La noticia es que tras 5 años de batalla judicial, 24 años después del asesinato en Rentería de Manuel Zamarreño, gracias al tesón de su hija Naiara y a la asistencia letrada de la Fundación Villacisneros, se ha conseguido que la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional dicte auto de apertura de juicio oral contra los terroristas García Gaztelu y Gallastegui Sodupe, por el asesinato del concejal del PP del País Vasco.
La AN envía a juicio a los exjefes de ETA 'Txapote' y 'Amaia' por el asesinato del concejal del PP Manuel Zamarreño https://t.co/T0Tdp8MVJ3
— EP Nacional (@EPNacional) September 30, 2022
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Para comprender bien la importancia de la noticia es preciso enmarcarla en una de las terribles realidades que siguen padeciendo las víctimas del terrorismo de ETA. Que por cierto, ETA ya no mata pero el dolor producido por ETA sigue perdurando. ETA puede dejar de matar, pero no puede desmatar, ni desherir, ni desrecordar. Es como si dejando de matar el marcador volviera para todos a cero y no es así. Por no mencionar que ETA ha dejado de matar para poder gobernar. Ya no hay asesinados, pero además sigue existiendo otro nivel de violencia todavía no erradicado. Que se lo cuenten a los guardias civiles de Alsasua y sus parejas, o al hijo de Carlos Iturgaiz, o a todos los ertzainas que este verano no han podido celebrar las fiestas patronales de su localidad por haber sido públicamente señalados por la izquierda abertzale, o a los concejales de Navarra Suma que intentaban participar con normalidad en la procesión de San Fermín, y así tantos y tantos casos que podríamos citar. Es mejor que cuando además de eso mataban, pero esto no es todavía algo a lo que podamos llamar normalidad. Como tampoco lo es que se exalte la figura de los asesinos ya sea mediante ongi etorris o agur jaunaks. Y que Bildu condicione el gobierno de España u Otegui sea lehendakari, ¿hasta qué punto eso es normalidad? Pero volvamos al hilo principal y a toda la gente asesinada por ETA. Particularmente al hecho de que sabemos quiénes han sido los asesinados, pero todavía no sabemos quiénes fueron los asesinos.
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A fecha de hoy existen más de 350 asesinatos de ETA sin autor conocido. A tal fin, a través del proyecto “Dignidad”, la Fundación Villacisneros ofrece a todas las víctimas la asistencia letrada necesaria para intentar reabrir los casos que fueron cerrados sin identificar a los autores materiales de estos crímenes. Es una tarea complicada ya que muchos sumarios han prescrito y no resulta sencillo interrumpir la prescripción o aportar nuevas pruebas, pero en ocasiones como la presente de Txapote y Gallastegui el esfuerzo concluye con éxito.
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Pensándolo con frialdad es terrible que existan 350 asesinatos de ETA sin resolver. Es decir, que hay 350 asesinatos cuyos autores no se conocen y que pueden haber pagado por otros crímenes, pero no por estos, o pueden estar pululando por ahí en libertad, en España o en el extranjero, sin haber sido identificados nunca como asesinos. En cualquiera de los casos se trata de asesinos que han quedado impunes por esos crímenes. Cada asesinato exige un proceso y una sentencia personalizada. Es lo mínimo a lo que tienen derecho las víctimas en un estado democrático.
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La existencia de estos 350 asesinatos no resueltos, por otro lado, convive con una situación en la que los presos de ETA primero van siendo acercados a las cárceles del País Vasco y Navarra, y segundo van accediendo a toda velocidad a beneficios penitenciarios o a la libertad sin haber colaborado en absoluto en la resolución de todos estos asesinatos de la banda terrorista.
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Resulta por ello fundamental que exista alguien como la Fundación Villacisneros, para que las víctimas de crímenes de ETA que todavía no están resueltos puedan encontrar la ayuda y el apoyo jurídico necesario para mantener viva la búsqueda de la verdad y la responsabilidad. No cabe sino rebelarse ante la posibilidad de que de todos los crímenes de ETA haya más de 350 cuyo desenlace final sea el desconocimiento de sus autores y la consiguiente impunidad. Si la actuación de la Fundación Villacisneros sería reseñable en cualquier circunstancia, cuánto más en un contexto en el que el gobierno y los poderes públicos se encuentran condicionados por completo por formaciones que en el mejor de los casos llaman a los asesinos de ETA presos políticos, justifican sus homenajes y se interesan tanto por su excarcelación como para apoyar unos Presupuestos Generales del Estado a cambio de la misma. En un contexto tan enrarecido resulta del todo imprescindible que las víctimas de ETA en general, y las de esos crímenes no resueltos en particular, puedan contar con un apoyo y que ese apoyo no dependa del gobierno y de los intereses políticos de aquellos que se encuentran al mando de la dirección del ejecutivo en estos momentos.
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Sin justicia no hay reparación del daño causado, por eso la Fundación Villacisneros, con ocasión de que se haya podido sentar en el banquillo a Txapote y Gallastegui por el asesinato de Manuel Zamarreño, vuelve a ponerse a disposición de todas los las víctimas del terrorismo de ETA para que, superando el dolor que supone rememorar el asesinato de sus familiares, confíen en la Justicia e intenten evitar una impunidad que solo favorece a los criminales y a quienes quieren imponer un falso relato sobre la verdad de los cincuenta años de terrorismo nacionalista vasco.
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