Este pasado sábado 21 de enero, día de Santa Inés y de San Fructuoso de Tarragona, más de seiscientas cincuenta mil personas de distintos puntos de España (incluyendo a algunos extranjeros no necesariamente hispanoamericanos) se concentraron en la matritense Plaza de Cibeles para expresar su protesta contra lo que supone la permanencia de Pedro Sánchez en el poder.
Los ataques a la separación de poderes, el control masivo de instituciones como el CIS y la CNMV, la cooperación con los colectivistas expansionistas del nacionalismo catalán y vasco, sumados a los visos de inestabilidad económica, fueron motivos por los cuales más de uno pudo expresar su indignación en el espacio público urbano.
Todo esto enervó a la izquierda en general (no solo a sus terminales mediáticas). Tratan incluso de intimidar a quien protestó contra el mal gobierno, dando a entender que estaba incurriendo en un golpismo, en una actitud «poco democrática». Básicamente, demonizar que alguien pueda criticar al poder político, que ha de ser lo más limitado posible.
Eso sí, no se quedaron ahí. Tampoco en el típico «espantajo de la ultraderecha malvada fascista». Pensando que todos creemos que la razón y la Verdad dependen de los números, empezaron a sugerir que perdíamos nuestro tiempo, que no estábamos enterados o que estábamos resentidos, ya que «Pedro Sánchez había sido muy reconocido internacionalmente».
Precisamente, todo esto venía a cuento del último viaje en Falcon a Davos (en Suiza), con motivo de la convención anual del Foro Económico Mundial. Mantuvo reuniones con responsables del fondo de inversión Blackrock e intervino, en cierto momento, con un discurso en inglés que, honestamente, era bastante fluido. Pero, como siempre, sepamos qué es cada cosa, quién es quién…
El Foro Económico Mundial no tiene nada que ver con el libre comercio
Las sociedades más prósperas son aquellas donde se ponen menos obstáculos a las fuerzas naturales, que permiten que uno crezca y se desarrolle en función de lo que se valore, de lo que ahorre, de lo que consuma, de lo que invierta y de lo que, lato sensu, arriesgue. Y sí, también es importante no ser esclavo de ninguna limosna esclavista, dominante o corporativista.
Sabemos, a su vez, que las regiones y países más pobres suelen destacar por tener altísimos niveles de inflación monetaria, nulo desarrollo comercial o múltiples obstáculos en lo que a actividad económica se refiere. Obvio pues que la apertura comercial global ha sido clave para que, a nivel global, la pobreza disminuya considerablemente.
También existe una relación de proporcionalidad directa en lo que a desarrollo tecnológico, calidad de vida, prestaciones sanitarias, conservación medioambiental y alfabetización se refiere. Digamos que, cuanto menor sea el nivel de ahogamiento, mayor capacidad tendrá la sociedad para que existan recursos orientados a ciertos fines, a la consecución de objetivos loables.
Nada de esto forma parte del ideario del PSOE. Tampoco del recetario de Pedro Sánchez en privado. Pero se puede decir que nada de esto tiene importancia ya que, supuestamente, a «nivel internacional nos felicitan». Eso sí, hay que saber qué es Davos, del mismo modo que muchos saben algo sobre el Foro de Sao Paulo o el Grupo de la Puebla.
El Foro Económico Mundial es, a día de hoy, el promotor de una agenda política muy concreta y marcada. Hablan del Gran Reseteo, el cual conectan con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, esa especie de decálogo «pseudoreligioso» que fue promovido, en su momento, por las Naciones Unidos.
En esos contubernios hay empresarios, sí. Pero del mismo modo que hay personas que no creen en la libertad individual, hay personas que no creen en la libertad de que cada cual haga lo que quiera con su dinero. Con lo cual, mucha sorpresa no debe de haber si se dice que «la manita de Soros» anda por aquí.
No hay preocupación alguna por las vulneraciones de las libertades concretas. La propiedad es algo que no les agrada mucho. Su concepto de «sociedad abierta» simplemente es un eufemismo para referirse a la destrucción del orden moral, al deicidio y al avance en la constante negación de principios que estamos viendo actualmente.
No tienen interés en el desarrollo tecnológico y la calidad de vida como tal. Simplemente idean pretextos para tener a la población atemorizada y aprovechan ventajas de ciertos desarrollos del orden espontáneo (la Inteligencia Artificial, por ejemplo, la cual no les causa el mismo rechazo que el blockchain) para controlar más y más a la sociedad.
No asumen el fracaso fraudulento del dinero fiduciario, no se preocupan por el invierno demográfico, no asumen el error de la multiculturalidad, no tienen interés en que haya más propietarios, no quieren que los países prosperen libres de cortapisas, no quieren que haya principios y valores sanos, no quieren que sea más factible acceder a la vivienda…
Ellos pretenden que avancemos hacia una sociedad sin propietarios, sin creencias religiosas (menos aún si son verdaderas), sin respeto a la dignidad humana, sin facultad y uso de razón. Su ideal es el fin último de la Revolución, es decir, el dominio absoluto del Estado ante una sociedad inexistente, de individuos plenamente atomizados.
Con lo cual, ante quienes quieren que haya avances en el proyecto deicida y de planificación centralizada socialista, es lógico que Pedro Sánchez estuviera muy cómodo. Todos ellos son enemigos de la sociedad fuerte. Nada de lo que pregonan tiene relación con el capitalismo y la economía de libre mercado, sino con un colectivismo disfrazado e igualmente peligroso. Ergo, nada que celebrar.