Pamplona: el asesinato de una chica trans más discreto de la historia

El Gobierno de Navarra y las fuerzas de progreso casi lo han conseguido. Del caso de la mujer asesinada en Pamplona la semana pasada por un okupa marroquí con antecedentes ya no se habla. A otra cosa mariposa. Hemos pasado página. No es como si la hubiera matado un médico de una clínica del Opus. No habrá películas ni documentales sobre el asesinato de Kayle Villar. Las portadas de los periódicos no la recordarán el año que viene cuando se cumpla el aniversario de su muerte. No ha habido concentraciones. Su asesinato no ha merecido un triste tuit ni un comentario de la presidenta del Gobierno de Navarra o del alcalde de Pamplona. No digamos del presidente del gobierno o de algún ministro.

Decíamos cuando sucedió que el asesinato de Kayle Villar es el compendio de todas las negaciones que la izquierda buenista trata de ocultar: la violencia importada, la okupación, la acumulación impune de antecedentes, las paguitas a indeseables a costa del contribuyente, la inutilidad de las denuncias, la proliferación de agresiones con arma blanca.. Pero hay más.

Resulta que Kayle Villar era una mujer trans. O sea, que nos encontramos ante el asesinato de una mujer trans más discreto que ha tenido lugar en España. El silencio político y mediático que envuelve a este caso es apabullante y demoledor. El asesinato de cualquier otra mujer trans hubiera desatado un torbellino político. ¿Qué es diferente esta vez? ¿Cómo se explica este silencio mediático y esta indiferencia institucional? ¿Qué hay que hacer para matar a una mujer trans sin que apenas tenga repercusión? Pues matarla siendo un inmigrante ilegal, teniendo antecededentes y siendo okupa.

Existe una buena razón para que la izquierda buenista y negacionista quiera cubrir con un velo el crimen y pasar página sobre este suceso. Este asesinato resulta molesto porque pone sobre la mesa una serie de verdades incómodas. Es más, pone en evidencia una serie de responsabilidades políticas. El negacionismo sobre la okupación o la violencia importada no es sin más una cuestión abstracta o limitada al mundo de la dialéctica, es algo que tiene consecuencias tangibles en el mundo real. Consecuencias trágicas, como en este caso. Los que se llenan la boca hablando de transfobia y de la defensa de las mujeres trans hoy callan y quieren echar tierra sobre el asesinato de una mujer trans. ¿Quien defiende la seguridad de las mujeres trans? ¿La izquierda? Hoy las asociaciones feministas callan. Las asociaciones LGBT callan más. Lógicamente, porque el buenismo izquierdista mata. El asesinato de Kayle Villar da la vuelta a su recetario, les encara con las consecuencias de su discurso y les muestra, frente al buenismo negacionista, la suciedad del mundo real.