Sería normal que a estas alturas muchas personas anduvieran desconcertadas con la Agenda 2030, sus designios y sobre todo con sus apoyos. O sea, ¿la Agenda 2030 y el Foro de Davos son un foco de socialismo o de capitalismo? ¿Por qué Ana Patricia Botín y Ione Belarra abrazan la Agenda 2030 con el mismo fervor? ¿Cuál de las dos se equivoca? ¿O las dos tienen razón?
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Por un lado resulta evidente que el Foro de Davos y su Agenda 2030 dibujan un futuro típicamente socialista. Es un futuro no optativo y no democrático. No es un futuro por el que se vaya a preguntar a la gente. Es un futuro impuesto a la gente desde unas élites. No se trata de que la Agenda 2030 refleje el modo de pensar de la gente, sino que la gente refleje el modo de pensar de la Agenda 2030. En el futuro previsto por la Agenda 2030 no tendrás nada y serás feliz. No se permitirá un discordante que sea infeliz. O dicho de otro modo más crudo no habrá propiedad privada ni pensamiento individual. Comerás lo que te digan. Tendrás los hijos que se determinen. La economía estará intervenida. Todo estará híper-regulado. A cambio de «garantizarte» un mínimo te lo quitarán todo. Cuestionar los objetivos de la Agenda 2030 no estará permitido porque todo lo que cuestiona a la Agenda 2030 atenta contra la igualdad o contra la ecosostenibilidad o contra la diversidad sexual y no se puede consentir. Todo esto es el retrato de un sistema clásico de tiranía socialista. Se entiende por tanto que lo apoyen Pedro Sánchez, Belarra, Otegui o Garzón, ¿pero por qué lo apoyan también el Santander, Iberdrola o las grandes corporaciones internacionales?
Hazte vegetariano, deja el coche y ten menos hijos si quieres luchar contra el cambio climático 😟 .https://t.co/yce2jSPnTY pic.twitter.com/O3Wb9Gkp1X
— cristian leporati (@cleporati) September 26, 2019
El problema es que la sociedad comete el grave error de pensar que a las grandes corporaciones les gusta el capitalismo. Por el contrario, el capitalismo es un marco hostil para las grandes corporaciones. O sea, el mercado es un implacable espacio de lucha y competencia constante entre las empresas. No hay margen para el error. No es posible dormirse en los laureles. Cada empresa tiene que competir en el mejor de los casos para ofrecer un producto diferente, mientras pueda, o en el peor de los casos para ofrecer lo mismo que los demás con una relación calidad-precio superior. En el marco capitalista de libre mercado es muy difícil para una empresa sobrevivir y, contra lo que también piensa la gente, es muy difícil ganar dinero. Para una gran corporación es mucho más atractivo que el capitalismo y el libre mercado un sistema regulado, escasamente competitivo, con grandes barreras de entrada, en donde para prosperar baste con vivir bajo la protección del gobierno y acurrucarse a la sombra de los boletines oficiales. Eso es lo que quieren realmente las grandes corporaciones, aunque ahora se vean obligadas a vivir y a competir en el libre mercado capitalista. Y eso es lo que les ofrece como alternativa la Agenda 2030. De hecho la Agenda 2030 emana del Foro de Davos y de las grandes corporaciones porque es el marco al que aspiran. Promovida por la fenomenal entente de los gobiernos y las grandes corporaciones los fondos para promover la Agenda 2030 resultan ilimitados, por eso mismo también escasea la oposición.
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El problema de las grandes corporaciones es que en el mercado tienen que estar constantemente ofreciendo nuevos productos, mejores, más modernos, con más prestaciones, y sin embargo más baratos, con los márgenes constantemente presionados por los productos que ofrecen las demás empresas en el libre mercado y la atroz presión de la competencia y la globalización. El problema del socialismo, por su parte, es que no genera riqueza, que nivela siempre por abajo, que igualando los resultados desincentiva el riesgo y el esfuerzo, que los países que no son socialistas la gente ve que son más atractivos. No se trata de elegir entre prosperidad y libertad, fuera del socialismo hay más libertad y además también hay más prosperidad. Por eso al socialismo le encanta el modelo 2030. Primero porque es global y no optativo. O sea que nadie va a poder quedar fuera, el objetivo es que no quede ningún país fuera del modelo, o represaliar al que intente quedarse fuera del modelo, para que no se puedan hacer comparaciones, para que nadie pueda huir, para que no haga falta otro muro, para que no se pueda saber cómo es la vida fuera del modelo. A la izquierda también le encanta el modelo 2030 porque precisamente parte de la base de que la gente quedará empobrecida. Eso se da por hecho y no es un problema. Si empobrecer a la gente no es un problema, sino que en nombre de la ecosostenibilidad se le va a vender a la gente que empobrecerse es bueno o por lo menos necesario, entonces un modelo como el socialista que empobrece a la gente no sólo no es malo, sino que pasa a convertirse en magnífico. Si de lo que se trata es de empobrecer a la gente para hacerla más ecosostenible , el socialismo es lo que andaban ustedes buscando.
Hoy he tenido la oportunidad de escuchar el discurso ecosocial del presidente de Colombia @petrogustavo, firme defensor del movimiento 'degrowth'. He aprovechado para regalarle el imprescindible libro “Less is More”, de @jasonhickel, y editado ahora en español por @Capitan_Swing.… pic.twitter.com/TJavKivmbW
— Alberto Garzón🔻 (@agarzon) May 5, 2023
Naturalmente la Agenda 2030 no se puede vender como una dictadura de las grandes corporaciones aunque lo sea. Hay que vestir el proyecto más todas las imposiciones y todo el empobrecimiento que implica con unos ropajes que al público le puedan resultar deseables, o que justifiquen los sacrificios. Y saben que habrá sacrificios porque los promotores de la Agenda saben que lo que promueven funciona peor que el capitalismo y el libre mercado y que hará más pobre a la gente aunque les haga más ricos a ellos (¿de quién será todo cuando la gente no tenga nada?). Por eso toda la fraseología de la Agenda 2030 gira en torno a la salvación del planeta, la ecosostenibilidad y la paralización del apocalipsis. Podemos preguntarnos si el calentamiento global es real, pero no podemos dudar de que hace falta una amenaza apocalíptica, real o inventada, para justificar la imposición de la Agenda. O sea, la única duda es si realmente hay un calentamiento del que se están aprovechando para imponer su dictadura o si directamente se lo están inventando. Lo indudable es la dictadura.
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Aunque lo promuevan las grandes corporaciones, a la izquierda le encanta la Agenda 2030 porque le ofrece la creación del termitero global en el que los socialistas siempre han querido tenernos. Que las grandes corporaciones apoyen la creación de ese termitero es una gran oportunidad que permite a los socialistas y a estas grandes corporaciones remar en la misma dirección. Si la izquierda global abraza con entusiasmo el despliegue financiero y mediático que ofrecen las grandes corporaciones para la creación del termitero global, las grandes corporaciones también ven con buenos ojos el apoyo social que representa la adhesión a su proyecto de todas las fuerzas y todos los medios izquierdistas. Este apoyo sirve bien a sus propósitos. El punto clave es quién controlará el termitero una vez que se haya implantado. De momento tanto el socialismo mundial como las grandes corporaciones confluyen en que primero es construir el termitero y que después ya llegará la disputa por su control. O puede que al final no se produzca esa disputa sino, como en China, una simbiosis real y mutuamente provechosa del poder político y el poder corporativo. Las que están bien jodidas son las termitas, Ione Belarra y Ana Patricia Botín pueden vivir muy bien en el mismo modelo.
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