O Txapote o fascismo

Ayer el tuit del día fue este, analizando en cuatro palabras la situación actual. A los españoles se les dio a elegir entre VOX y Txapote y eligieron Txapote, ahora a tragar.

Aunque el diagnóstico se enuncia muy rápidamente, lo cierto es que da para un análisis de bastante amplitud. ¿Por qué por ejemplo no sirve de nada retuitear una y otra vez la hemeroteca socialista con las contradicciones socialistas sobre la amnistía, Pugidemont o cualquier otra cuestión? Por lo mismo de antes. Porque entre la coherencia y el fascismo, más de media España prefiere el fascismo. Entre la mentira y el fascismo, o entre la corrupción y el fascismo, o entre la ruina y el fascismo, entre lo que sea y el fascismo más de media España prefiere el fascismo. ¿Pero es que la gente no se da cuenta que Sánchez miente, que está entregando el país a los separatistas o que los precios no paran de subir? Pues claro que se da cuenta, pero entre eso y el fascismo prefiere todo eso.

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El éxito de la izquierda consiste por tanto en la alerta antifascista. A veces le ha funcionado mejor, a veces peor, pero en el momento fundamental es lo que le ha salvado la vida, en julio con la estimable colaboración de los escasos medios de la derecha y del PP.

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La izquierda necesita al fascismo. Si no lo tiene se lo inventa. Esto es importante. O sea, lo que quiere la izquierda no es acabar con el fascismo, sin el fascismo la izquierda está perdida, no puede hacer elgible la mala calidad de su producto. La izquierda necesita desesperadamente el fascismo. Si no tiene un fascista delante, llama fascista a cualquiera que tenga delante. Si la mayoría no identifica con el fascismo a la alternativa a la izquierda, no se puede vender a Txapote. Tampoco se puede vender la amnistía. Ni la ley del “sólo sí es sí”. Ni el precio de la cesta de la compra. No es que la mayoría no vea los males del gobierno, es que tiene que percibir que la alternativa es Hitler, un mal mucho peor que los males del gobierno.

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Por esa misma razón, cuanto peor lo hace el gobierno más fascista tiene que vender la imagen de la oposición. O sea, que el gobierno lo está haciendo muy mal. Ciudadanos era la extrema derecha. El PP es la derecha extrema. Y VOX es el extremo, extremo, extremo fascismo.

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Naturalmente para poder llamar fascista a todo el que se oponga al gobierno interesa mucho que la mayoría no tenga ni idea de qué es el fascismo. Así, por ejemplo, no interesa que el origen del fascismo se encuentra en el socialismo, que Mussolini, el padre del fascismo (no Hitler), era un socialista. Hitler también era un socialista. El Partido Nazi era un partido socialista. La derecha es al fascismo lo que la leche a la Coca-Cola. La izquierda es al fascismo lo que la Pepsi Cola a la Coca-Cola.

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Obviamente, y esto es otro gran logro de la izquierda, se puede estar todo el día hablando a la gente del fascismo sin que la gente sepa realmente nada del fascismo. La izquierda no ha entrado nunca en una batalla histórica o intelectual sino en una batalla gestual. Hoy desentierran a Mola, mañana a Franco, pasado a Primo de Rivera, pero sólo se trata de que el fascismo sea un asunto de actualidad, que una mayoría realmente piense que existe una amenaza fascista, que entre ese posible fascismo y el desastre que le ofrece el gobierno elija al gobierno, porque mejor Txapote o cualquier cosa antes que fascismo, y que todo esto lo haga sin básicamente tener ni idea de qué es el fascismo. De hecho es básico que la mayoría no tenga ni idea de lo que es el fascismo para poder venderle sucesivamente que el fascismo es Albert Rivera, o Ayuso, o Ivan Espinosa.

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Lógicamente en esto tiene una parte importante de responsabilidad la propia derecha, que durante décadas ha evitado el debate ideológico y la disputa de la memoria histórica. No sólo eso, sino que la campaña electoral de julio giró en torno a la izquierda diciendo que VOX era una amenaza fascista y al PP ratificando que efectivamente lo era. Como estaba claro que el PP no iba a poder gobernar solo, el propio PP alimentó la alerta antifascista que -por los pelos- le ha dejado fuera del poder. ¿Cómo no le va a funcionar el comodín del fascismo a la izquierda si se lo compra hasta el PP?

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¿Por qué una parte tan significativa de la sociedad vasca apoya a Otegui o prefiere a Otegui antes que a las víctimas de ETA? Pues porque ha comprado el relato de que la izquierda abertzale luchaba contra el fascismo. Si la sociedad vasca percibiera que la ETA mataba a gente normal, la sociedad vasca rechazaría a la ETA, pero la izquierda abertzale ha sabido colocar el mensaje de que mataba fascistas. Entonces la ETA tampoco estaba tan mal. Entre Txapote y el fascismo mejor Txapote. Lo que ahora utiliza la izquierda a nivel nacional ya lo ha inventado la ETA y lleva mucho tiempo funcionando en la CAV. Irónicamente, si la ETA realmente se hubiera enfrentado al fascismo hubiera sido aniquilada. La practicante del fascismo en la CAV era la ETA, pero la mejor forma de practicar el fascismo es llamarlo antifascismo.

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Seguramente existen algunos fascistas de verdad en España, pero dándose la paradoja de que la mayoría están a la izquierda y se autodenominan antifascistas. La existencia de fascistas de verdad en la derecha es absolutamente residual. Si las teorías de la izquierda fueran ciertas, un partido que se presentara abiertamente como fascista se comería al PP, a Ciudadanos y a VOX. Lo cierto es que en España nadie gana votos denominándose fascista porque no hay apenas votantes fascistas. Lo que da votos es llamarse antifascista. Y lo llamativo es que haya tanto antifascista habiendo tan poco fascista. O no. Es decir, ser antifascista es fácil cuando apenas hay enfrente fascistas. Mucha épica y poco riesgo. Poco riesgo y mucho chiringuito. El riesgo por el contrario es que te llamen fascista y te abran la cabeza sólo por salirte del discurso dominante. Y sí, eso sí que se parece bastante al fascismo.

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