separatistas, como en Francia, Alemania o cualquier país del mundo. 2) A cambiar la ley electoral: un voto = un ciudadano. 3) A excluir los partidos que no obtienen más del 4% del escrutinio. 4) A implantar el bilingüismo a rajatabla en las autonomías con lengua local. 5) A controlar la educación, la justicia, la sanidad y la fiscalidad para que sean homogéneas en toda España. Canadá creo un ministerio para replicar la «demagogia» de los separatistas y evitar así problemas mayores. Lo que está claro es que tal como vamos es imposible llegar a buen puerto. Nos olvidamos del «cirujano de hierro», que tanto se prodigó en siglos anteriores para enderezar la hecatombe que se cernía sobre España.

  2. Si fuéramos a un período constituyente democrático ni tan mal, pero es que vamos en sentido contrario, El autócrata Sánchez está a punto de obtener de manera personal e ilimitada todos los recursos del poder, público y privado. A punto de hacerse de nuevo con el gobierno aún destruyendo desde dentro la CE, a punto de hacerse con 16 de 20 miembros del CGPJ, a punto de aplicar en su totalidad la táctica de «Gleichschaltung» que usó Hitler para orientar todas las leyes y organizaciones existentes en la Alemania democrática para adaptarlas a su persona y al partido nazi. Lo mismo que aplicó Maduro. Pedro Sánchez ha declarado también madura a España para pasar a este nivel,
    ¿Europa? Jajajajaja. Von der Nazi tiene su agenda también, que es la Agenda 2030. Por eso no cabe esperar ayuda de Europa, si no es para estrangular al ciudadano, Vamos de cabeza a una dictadura, no sólo en España (puede que aquí más y más rápido). Con la IA y los robots, la población no es muy necesaria, y consume demasiados recursos, Nuestros amos lo tienen claro. Pedro Sánchez es el peón que ellos necesitan para su plan para España. Además para qué vamos a votar, ufanamente se afirma por su parte, si con la IA y las RRSS sabemos exactamente lo que va a decidir el ciudadano…que para eso las controlamos.

  • Navarra Confidencial no se responsabiliza ni comparte necesariamente las ideas o manifestaciones depositadas en las opiniones por sus lectores. Cada usuario es único responsable de sus comentarios
  • Los comentarios serán bienvenidos mientras no atenten contra el derecho al honor e intimidad de terceros, puedan resultar injuriosos o calumniadores ,infrinjan cualquier normativa o derecho de terceros , empresa, institución o colectivo, revelen información privada de los mismos, incluyan publicidad comercial o autopromoción y contengan contenidos de mal gusto.
  • Se procurará evitar en lo posible los comentarios no acordes a la temática publicada
  • Navarra Confidencial se reserva el derecho de eliminarlos

Información sobre protección de datos

  • Responsable: Navarra Confidencial
  • Fin del tratamiento: Controlar el spam, gestión de comentarios
  • Legitimación: Tu consentimiento
  • Comunicación de los datos: No se comunicarán los datos a terceros salvo por obligación legal.
  • Derechos: Acceso, rectificación, portabilidad, olvido.
  • Contacto: info@navarraconfidencial.com.

Suscríbete a nuestro boletín