¿Pero y cuántos loros tenemos?

El chocolate del loro es una excusa estupenda. Cada vez que se habla de recortar un gasto, siempre resulta que es que eso es el chocolate del loro. Que total recortando sólo ese poco todo sigue igual de desbarajustado. Porque excusarse en el chocolate del loro es siempre una frase que aparece en momentos y entornos de presupuestos desajustados.

El chocolate del loro es por lo demás algo de lo que en general sólo se habla en la empresa pública o en las finanzas del gobierno. O sea, a nadie en la empresa privada se le ocurre ir a decirle al empresario que no se preocupe, que ese dinero que está perdiendo o dejando de ganar no va a ninguna parte, que es el chocolate del loro. El chocolate del primer loro que dijera tal cosa sería lo primero en desaparecer de la cuenta de resultados en el ámbito privado. Como principio general, el dinero sólo es el chocolate del loro cuando es dinero de otro. El dinero mío es dinero precioso y el dinero del contribuyente, el que maneja el gobierno, es chocolate del loro.

El chocolate del loro es una partida amorfa e indeterminada, pero crece continuamente, porque total para qué se va a recortar en algo tan insignificante como el chocolate del loro. Al final todo es o gasto esencial del que no se puede recortar por tanto nada, o chocolate del loro que no merece la pena ser recortado nada porque no va a ninguna parte. Por tanto la partida de chocolate del loro sólo puede crecer y crecer. Al final se convierte casi en la partida más intocable.

Resulta obvio que una pregunta pertinente a estas alturas es cuántos loros tenemos. Es decir, la comida del loro es un gasto pequeño e insignificante que no merece ser reconsiderado por su escasa afectación a las cuentas generales, ¿pero cuántos loros tenemos? ¿Cuántos loros se suman cada año a nuestro simpático inventario de loros? No te vas a preocupar por lo que cuesta el chocolate del loro cuando hay gastos que cuestan 100 veces más, ¿pero qué pasa cuando tienes 100 loros?

Hemos ido ilustrando esta información con unos pocos ejemplos de entre cientos o miles de noticias con gastos del tipo de los que el gobierno y las administraciones públicas van anunciando todos los días. En este sentido tan sólo concluir que nos encontramos ante una plaga de loros, que dar de comer a todos los loros es ya mucho más que una pequeña anécdota presupuestaria, y que por loro entendemos todo chiringuito o partida justificable sólo en clave ideológica, electoral, populista o propagandista, además del pago estricto de la nómina de la cacatúas mediáticas del gobierno, aunque estas lógicamente formen parte señaladísima también de este mismo capítulo.

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