La prioridad de Pedro Sánchez desde el día 29 ha sido encajarle todo el marrón a Mazón en vez de ayudar a la gente. Por eso no ha hecho nada. Empiezas a hacer cosas y a tomar el control y a partir de ese momento empiezas a ser corresponsable. Así que el presidente del gobierno de España, con todo su partido y sus medios, ha llegado a extremos ridículos y delirantes para evitar toda intervención. Cada cosa que hubiera que hacer, el gobierno de la Comunidad Valenciana se la tenía que pedir. De este modo, el Gobierno de España pensaba que podría declinar cualquier responsabilidad. Pedro Sánchez decidió no hacer nada que no se le hubiera pedido previamente, incluso a la vista de la situación en la que estaba la gente, desatendiendo toda la situación de necesidad que se desplegaba ante los ojos de todo el mundo. El desastre estaba servido.
Pedro Sánchez priorizó el análisis político sobre el análisis humanitario. Pensó antes en cómo evitar toda responsabilidad en la tragedia que en ayudar a la gente. Se abstuvo de tomar cualquier medida de la que no poder culpar a otro, o que pudiera reportarle alguna crítica. Como todo puede ser criticado, no hizo nada. El resultado no podía ser otro que la tragedia. La lavada de manos ha sido de tal envergadura que hay que retroceder hasta Poncio Pilatos para encontrar algo parecido.
Un buen gobernante es alguien que hace lo que tiene que hacer, lo que cree que es bueno para la gente, al margen de que la gente después se lo aplauda o no. ¿Alguien se imagina un médico que sólo emitiera diagnósticos basados en la popularidad o en lo que el paciente quiere escuchar? Sin embargo, vivir pensando sólo en la popularidad propia y en enfangar a los rivales es un grave error. Primero porque hacer lo popular en vez de lo necesario, lo discutible o lo impopular, no sirve para resolver los problemas. Segundo porque muchas veces hacer lo correcto es también lo popular. ¿Qué es por otro lado en cada momento lo más popular? Es imposible saberlo con certeza. ¿Y cómo tomar decisiones en una situación dramática si no va a haber ningún escenario que excluya el drama? El único escenario posible entonces es la parálisis, dejar abandonada a la gente, que es lo que hemos visto estupefactos en esta DANA. Hasta los socios del gobierno le acusan de no haber actuado en ayuda de la gente por mero cálculo político, lo que es algo absolutamente gravísimo.
A partir de esta parálisis, lo intentado por el PSOE y sus altavoces mediáticos ha sido justificar la inacción. Si no se hacía nada era porque Mazón no lo pedía. No se podía hacer nada si no lo pedía Mazón. El Gobierno de España no podía ofrecer ninguna ayuda si previamente no la reclamaba Mazón. Lo que sucede con esta delirante argumentación es, en segundo lugar, que no puedes estar señalando a Mazón como a un tipo que no se entera de nada y después hacer depender el envío de ayuda de que la reclame un tipo que dices que no se entera de nada. Lo que sucede no obstante en primer lugar con esta tesis es que además es falsa.
El Gobierno de España puede declarar en cualquier momento y unilateralmente el estado de emergencia necesario para asumir la dirección o para encargarse del envío de ayuda. El Gobierno de España no necesita que Mazón reclame el nivel de emergencia 3 para declararlo, y declarando el nivel de emergencia 3 el Gobierno de España puede decidir por encima de Mazón todo lo que sea necesario. Por supuesto los de siempre y que ya estaban allí sobre el terreno cumplieron desde el principio, siendo la única presencia visible y heroica del estado.
Otra ridiculez ha sido el pretender que no se podía declarar el estado de alarma porque el Constitucional tumbó los estados de alarma declarados durante la pandemia. De nuevo una doble mentira. Primero no hacía falta declarar el estado de alarma para que el Gobierno de España pudiera enviar más ayuda a la Comunidad Valenciana, bastando con que el gobierno central elevara unilateralmente de 2 a 3 el nivel de emergencia. Probablemente ni siquiera hacía falta esto para enviar ayuda. Pero es que además tampoco hubiera habido ningún problema en declarar el estado de alarma, o incluso el de excepción, si hubiera sido necesario. Lo que determinó el Constitucional en la pandemia no fue que el estado de alarma fuera ilegal, sino que el gobierno lo declaró ilegalmente. ¿Por qué lo declaró ilegalmente? Porque en realidad era un estado de excepción encubierto. ¿Y por qué no declaró entonces el estado de excepción? Porque el estado de excepción otorga poderes extraordinarios al gobierno, pero también le obliga a rendir cuentas de manera extraordinaria por el uso de esos poderes. Pedro Sánchez asumió los poderes especiales para suspender derechos fundamentales, pero evitando los controles extraordinarios paralelos que exige la declaración del estado de excepción. Por supuesto que el gobierno, si hubiera sido necesario, podría haber declarado el estado de alarma, siempre que lo hubiera hecho dentro de la legalidad y no como en la pandemia.
Ante lo que nos encontramos por tanto y en definitiva es ante una dejación de funciones absoluta. El gobierno ha fallado de manera estrepitosa. Todo ha salido mal. Ningún gobernante ha estado a la altura. El gobernante que no ha fallado absolutamente antes de la DANA, en el capítulo de aviso y comunicación, ha fallado totalmente en la respuesta a la catástrofe. Unos por otros la gente ha estado 4 días desatendida. Un estado que cuesta medio billón de euros al año y que tiene 3,5 millones de empleados públicos no ha hecho acto de presencia en la zona de la catástrofe hasta pasadas 96 horas de la riada, más que con cuentagotas. La gente ha tenido que movilizarse espontáneamente para llevar agua, comida o mantas a las personas necesitadas. Han llegado antes a las zonas devastadas los presentadores más famosos de la tele que las ayudas del gobierno. El relato de las víctimas en las zonas más afectadas respecto a la ayuda del gobierno siempre era el mismo: aquí no ha venido nadie todavía.
Todo esto nos lleva a la segunda gran conclusión aparte de la lavada de manos de Pedro Sánchez para no hacerse cargo de la situación. El estado ha fallado por completo. El escudo social, la cosa pública, se ha revelado como una ilusión. De nada sirven unos impuestos estratosféricos, unos ingresos fiscales de récord, o un estado elefantiásico, si después no se saben gestionar los recursos. Los recursos nunca son suficientes si no se saben gestionar. Si teniendo 100.000 militares mandas 1.000 a la zona, lo que necesitas no son otros 50.000 militares, sino saber movilizar a los que ya tienes. Policías, guardias civiles, militares, bomberos y sanitarios de toda España estaban esperando ansiosos la orden de ir a ayudar a la Comunidad Valenciana, pero la orden no llegaba porque la cadena de mando política no quería hacerse cargo de la orden sino, por el contrario, desentenderse de cualquier responsabilidad pensando sólo en términos de impopularidad o cómo perjudicar más al rival. Esta por otro parte es una debilidad consustancial a la cosa pública. Los políticos son el colectivo del que más desconfían todos los españoles en las encuestas, pero después los españoles depositan una confianza casi religiosa en las bondades de lo público, como si lo segundo no dependiera de lo primero.