María Chivite ha sustituido como portavoz del gobierno foral a Javier Remírez y ha colocado en su lugar a Elma Saiz. Desde luego es algo que se puede entender. Cambiar a Remírez casi seguro es siempre un cambio a mejor. El problema es que Remírez sigue siendo el consejero de Interior. O sea, que si hay más incendios estamos apañados. Afortunadamente ya se va acabando la temporada alta de incendios, pero con Remírez quedamos al albur de la incompetencia del consejero para cualquier situación normal o excepcional que desde su consejería haya que adoptar. Lo único asegurado si pasa algo es el desastre y, eventualmente, el crecimiento de la colección de selfies de temática catastrófica del inefable responsable de Interior.
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Con el nombramiento de Saiz, Chivite por tanto se saca de encima a Remírez de la portavocía del gobierno, pero nos lo sigue encajando a nosotros en Interior. No hay ganancia para los navarros con la sustitución. Dentro de la lógica de partido, sin embargo, tiene sentido poner a Elma Saiz en lugar de Remírez. En realidad poner a cualquier persona en lugar de Remírez. Es decir, vienen tiempos muy crudos y mejor tener a la consejera de Hacienda como portavoz que a Remírez intentado explicarnos los números de la administración.
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En este sentido, casi lo primero que ha hecho Elma Saiz para estrenarse como portavoz ha sido rebajar la previsión de crecimiento para Navarra del 5% al 4% este año, y anunciar un crecimiento de sólo el 1,4% para el año que viene.
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La verdad es que los números ofrecidos por Elma Saiz resultan bastante increíbles, pero lo peor es que siendo increíbles ya serían bastante malos a poco que lo pensemos, como para imaginar la situación a la que podemos tener que enfrentarnos cuando lleguen los números de verdad.
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Para empezar por lo más leve, ya sólo una rebaja del 5% al 4% supone un descuadre de todas las cifras, aunque el gobierno foral ya ha dicho que no va a revisar nada. Obviamente los ingresos no van a ser los mismos creciendo un 5% que creciendo un 4%, no digamos si ese 4% hay que volver a revisarlo a la baja. Por lo visto, sin embargo, para este gobierno no hay relación ninguna entre los ingresos fiscales, el gasto público y las previsiones de crecimiento. No se entiende entonces para qué se pierde el tiempo haciendo previsiones y presupuestos.
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Asumir para el año que viene un crecimiento del 1,4% es por otro lado poco menos que desastroso. En cualquier circunstancia un 1,4% de crecimiento es un guarismo raquítico, pero es que las previsiones auguran una inflación superior al 8% en 2022 y superior al 4% en 2023. Poco es crecer un 1,4%, pero comparativamente es mucho peor si además existe una inflación del 4%, no digamos del 8%, porque crecemos mucho menos de lo que nos empobrecemos. Escuchamos hablar todo el día ahora de inflación, pero en realidad quizá tendríamos que hablar más de estanflación. Porque a lo que nos enfrentamos es a inflación sin crecimiento, o por lo menos a una inflación mucho mayor que el crecimiento. Y esto con las pronósticos del gobierno, ya veremos lo que sucede con el crecimiento, la inflación y los ingresos fiscales en el mundo real.
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